No siempre el cactus tuvo espinas, dice una lejana y antigua leyenda, a éstas se las puso Dios a la planta luego de que observara cómo era maltratada. Por ser simple, sin formas atractivas, el pobre vegetal era cortado, arrancado, herido de una forma u otra. A tal punto llegó su sensibilidad que un simple toque le dolía.

Y la misma leyenda dice que no siempre el cactus fue una planta del desierto, no tuvo otra alternativa que buscar esos lugares solitarios, alejados,  para estar más o menos a salvo. Todo porque a los ojos de cierto seres el cactus no era cautivante. Entonces esta criatura (porque toda planta es también una criatura) vivió revestido de espinas, en el desierto y acostumbrado a sobrevivir casi  sin agua.

Sin embargo, quienes poseen ojos que suelen ver más allá de lo superficial y externo, han descubierto que  el cactus es hermoso, profundo, misterioso y en su interior se desarrollan procesos de vida maravillosos, conmovedores.  Cada tanto, y después de tiempo, el cactus abre su verdadero corazón, muestra su genuina naturaleza y le regala a esos ojos comprensibles y sensibles y a Dios, una flor preciosa.

En este bendito planeta, hay otros seres cactus: animales cactus, seres humanos cactus que son discriminados, maltratados, heridos. Me quiero detener por un instante en los seres humanos cactus ¿Quiénes son?

Cuando una mujer que va a buscar trabajo no lo consigue porque su cuerpo y su rostro no se ajustan a los estándares que reclama el mercado; cuando una mujer es despreciada por su peso físico; cuando un hombre busca empleo y no consigue porque tiene 40 o 50 años; cuando un ser humano tiene una malformación física o cierta discapacidad; cuando no tiene determinado nivel intelectual o simplemente porque su piel es de color más oscuro, entonces puede que se  transforme en un ser cactus, discriminado, apartado, herido.

No son los únicos casos, por supuesto. Cuando alguien necesita ser amado, acariciado y sólo recibe indiferencia y golpes; cuando ese alguien no puede ser comprendido; cuando es traicionado sin piedad o cuando se le acercan sólo por interés, es posible que la persona  en cuestión se transforme en ser cactus.

Estos seres deben necesariamente protegerse por eso tienen espinas,  no visibles, claro. Por eso viven en el desierto de la vida, retirados a su manera y sobreviven sin el agua del amor.

El sistema, el mercado, la cultura nefasta de lo frívolo y banal y muchas personas  suelen ser crueles, muy crueles con ellos.  Sin embargo, hay seres que ven más allá de lo aparente, que pueden apreciar todo lo maravilloso que hay en el interior de estas criaturas. Seres que saben muy bien que estas personas son capaces de dar flores maravillosas que no son sino su corazón, su espíritu luminoso que los ojos de corazones petrificados son incapaces de ver. Flores que son lo importante y trascendente, porque lo demás termina siendo al fin y al cabo nada.