Por Marina Vidal

Con el correr de los años han aparecido organizaciones que trabajan para ayudar y ser solidarios con otras personas, entidades que organizan eventos donde la consigna es la donación, fundaciones que trabajan para recaudar elementos o dinero para colaborar, entre otros muchos ejemplos. En este caso, Conclusión conoció la historia de un lugar que realiza una labor digna de ser difundida: ayudar al desarrollo de las habilidades de las personas para mejorar la calidad de vida basándose en la educación como pilar fundamental.

Eso es lo que realiza la Asociación Mutual de Ayuda al Prójimo (Amap), quienes centran su actividad en el barrio Bella Vista Oeste con el objetivo de elevar la calidad de vida de su población a través de educación, capacitación, cultura, recreación y salud. Desde 1991 constituyen  una gran red de trabajo social ampliamente reconocida a nivel local e internacional.

Lo más importante es que las actividades se desarrollan estimulando valores de solidaridad, superación personal, cooperación, inclusión y amor al prójimo.

El origen de Amap se remonta a fines de la década del 80 cuando un grupo de voluntarios, guiados por Elvira García de Trivisonno y su hija Adriana, visitaban las villas miseria de la zona oeste de Rosario para brindar apoyo escolar a los estudiantes, a la vez que asistían con ropa, calzado y contención a las familias. Las clases de apoyo tenían lugar durante la semana en una pequeña capilla. El pastor tomó contacto con su hermana, Alicia Staus, que vivía en el  Gran Ducado de Luxemburgo, hoy presidente honoraria de Hëlleffir Rosario y preguntó si algunos amigos podrían apadrinar a chicos del barrio y le envía 13 reseñas de vida de los casos más urgentes. Todos esos chicos encontraron padrinos en Luxemburgo. A su vez, otros luxemburgueses se contagiaron de la iniciativa y decidieron formar en Europa una asociación sin fines de lucro para apoyar la tarea. Es así como se crean dos asociaciones hermanas: Amap (en Argentina) y Hëlleffir Rosario (en Luxemburgo).

Conclusión se acercó a la sede de Amap para conocer desde adentro la valiosa tarea que realizan con personas de 2 a 90 años. El director, Pablo Cerso, comenzó AMAP_2_fvizzidetallando: “Nosotros trabajamos fundamentalmente en educación. Desde hace 2 años nos dimos cuenta que el distanciamiento entre los padres y los niños era cada vez mayor; en algunos casos porque ambos padres tienen que salir a trabajar, en otros son familias monoparentales que trabajan todo el día también, otros casos sucede que no trabajan pero tampoco se ocupan de los niños ni su desempeño en la escuela y eso va distanciando mucho más la familia”.

Por tal motivo, y entendiendo que no era por maldad de los adultos sino por desconocimiento de cómo manejar la situación, decidieron trabajar en atraer a la familia e integrarla. “Hay madres que empezaron a traer a atraer a los chicos a la biblioteca y ahora están haciendo ellas un curso de capacitación”, explicó Pablo.

Y agregó: “El distanciamiento entre los chicos y su familia ocurre generalmente cuando están pasando por una situación de pobreza durante mucho tiempo y la  indefensión aprendida hace que te quedes ahí y ni siquiera intentes salir. Nosotros queremos generar un cambio en la gente, que quieran superarse, que entiendan que los subsidios son temporales, que deben esforzarse, valorarse emocional y profesionalmente”.

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Biblioteca de Amap

Amap cuenta con 230 estudiantes becados a quienes no les exigen “ser médicos o abogados”, pero sí “un buen desempeño en el estudio u oficio que ellos elijan”.

“El sistema de becas de Luxemburgo fue quien dio origen a esta institución. Consiste en una ayuda directa de una persona (padrino) de Luxemburgo a un estudiante que tuviera buenas calificaciones y que viviera en el barrio. Conocemos relaciones de padrinazgo de muchísimos años donde los apadrinados han viajado a Luxemburgo a conocer a los padrinos y viceversa, es algo hermoso”, relató el director emocionado.

Sin embargo, esta actividad que realizan desde hace 25 años va a cambiar de metodología, ya que la institución Hëlleffir Rosario va a disolverse ya que sus directores son gente mayor que no pudieron conseguir un grupo de sucesores que mantengan el mismo amor y compromiso al prójimo.

“Si nosotros tenemos el resultado que tenemos es porque la gente la tuvimos desde hace 25 años. A partir de ahora será difícil porque de Luxemburgo provenían casi el 50% de los fondos, sin embargo, intentamos conseguir apoyo local tanto del gobierno como de particulares y buscar socios quienes con una pequeña cuota mensual de 100 pesos puedan ayudar a cambiarle la vida a alguien”, manifestó Pablo.

Un jardín que enseña, contiene y alimenta

Pablo evidenció que lo que más se nota en los niños es la falta de afecto. “Cuando el presidente de la Asociación visita el jardín los niños lo esperan con ansias para abrazarlo y compartir con él”, dijo.

Al jardín de Amap concurren niños desde los dos años. La Asociación recibe un subsidio de la provincia, otra pequeña ayuda del municipio y el resto corresponde a donaciones de la gente.

“Creamos una huerta para que ellos estén en contacto con las verduras, las conozcan y la incorporen a la comida. También hacemos clases de cocina con las madre para que sepan cómo cocinar y cómo incorporar las verduras en casa”, detalló Pablo.

Amap cuenta además del jardín con un vacunatorio, consultorio médico, odontológico, biblioteca, club de jóvenes (donde hacen talleres) y cursos de capacitación y oficio para todas las edades. “Trabajamos con aproximadamente 1.000 familias; 250 becados, 500 egresados de los cursos de capacitación, casi 100 chicos en el jardín y otros 100 en el club de jóvenes, 40 en la biblioteca y 20 en alfabetización”, contó el director.

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Taller donde se especializan en electricidad, pintura, albañilería y arreglos del hogar

Pablo Cerso, el director de la Asociación, es un ex becado y se quedó entre las paredes de Amap “casi naturalmente». “Cuando me gradué me ofrecieron una beca para Luxemburgo para ir a estudiar francés, regresé y me ofrecieron colaborar, después ser miembro de la comisión directiva cuando cumplí los 18 y  luego trabajar directamente”, detalló.

“Amap me cambió la visión de la vida, de las cosas. Pensaba ¿cómo una persona de tan lejos me quiere ayudar a mí y está pensando en mí? Te sentís importante para alguien, es un privilegio”.

Pablo conoció a sus padrinos al viajar a Luxemburgo y en varias visitas de ellos a Rosario. “Son mi familia”, dijo el director a la vez que afirmó que cuando son niños pequeños no toman dimensión de la oportunidad pero en algún momento lo valoran.

Metas y objetivos

En Amap trabajan con la autoestima para que los niños y jóvenes consideren su persona como algo importante y al espacio de la asociación lo hagan propio, lo cuiden y lo aprovechen. “Queremos que puedan respetar un horario que puedan mantener una disciplina y cumplir con sus reglas”.

“Amap te da la posibilidad de progresar, es la chispa para encender el fuego y depende de vos mantenerlo prendido. Nuestro corazón es motivar a los chicos para que luchan por lo que quieren, trabajar con el desarrollo de sus habilidades”

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Pablo, Juan Carlos y Belén

Belén, integrante del equipo de Amap y encargada dela comunicación y desarrollo de recursos, manifestó que a nivel personal la hace feliz la visión que tienen a largo plazo”. “Me gratifica la difusión de valores que necesitamos y que se han perdido, es muy gratificante encontrar en la ciudad una asociación que tenga estos valores y una visión de lo que yo creo que el tercer sector debe tener: que es desaparecer a largo plazo y si existimos que sea sólo para trabajar en prevención y no resolver problemas”, compartió.

Pablo consideró al respecto: “Ver los cambios en las historias personales, palparlo y verlo en concreto te da felicidad. Con que de 10 personas podamos cambiar la vida de una es suficiente. No hay que mirar las 9 que no pudiste cambiar. Me hace feliz también saber que afortunadamente nosotros contamos con más vidas que cambiamos de las que no pudimos cambiar y la proporción es al revés”.

Cuando Conclusión lo consultó al presidente de Amap, Juan Carlos Ferrer, qué significaba la asociación para él, su respuesta fue contundente: “Voy  a cumplir 81 años, hace 5 años que estoy acá y me cambió la vida. Soy jubilado y doy  gracias a Dios que encontré aquí un lugar, porque no es un trabajo. El trabajo es ayudar y usar el corazón para ayudar a otro, servir y poder brindar lo mejor que se pueda. Tengo el privilegio de ser el representante legal del jardín y compartir con los niños, que para mí es tener 83 nietos. Las personas deben entender que la vida es solidaridad y servicio, y todo lo demás viene detrás de eso. Amap es una oficina de amigos, donde uno da, pero recibe mucho más”.

Amap empieza con tres letras: Ama, y eso hizo siempre, hace, y hará para siempre con convicción y amor.