Con sumo cuidado, un hombre inspecciona una cabaña de madera situada cerca del que fue el campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau, en Polonia, buscando objetos olvidados que dan fe de una página negra de la historia mundial.

«Este recipiente largo de metal debía ser un lavamanos para los prisioneros del campo. Todavía hay un taburete, perchas, una caja para las municiones y vajilla», explica Dag Kopijasz, un profesor de buceo de 43 años que en su tiempo libre estudia la historia local.

«Estos de aquí son platos de una vajilla del comedor de las SS», explica sin necesidad de identificar el logotipo, que conoce bien. «El restaurante de la SS no estaba muy lejos de aquí y a 200 metros había el campo de Birkenau», explica.

Para construir el que en 1940 era el mayor centro de exterminio de Europa, donde murieron más de un millón de personas, en su mayoría judíos, los alemanes vaciaron el pueblo de Birkenau de sus habitantes y destruyeron la mayoría de casas.

«Cuando los habitantes volvieron aquí después de la guerra no tenían nada y utilizaron los objetos que encontraron», recuerda Dag Kopijasz.

«A nadie le interesan aunque todavía hay toneladas de objetos en las casas de la región. Muchas veces la gente no sabe qué hacer con ellos», dice.

Fue el caso de Zbigniew Gierlicki, de 55 años. Cuando murieron sus padres decidió legar la cabaña de madera y todo lo que contiene a la fundación, que también se ocupará de desmontarla.

«Por lo que me contaron, parece que mi abuelo la construyó con tablones que quedaban de los barracones del campo. Dentro había de todo, uniformes alemanes, jabón, camillas militares, pero todo se ha perdido», explica a la AFP.

«Mis abuelos tomaron todo lo que encontraron en el campo, igual que hizo todo el mundo. En esa época no teníamos nada, ni siquiera material de construcción. Pero mi abuela nunca usó esos platos, nunca», asegura.