Enviado especial en África [MARRUECOS] – Los musulmanes festejaron el “día del sacrificio” o Eid al Adha el pasado miércoles, conforme lo indica el calendario lunar islámico. Se trata de la fiesta más importante del Islam, que junto con Ramadán, hacen parte de la extendida liturgia musulmán.

En este día particular, millones de familias se congregan para sacrificar un cordero o una cabra y así dividir su carne en tres partes. Una porción del ganado para la familia, otra para los pobres, y una para los parientes y amigos, donde Conclusión fue invitada a celebrar la ceremonia junto a la familia bereber Ait Elabbar.

En el relato del Corán, Ibrahím (o Abraham para los cristianos), ofrece a su hijo Ismael a Alá, pero éste detiene su mano cuando se apresta para quitarle la vida, sacrificando en su lugar a un animal. Desde entonces, los devotos del Islam conmemoran su obediencia y amor a Dios degollando el ganado ofrecido en dirección a La Meca. El banquete es compartido por propios y ajenos, uniendo a pueblos enteros y de distintas etnias bajo el paragua del Islam. Tan solo en Marruecos, se calcula que 5 millones de animales serán ofrecidos para la celebración.

A modo de entrada, se sirven las entrañas del animal a los invitados mientras el resto de la carne se cocina en estructuras de barro junto con verduras del lugar. Toda la familia participa de la ceremonia. Los hombres adultos son los encargados del sacrificio, mientras las mujeres asisten con los preparativos para la comida. En la foto, el jefe de la familia Ait Elabbar, sirve en una asadera con carbón, las entrañas del animal. En su remera yacen restos de sangre que se mezclan con el humo de la comida. El día comienza muy temprano para los adultos, que deben asistir desde el amanecer a la mezquita para orar y limpiarse previo a la ceremonia.

La mujer bereber asiste al degollamiento afilando una de las ramas que servirán para sacar la piel del animal. Usando un tradicional niqab que la cubre de las cámaras, sus manos develan sin embargo, un diseño bereber de henna que recorre su palma izquierda.

Terminado el banquete, los comensales disfrutan de un té verde con hierba buena mientras leen pasajes del Corán. Al ponerse el sol, saldrán de sus casas a la plaza del pueblo para encontrarse con el resto de la gente y compartir poemas tachelhit al ritmo de las panderetas y el laud.

*Nabih Yussef es Licenciado en Relaciones Internacionales y Director del Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos www.CEIEP.org
**Fotografías: Conclusión©