Por Florencia Vizzi

«Yo no he conocido nunca antes a alguien que abrace el trabajo con tanto compromiso, con tanta generosidad y con tanta preocupación por el otro como lo hacía ella», cuenta una compañera que trabajaba con Lidia González en la escuela provincial Nº 6018. Lidia tenía 58 años, era madre de 8 hijos y abuela de 15 nietos. El sábado por la mañana salió con su moto rumbo al trabajo y, en la intersección de Magallanes y Avenida Presidente Perón, según el relato de una vecina, intentaron robarle y la tiraron de la moto. Ese golpe le ocasionó la muerte. Hoy, su familia y amigos buscan justicia y piden ayuda a quienes hayan visto lo ocurrido y puedan brindar más datos.

Lidia, la incansable

La escuela «Doctor Victoriano Montes» se encuentra ubicada en Larralde y Dean Funes, a cuatro cuadras del límite del municipio con Pérez. Por su comedor pasan a diario entre 300 y 400 alumnos, además de las raciones que preparan para la escuela técnica vecina y las más de 700 copas de leche que distribuye por día. Ese era, básicamente, el trabajo de Lidia Gónzalez. Darle de comer, por más de 20 años,  a quienes más lo necesitaban. «Te puedo asegurar, por los dichos de la gente que viene a la escuela, por chicas que han trabajado en la cocina, que como se come en nuestra escuela no se come en ningún lado», cuenta Valeria D’alleva, directora del colegio. «Todos dicen los mismo, nuestra comida tiene un sabor extraordinario. Y ahí es donde está la mano de Lidia, que le da un sabor único. Y ese sabor tiene que ver con el compromiso que ella tiene con su trabajo, un compromiso que no se ve habitualmente. Es la ética laboral que tenían nuestros viejos y nuestros abuelos». La directora del colegio habla en presente, no se resigna aún a la ausencia.

«Dar de comer es un acto de amor muy grande. Sobre todos en los comedores escolares, donde un plato de comida puede salvar a los chicos de la desnutrición y tal vez, gracias a ello se han podido alfabetizar o se pudo avanzar en el razonamiento matemático. Era una de esas personas incansables…. irrepetible. No imagino como vamos a seguir sin ella, no es común ver a alguien tan comprometido con su trabajo y capaz de brindar tanto, expresa con dolor la directora del colegio. «Era una persona con apariencia dura, pero detrás de esa fachada dura e inquebrantable, era sumamente humana, sumamente buena. La gente que habla mal de los empleados públicos, tendría que haberla conocido. Ella trabajaba con una cocina vieja y toda picada, en un espacio muy pequeño, y lo hacía sin quejarse. Siempre decía ‘yo me quedo un rato más’, o ‘voy un rato antes porque las ollas no están limpias como a mi me gustan’. Esas ollas brillaban como en ningún lado».

Valeria D’alleva remarca que, hasta el último momento, Lidia fue generosa con el prójimo. Por eso, todos sus órganos fueron donados luego de que su vida le fuera arrebatada.

«Lidia era de las personas que estaban en cada detalle. Sabía que manteca les gustaba más a cada maestra o que comidas preferían los chicos. Lamentablemente, en los años 2016 y 2017 ingresaron muchos chicos nuevos al comedor. Ella se las arreglaba para multiplicar la raciones aún antes de que llegara la ración del ministerio, porque los chicos no podían esperar«, relata la directora. «Es por eso que pedimos ayuda. Para saber lo que pasó con ella y podamos cerrar esto. Que sepan que nos robaron a alguien que realmente no era como todos. Necesitamos tener testigos y ver bien lo que pasó, para saber quienes fueron los que, en su estupidez, nos quitaron a alguien tan valioso y extraordinario».

Buscando justicia

Lidia González vivía en Barrio Godoy. El pasado sábado  27 de enero por la mañana se subió a su moto para ir a trabajar. No es algo que hacía habitualmente los días sábados,  pero necesitaba el dinero. Por eso, cada tanto, además de su trabajo en la escuela 6018, a veces limpiaba casas de familia. En la intersección de Avenida Presidente Perón y Magallanes, cayó de su moto y sufrió un letal golpe en la cabeza, que puso fin a su vida a la 1.20 de la madrugada del domingo. Según el relato de una vecina, dos personas, probablemente hombres, le patearon la moto para robarle. «Le manotearon la cartera, donde tenía todos los documentos y el celular», relató una de sus hijas, Silvina Álvarez. «Parece que al verla caer y perder el conocimiento, los ladrones se asustaron y se fueron corriendo sin llevarse la moto, eso nos dijo una señora que vio todo».

Desde el Ministerio Público de la Acusación informaron que «no había signos de violencia en el cuerpo pero no se descara que la pérdida de control del rodado se deba a un hecho de robo». El fiscal Walter Jurado ordenó varias medidas al gabinete criminalístico de la Policía de Investigaciones, que trabajó en el lugar, y también se realiza el relevamiento de cámaras en la zona.

La hija de Lidia González pide a otros posibles testigos o a cualquiera que pueda brindar alguna información, que se acerque a la familia, a la Fiscalía o a la comisaría 19ª para ayudarlos a dar con los responsables.

«Mi mamá era una persona extraordinaria, no merecía morir de esa manera. Era una mujer luchadora, laburante y muy solidaria. Era una mujer excelente con todas las letras. Era una persona muy querida en el barrio y en la escuela. Una genia en la cocina, porque cocinaba con amor. Lo único que pido es justicia».

 

Aquellas personas que puedan aportar datos pueden hacerlo al siguiente teléfono: 0341- 155- 804811 (Silvina), o en Fiscalía, Montevideo 1968. También pueden comunicarse con la Unidad de Homicidios Culposos: 341 4721898/99 interno 155.