Por Florencia Vizzi

Marta Dillon no necesita mucha presentación. Su nombre habla por ella. Escritora, periodista, activista, editora del suplemento Las 12 del diario Página/12 y autora de los libros «Vivir con Virus», «Corazones cautivos: la vida en la cárcel de mujeres» y «Aparecida», entre otros; es además una referente indiscutida del activismo LGBT junto a su esposa, la cineasta Albertina Carri, y una de los voces más claras del movimiento #NiUnaMenos, aunque detesta abiertamente, y niega, esa calificación.

En el marco del Día Internacional de la Mujer Trabajadora y de la convocatoria, que fue cobrando cada vez más fuerza, al Paro Internacional de Mujeres previsto para hoy, Conclusión dialogó con la reconocida periodistas sobre las implicancias de la convocatoria en la trama política actual.

—¿Que significa este 8 de marzo en el contexto sociopolítico y económico que estamos viviendo?

—Tiene muchos significados, creo que es polisémico. En principio está la dimensión internacional que no es poca cosa, esto que  surgió el 19 de octubre pasado, (fecha del primer paro) cuando surgió una voluntad de hacer algo en común en países muy disímiles. Eso tiene una profunda significación porque es una respuesta al patriarcado y a la violencia machista, y también es una respuesta a la asfixia neoliberal. Hay también una dimensión que tiene que ver con la coyuntura de nuestro país, con un gobierno que asfixia por todos lados y que tiene un discurso sumamente cínico. Es un discurso cínico en el sentido de que apela a valores sensibles para agrandar los márgenes de pobreza, para usar el trabajo y la fuerza de trabajo, que somos cada uno y cada una como valor  de cambio. Un gobierno que recorta las políticas que influyen en la autonomía de las mujeres… entonces en ese contexto, todo este movimiento que tiene que ver con el 8 de marzo y el paro internacional de mujeres es una respuesta bien directa a este modo de operar del gobierno, porque  lo que nosotros proponemos es un que es una medida sindical, de la cual nos apropiamos y la ampliamos como medida política y de protesta, pero además es una revolución sensible que está en curso. Nosotras apelamos a valores, a redefinir conceptos que tienen que ver con lo comunitario, con qué modo queremos relacionarnos, con cómo queremos habitar el territorio y el cuerpo. Y esto es profundamente sensible y tiene que ver directamente con las emociones. Entonces es una posición clara frente a estos conceptos medios vacíos de “la revolución de la alegría” y del “vamos juntos”. Acá el 8 de marzo está planteado como un momento de insumisión que no lo esperaba nadie, no lo querían los sindicatos y obviamente no lo quería el Poder Ejecutivo ni los gobiernos provinciales, pero acá está y cada vez está más fuerte. Y esa fuerza  tiene que ver con que se mezclan las reivindicaciones más concretas frente al Estado con el malestar subjetivo de cada una frente a las violencias machistas y las respuestas liberales que nos dan para hacer frente a esas violencias.

«Nosotras apelamos a valores, a redefinir conceptos que tienen que ver con lo comunitario, con qué modo queremos relacionarnos, con cómo queremos habitar el territorio y el cuerpo. Y esto es profundamente sensible y tiene que ver directamente con las emociones»

—¿Podría decirse que es un triunfo de los distintos movimientos de mujeres haber logrado torcerle el brazo a los sindicatos y centrales sindicales para que adhirieran formalmente a esta medida de fuerza?

—Yo creo que más que torcerles el brazo se trata de haber metido una herramienta que le permitió a las bases disputar sentido, disputar espacios, disputar la medida y generar un enorme debate. Y eso es para celebrarlo, que no pudieron arreglar por arriba como hacen siempre, sino que tuvieron que escuchar a sus bases porque querían parar, porque querían discutir las agendas de las mujeres dentro de las paritarias, porque después del 19 de octubre creció exponencialmente el número de delegadas, entonces sí, no sé si es torcerle el brazo, porque no me gusta mucho esa metáfora, pero sí te digo que lo que se ha generado es con presión de abajo conseguir que a las conducciones no les quede otra que darles reconocimiento al paro.

—Hay un debate que nunca llega a saldarse que es el rol de los medios de comunicación y el discurso en determinadas coberturas que tienen que ver con los femicidios  y que, a pesar de los protocolos y las capacitaciones en problemáticas de género, terminan convirtiéndose  en una revictimización de las víctimas y poniéndolas en el banquillo del acusado. ¿Cuál es tu visión?

—Sí, el tema acá es que este es el discurso en el que todos y todas estamos inmersos… y la reiteración de los femicidios nos obliga a ser creativos frente a la tragedia, en el sentido de empezar a preguntarnos qué es lo que hay para contar aquí, cuál es la trama detrás de esa tragedia, porque el femicidio no se trata de un tipo disparando, golpeando o acuchillando a una mujer. El femicidio tiene una trama que es social, que es económica y política. Detrás de un femicida hay un arma, hay un modo de ejercer la violencia, hay un contexto social. Entonces no es para explicar las actitudes del femicida pero si empezar a develar la trama entera, que es que hay cuerpos que valen más que otros. Eso es lo que deberíamos poder contar, más allá de los femicidios que van de uno en uno, donde muchas veces uno se siente como desolado y se pregunta ahora ¿qué más voy a decir, más que dar cuenta de otro hecho sangriento? Pero lo que hay detrás son un montón de inequidades.

«El femicidio tiene una trama que es social, que es económica y política. Detrás de un femicida hay un arma, hay un modo de ejercer la violencia, hay un contexto social»

— Hace poco tiempo la revista Noticias publicó una nota titulada: “Femicidios: ¿el #NiUnaMenos provoca un efecto contagio no deseado?” que fue muy mal venida en distintos ámbitos pero que me hizo preguntarme si el debate no está también en esos llamados micromachismos y en las pequeñas cuestiones culturales y prejuicios que todos tenemos incorporados, incluso las mujeres?

—Yo no creo que sean pequeñas cuestiones culturales, yo creo que es una respuesta patriarcal que se organiza rápidamente. Y no es inocente. Esa nota de Noticias no tiene nada de inocente, no es algo menor, porque allí uno de los entrevistados es un psicólogo que es el que, cuando mataron a las chicas mendocinas en Ecuador, opinó diciendo, palabras más o menos, que se lo habían buscado. Entonces, salir a buscar ese tipo de opiniones no es inocente, es una maniobra perfectamente clara, porque estamos hablando de Noticias, no de un periódico de barrio. Entonces es una maniobra patriarcal, o ¿hay que pensar que #NiUnaMenos es el que contagia la violencia? Nosotras lo que contagiamos es la rebeldía, el deseo de movilización, el deseo de que cambien las prácticas y el deseo de que cambien las cosas.