Por Franco Albornoz

“En Rosario nos hizo mucho daño no trabajar en la prevención. Una tarea primordial es dar mensajes claros. No se necesita ningún tipo de droga para ser feliz. El consumo de sustancia hipotecó el pensamiento y los sentimientos de muchos jóvenes. Hay chicos que recurren al porro y al alcohol para olvidarse de todo. Eso es vender una de las cosas más grandes que tenemos: la libertad humana”.

Así lo afirmó en diálogo con Conclusión el cura Fabián Belay, responsable de la Pastoral de Drogadependencia, que sostiene desde 2013 el Hogar del Padre Misericordioso, en Zeballos 668, para personas sin recursos económicos y chicos adictos en situación de calle.

El hogar cuenta con profesionales y voluntarios, un plantel de psicólogos, asistentes sociales y psiquiatras que brindan acompañamiento a aquellos que están atravesados por el consumo y sus familias. “Realizamos un trabajo de recuperación para aquellos que quieren salir adelante. Lamentablemente la problemática viene avanzando, se corrobora año tras año, con el aumento del número de muertes. Por eso también implementamos un dispositivo de internación permanente en barrio Cristalería, y otro ambulatorio en Granadero Baigorria”, detalló.

Belay se ordenó sacerdote el 6 de agosto de 2009, y tuvo como primer destino la Catedral de Rosario. Allí realizaba recorridas junto a los voluntarios en distintos puntos de la ciudad, hasta que el testimonio de un joven que vivía en una plaza lo convenció para trabajar con adicciones. “El muchacho me dijo: ‘Lo único que espero de la vida es morir en esta plaza, ¿qué otra posibilidad tengo?’. Eso me marcó y a partir de ahí me metí de lleno a trabajar en la reinserción”, recordó.

Al día de hoy existen 9 “Centros de Vida”, dependientes de la Pastoral, ubicados en los barrios Tablada, Tío Rolo, La Lata, Las Flores, Ludueña, Larrea, Puente Negro, Barrio Municipal y La Granada. Allí, colaboradores y párrocos caminan las calles en busca de jóvenes vulnerables para ofrecerles un espacio de contención, contacto con otros, capacitación laboral, conexión con programas de inclusión estatal, y para promover su inclusión en clubes, escuelas y hospitales.

“La idea es problematizar la situación a través de distintas actividades. Acompañamos a los jóvenes a instituciones educativas y de salud, y le ofrecemos un empleo a través del programa provincial Nueva Oportunidad. Las personas piden ayuda cuando ya llevan 15 o 20 años en el consumo, lo que se hace muy difícil la reinserción. Los enfermos no piden ayuda porque naturalizan el consumo. Con los Centros de Vida buscamos llegar antes”, explicó Belay.

“Desde hace un año a esta parte sentimos que en Rosario nos escuchan, hay una apertura, y un trabajo que antes no teníamos”

En sintonía con lo que reclama el Papa, la apuesta es dejar las parroquias para escuchar a la gente y actuar en red con otras instituciones. Salir, ganar visibilidad y presencia, trabajar en red con otras instituciones de los barrios, escuchar más a la gente, atender la dramática urgencia que imponen el aumento de las adicciones y el avance del narcotráfico.

“Para Francisco los problemas son la trata, el narcotráfico, el comercio de órganos, y todo lo que tiene que ver con inmigrantes y refugiados. A nivel mundial hay una crisis muy grande, y nos instó a trabajar con los marginados del mundo”, remarcó.

La propuesta ya no es una novedad para una Iglesia que retoma conceptos de acción pastoral que datan de hace más de medio siglo y que recobraron fuerza ahora, gracias a exhortación del Papa a religiosos respecto a comprometerse con la realidad y “salir de sí mismos”.

También, el representante de la Pastoral de Drogadependencia reveló detalles del encuentro que mantuvo con el Sumo Pontífice en Roma. “Fue muy simple. Es un hombre que alienta, que impulsa y que marca el camino. Él está comprometido con estos temas de la ciudad y por eso para mí fue una riqueza que me pueda recibir”.

En relación a la reunión que mantuvo con el presidente Mauricio Macri, analizó que “es bueno el diálogo y la articulación. Estamos trabajando con el Sedronar. Pedimos que se declare la emergencia en adicciones, y hubo respuestas. Vamos a ver de qué modo se lleva adelante. Esperemos que no sea solo un anuncio y haya acciones concretas”.

“Muchas veces el Estado está presente en los barrios, pero no del modo que debe. Hay que readecuar las instituciones estatales. La realidad de exclusión, y el acostumbramiento a que le den cosas, anuló la capacidad de superación de muchas personas que hoy no intentan salir de la marginalidad”.

Para finalizar, el sacerdote llamó a los jóvenes a “no negociar la libertad, que se permitan sentir, aunque sea angustia, y que enfrenten las adversidades. No le vendan el protagonismo de la vida a nada, ni a nadie. No podemos seguir teniendo miedo, hay que animarse a revertir la realidad en la que vivimos”.