Por Alejandro Maidana

El 8 de mayo del 2012 cambiaría la vida de una familia para siempre. Dayana Soledad Capacio, de apenas 17 años, desaparecería para luego ser encontrada sin vida tres días después. Un monte ubicado en la zona de General Lagos albergaría el peor de los escenarios. Un cazador humilde que se desplazaba por el lugar, hallaría el cuerpo de la joven que presentaba un ensañamiento escalofriante.

Desde ese preciso momento, ya que se encontraba muy cerca del cuerpo, fue detenido Maximiliano Ezequiel Tesone, el ex novio de Dayana con quién había roto relaciones hacía por lo menos un mes y medio.

Debido a distintos testimonios que afirmaban que el joven tenía una conducta obsesiva con la adolescente, y los muchos elementos encontrados en la causa, la Justicia lo condenó a 23 años de prisión.

Lejos de dar por finalizada la lucha por conseguir justicia, Hugo Capacio, padre de la víctima, organizó un grupo que no recibe ningún tipo de subsidio estatal y que lleva el nombre de “Sobrevivientes de violencia”.

Asistiendo a víctimas de violencia de género, tendiendo una mano en donde haga falta con una militancia barrial notable, este papá recibió a Conclusión y contó cómo construye en cada paso que da, el sueño de un mundo mejor para todos.

— ¿Qué fue lo que lo motivó a tomar este rumbo en su vida?

— En primer lugar, no quiero ni es mi intención entrar en el campo de la lástima. El cobarde asesinato de Dayana por parte de un ser perverso me cambió la vida radicalmente. No había muchas opciones, y todo aquel que ha perdido un hijo lo sabe. Tenía que elegir entre dos opciones: transformar el dolor en lucha o morirme postrado en una cama. Gracias al afecto de mucha gente hermosa que se cruzó en mi camino, y en honor y en homenaje a mi hija, me puse de pie.

— ¿Cómo surge la idea de crear el grupo “Sobrevivientes de Violencia”?

— Por la necesidad de poder tender redes solidarias a todas aquellas mujeres que sufrieron y sufren violencia machista. Pero no nos quedamos sólo en ese terreno. Articulamos ayudas de todo tipo, como por ejemplo en las últimas inundaciones. Todo sale de mi bolsillo y de algunos aportes de mujeres y hombres que integran el grupo. No recibimos subsidios del estado. Lo que sí estamos esperando es la personería jurídica para trabajar dentro de un marco legal en beneficio de las víctimas.

— ¿Qué es lo que debe hacer una víctima de violencia de género como primera medida?

— Ante todo, no tener miedo. Hay que denunciar y exigir, ya que existen leyes que la ampara. Además, comprender y saber identificar los noviazgos violentos y a los manipuladores. Una cosa que debe entender la víctima es que el sujeto agresivo, obsesivo y manipulador no va a cambiar, son personajes deleznables que para el afuera se muestran moralmente intachables, pero que para adentro de sus hogares son seres temibles.

— ¿Cuáles son las funciones primordiales que cumple el grupo que integra?

— Al tomar conocimiento de la necesidad de una víctima, lo primero que hacemos es contactarnos con ella y tratar de brindarle seguridad, contención, en muchos casos compañía y también asesorarla en lo legal. Articulamos permanentemente con otros grupos a lo largo del país. Estamos viviendo un flagelo que se agiganta día tras día y el cual esperamos sea mitigado en base a la conciencia y a las políticas de género que aun brillan por sus ausencia.

— La justicia suele estar en el foco de la crítica. ¿Qué opinión tiene sobre la misma?

— Por lo vivido y lo compartido con las víctimas, tengo que decirle que es muy ineficaz. Más allá de las leyes existentes y vigentes sobre el femicidio, considero que hay personas que no logran interpretarlas, que no se comprometen y que no asumen la responsabilidad de preservar la vida y brindarles garantías a muchas de las mujeres. No puedo llegar a comprender las actitudes de algunas personas que forman parte del poder judicial. La manipulación y el manoseo suelen ser moneda corriente, pruebas que pierden, la burocracia y la ineptitud exasperan.

Hugo Capacio construyó desde su juventud redes de solidaridad permanente. Bombero voluntario y capacitado en un sinfín de actividades que tienen íntima relación con la ayuda al prójimo, este papá confirma que la única lucha que se pierde, es la que se abandona.