Lo que parece un giro radical de la diplomacia norcoreana y una esperanza de distensión podría no ser más que una trampa tendida a Estados Unidos y Corea del Sur, consideran varios expertos convencidos de que Pyongyang quiere dañar la alianza de 70 años de ambos países.

Tras dos años de bloqueo a causa de los progresos en los programas balísitico y nuclear norcoreanos, la situación da un giro con una reunión de representantes norcoreanos y surcoreanos el próximo martes, el primer diálogo en dos años.

Durante su discurso de Año Nuevo, el dirigente norcoerano, Kim Jong-Un, afirmó que tenía el «botón nuclear» a su alcance en todo momento. Pero sorprendió con un gesto aperturista, al proponer el envío de una delegación norcoreana a los Juegos Olímpicos de invierno de Pyeongchang, en Corea del Sur, el próximo febrero. Un giro de 180 grados del dirigente norcoreano, que hasta ahora había hecho caso omiso a los esfuerzos diplomáticos del presidente surcoreano Moon Jae-In.

Desde entonces, todo se ha acelerado: Seúl propuso negociaciones, el Norte y el Sur restablecieron su línea telefónica y Washington y Seúl decidieron aplazar sus maniobras, mientras que Corea del Norte aceptó el viernes participar en una reunión.

Además, Corea del Norte, que amenaza frecuentemente con reducir Seúl a cenizas, aludió al «presidente» Moon este viernes, algo inusual.

Sin embargo, algunos apuntan que las buenas intenciones de Corea del Norte serían en realidad una treta para perjudicar las relaciones entre Corea del Sur y Estados Unidos.

Demasiado champán 

Corea del Sur y Estados Unidos no están exactamente en la misma línea. Mientras que Moon defendía el diálogo antes incluso de asumir la presidencia, en mayo, la Casa Blanca exige medidas concretas a Corea del Norte de cara a su desarme antes de iniciar cualquier negociación.

«Es evidente que el discurso de Año Nuevo de Kim busca abrir una brecha entre Estados Unidos y Corea del Sur», declaró a la AFP Park Won-Gon, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Handong. «Para Corea del Sur, sobre todo, no hay que jugar el juego del Norte».

Kim y Trump llevan meses intercambiando excesos e insultos. Este último se jactó en los últimos días de tener un botón nuclear «mucho más grande» que el de Kim Jong-Un.

Del mismo modo, el asesor de Trump para la seguridad nacional, H.R. McMaster, advirtió que quien considere tranquilizador el discurso de Año Nuevo del líder norcoreano es que ha «bebido demasiado champán durante las fiestas».

Según algunas fuentes, la CIA advirtió a Trump que solo contaba con un «marco de tres meses» para actuar si deseaba impedir que Corea del Norte se dote de un misil intercontinental capaz de enviar una bomba atómica contra Washington.

Bocanada de aire

Para Jon Wolfsthal, director del control de armamentos en el Consejo de Seguridad Nacional durante la administración Obama, Estados Unidos no le ha dado otra opción a Moon más que «seguir su camino».

«Para Kim, era fácil lanzar una ofensiva de seducción para dividir la alianza», declaró en Twitter.

«Al parecer, a Kim le preocupaba la posibilidad real de que Estados Unidos adoptara la opción militar. Encontró el modo de evitarlo» reanudando el diálogo con el Sur, explicó a la AFP Koh Yu-Hwan, profesor de la Dongguk University.

«Aprovechando los Juegos de Pyeongchang, el Norte toma una bocanada de aire frente a las asfixiantes sanciones y a las presiones», consideró Kim Dong Yub, de la Universidad Kyungnam, de Seúl.

Nada puede asegurar que esta tregua vaya a durar, sobre todo si las maniobras de Corea del Sur y Estados Unidos comienzan en cuanto acaben los Juegos.
«Los gestos simbólicos como una participación en los Juegos en unas conversaciones en Pnamunjom, por sí solos, no sirven de nada», apunta Adam Mount, de la Federación de Científicos estadounidenses.

«Pero si permiten una pausa en los ensayos (de misiles) o si son una etapa hacia otras conversaciones, son vitales».