El punto de partida de la película es el viaje que inicia Sebastián, quien ,en medio de una crisis matrimonial, comienza a trabajar de remisero. En este nuevo empleo, conocerá a Jalil, su futuro compañero de travesía, a que le ofrecerá una suma de dinero interesante para que lo lleve a la capital de Bolivia, dónde se encontrará con su hermano para partir hacia La Meca, en Arabia Saudita.

Con este viaje hacia La Paz, comenzará esta especie de road movie existencial, la primera película de  Francisco Varone, para la cual, contó para el protagónico con Rodrigo de la Serna, quien representa a Sebastián, un joven porteño sin mucha ambición, y el debut en la pantalla grande del reconocido actor y director teatral mendocino Ernesto Suárez, quien hace de Jalil, un musulmán devoto en los últimos años de su vida.

“Sebastián está anclado en su pasado. Se viste como su padre, escucha la música de su padre (Vox Dei) y maneja el auto de su padre (un Peugeot). Es una relación no resuelta. Y Jalil, en cierta forma, lo ayuda a superar eso”, explicó Varone en diálogo con la prensa.

Sebastián, envuelto en un matrimonio en crisis, comienza a trabajar de remisero por un error en la línea telefónica de su nueva casa y, así, conoce a su compañero de travesía,

“Yo hice ese viaje con mi novia hace unos años, ya sabiendo que quería hacer esta película. Pero cuando nos fuimos a rodar, lo hicimos sin un reconocimiento de campo. Nos mandamos con el equipo y fuimos parando y filmando donde nos parecía”, señaló el realizador.

Varone indicó que para el filme necesitaba que todo surgiera de modo espontáneo, y que, de esa forma, se encontró con imprevistos, a lo largo del viaje, que le hicieron cambiar un poco lo planeado.

“Buscaba un destino que fuera imponente y también un desafío y el camino hacia La Paz reunía las condiciones. Además, quería que el viaje fuera desde la opresión de la ciudad hacia lo vasto de la naturaleza”, comentó.

Con la utilización de varias técnicas de filmación, Varone consiguió meterse en el avasallamiento de la vida ciudadana, para, de a poco, ir pasando de los verdes campos pampeanos a la inconmensurabilidad de las montañas del norte argentino que incursionan hacia Bolivia y el Altiplano.

A su vez, la sabiduría de Jalil se apoya en su devoción musulmana, la cual Varone conoce por haber participado de varias ceremonias, pese a no ser de esa religión.

“Fui estrictamente riguroso con el tema religioso. Lo conozco y me asesoré con un amigo que es musulmán. De hecho, la escena en la que rezan y luego bailan y cantan es documental, con un grupo en Córdoba que lo realizó como si nosotros no estuviéramos filmando”, explicó el director.

Varone reconoció que desde el primer momento, “Camino a La Paz” se trató de un “proyecto ambicioso”, para el cual no se puso límites desde lo económico ni desde lo artístico.

Así, buscó a Rodrigo de la Serna para el papel de Sebastián y, a pesar de carecer de antecedentes como director, estaba confiado en que el actor de “Diarios de motocicleta” y “Okupas”, uno de los más requeridos en la actualidad, se iba a inclinar por su guión.

“El problema apareció cuando hicimos las pruebas para el papel de Jalil porque nadie daba con el perfil, hasta que contraté a una experimentada realizadora de castings, quien me recomendó a Ernesto”, indicó.

Suárez, con una extensa carrera sobre las tablas, nunca había participado en pantalla grande, a pesar de haber recibido varios ofrecimientos, los cuales, por cuestiones de interés personal, había rechazado.

“Me tomé un avión a Mendoza para contarle el proyecto y a Rodrigo le gustaba tanto que vino conmigo. Ya en el primer encuentro hubo química. Fuimos a la casa de él, nos invitó a comer pastas y nos quedamos tocando la guitarra. Al instante nos dimos cuenta que había onda entre los tres”, comentó Varone.

“Se armó un buen grupo y para mí fue un desafío. Si bien en el momento hubo situaciones complicadas, hoy veo que la película había que hacerla de esa manera”, agregó el director, cuya carrera se encuentra en el ámbito de la publicidad.

No por ser un tema recurrente en el cine, la relación de los opuestos en una road movie, como lo es “Camino a La paz”, no deja de ser un clásico que, con tintes de comedia y drama, Varone desarrolla con una irónica sutileza.

Además, si bien la mayor transformación es el cambio interior que vive Sebastián, no es menos notable el sentimiento de Jalil, quien no tiene hijos, por dejar un legado en el mundo.

Estos vaivenes sentimentales son acompañados por un viaje que exige de gran paciencia, ambición, tolerancia y, por sobre todo, una gran comprensión para con el otro, algo que consiguen ambos personajes, acompañados de una paisaje único en el mundo