«No habrá golpe», era el grito de unos 300 militantes del oficialismo que acompañaron a Dilma en su visita al ex presidente Lula da Silva. La mandataria arribó a primera hora de la tarde al domicilio de Lula, en una clara señal de respaldo.

Lula, uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores y presidente de Brasil entre 2003 y 2010, fue trasladado por la fuerza el viernes y declaró durante tres horas a la Policía por su supuesta implicación en el escándalo de desvíos en la petrolera estatal Petrobras.

Tras la declaración, el ex presidente dio una conferencia y participó de un acto político en el que denunció la «persecución» en su contra. Lula rechazó las acusaciones por blanqueo y enriquecimiento ilícito y dijo que los opositores tendrán que derrotarlo políticamente «en las calles».