Por Santiago Fraga

Trompetista, amante de los vinos y la música, escritor, humorista, hombre de los medios, rockero de antaño y pionero del jazz en Argentina; un crítico de la escena del rock actual que supo codearse con los íconos más grandes que ha creado en la historia el país como Luca Prodan y Luis Spinetta; opina que “tiene más futuro la radio que la televisión”, tiene escrito un libro pronto a publicarse y se considera alguien feliz. Gillespi, alguna vez conocido como Marcelo Rodríguez, es un libro abierto en el que el contenido supera ampliamente a la portada y que el público todavía puede disfrutar.

En el marco del Día Internacional del Malbec, este domingo 17 de abril se presentará a las 19 en el Teatro Vorterix de Rosario para amenizar una velada que mezclará al jazz con uno de los varietales estelares del país, en lo que según sus palabras “hacen un buen maridaje”, como diría también un sommelier.

Previamente, Conclusión mantuvo una extensa charla con el músico, que además de presentar su show realizó un repaso por sus múltiples facetas de vida, de la música, y opinó respecto al ambiente del jazz y el rock en Argentina, considerando que desde la época de los titanes que coparon hispanoamérica con su música ha habido una especie de retroceso cultural, que produce que la gente no vaya a ver más a los artistas con “propuestas arriesgadas” y afecta directamente en la calidad de lo popular.

Además, consideró que el disco “está en su momento más crítico”, al tiempo que toma fuerza la autogestión por sobre las discográficas; se refirió al jazz como una “música que desnuda el poder de los instrumentos”; comentó que en estos tiempos es difícil que los jóvenes se vuelquen a este género o directamente al aprendizaje de un instrumento; y anunció tendrá dos programas de radio y publicará su cuarto libro a mitad de año.

Con un estilo de vida a lo “paso a paso”, como diría Reinaldo ‘Mostaza’ Merlo, y que él considera como “una carrera de resistencia en vez de una de velocidad”, Gillespi se fue haciendo un nombre en el ambiente de la música argentina, tanto que hoy es una palabra autorizada hecha a base de esfuerzo y un perfil moderado.

–Una vez más volvés a Rosario, ¿Cuáles son tus sensaciones, teniendo en cuenta también el contexto del Malbec World Day?

–Es una muy buena excusa para volver a Rosario. De todas formas soy un amante del vino, históricamente me gusta mucho y disfruto mucho de él, de la buena comida. Soy medio sibarita, entonces le he invertido un montón de dinero al Malbec en todos estos años comprando botellas de vino, así que esta bueno que el Malbec me devuelva un poco a mí esa inversión.

–¿Tiene relación un buen vino con una buena canción?

Si, claro que tiene relación, porque está ligado al disfrute. Yo soy de esos que disfrutan una buena comida, de ir a un restaurant y comer algo rico, o la comida étnica, y me gustan mucho los vinos y creo que es parecido a poner un buen disco de jazz o escuchar una banda que a mí me guste y disfrutarlo. Creo que por ese lado el tipo de música que hago yo y el vino están emparentados, porque la música instrumental, la música de jazz, es una música para curtirla tranquilamente; no es música para bailar, ni música que suene en las radios, ni en la televisión, es música muy especial. Así que por ese lado es toda la misma situación que la gente se va a encontrar el domingo de tomar un buen vino y escuchar la banda mía, y creo que hacen un buen maridaje, como dicen los sommeliers.

–En el jazz se suele generar un ambiente especial, distinto al de otros géneros, sobretodo cuando se está del lado del espectador. ¿Vos cómo lo describirías, tanto arriba como debajo del escenario?

–El jazz es una música que de alguna manera desnuda el poder de los instrumentos, por decirlo así. A diferencia de un montón de otras músicas populares, como puede ser el rock o cualquiera de las expresiones de música popular, donde lo que brillan son los cantantes; la gente tiene ojos solamente para ver al cantante; y las chicas gritan solamente cuando aparece el cantante, el jazz es una música donde lo que brillan son los instrumentos y las sonoridades de los instrumentos. Los instrumentos de viento, el saxofón, la trompeta, el trombón, o el piano, el bajo, tienen posibilidad de lucirse y no ser sólo un instrumento de acompañamiento como en otras músicas. Por otro lado, es una música que te requiere cierta atención (como espectador), porque si vos no empezás a meterte en la historia te aburrís muchísimo. No es una música que se curta si vos no te involucras un poco como oyente, si no viajás, si no empezas a seguir al solista con los delirios que se empieza a meter. Te implica eso, es como participativa, si el oyente no le quiere poner onda la pasa pésimo con este tipo de música; porque queda afuera, se aburre, no entiende nada, se pone molesto. Es medio extraño.

–Así como hay un “rock nacional”, ¿Existe también un “jazz nacional”? ¿Sentís que hay un ambiente o hay que buscar afuera?

–Hubo un momento hace unos 8 o 10 años atrás, en el 2000 y algo, que se estaba armando un buen ambiente de jazz argentino. Fue el momento donde todos empezamos a grabar varios discos, donde surjo yo, Javier Malosetti, (Luis) Salinas, (Daniel) Pipi Piazzolla con Escalandrum y Aires; somos todos medio como de la misma camada y fue un momento alucinante porque sucedía que Malosetti tocaba en el ND Ateneo, yo por ahí tocaba en La Trastienda un viernes, Salinas tocaba en el Opera: estaba cada uno llenando un teatro grande o metiendo un montón de gente, era increible. De ese momento un poco se retrocedió sinceramente, es como que volvió el jazz a los clubes pequeños, a los lugares de 100 o 200 personas.

–¿Y culpa de qué sería?

Nah, que se yo. Yo creo que es lo que también le pasa a cierto tipo de rock. Sinceramente, por ponerte un nombre, yo no sé si Diego Frenkel hoy mete un Gran Rex lleno o también toca para 100 o 200 personas. Hay gente que antes con propuestas más arriesgadas metían un montón de personas porque el público también veía esas propuestas, hoy… yo creo que hemos retrocedido un poco culturalmente en el país, y la consecuencia de eso es todo esto. Me parece que hoy, por hacer una especie de hipótesis en el aire, yo no sé cuanta gente llevaría un Spinetta hoy en día. Hoy el paladar popular de la gente ha ido a grupos como La Beriso o Las Pastillas (del Abuelo), por decir un nombre y sin desmerecerlos porque los respeto.

–¿Son las propuestas de las bandas las que se estancaron o pensas que hay cosas pero la gente no va?

–Hubo una cantidad de episodios medio desafortunados que desencadenaron esto, que fueron las muertes de Pappo, del Flaco Spinetta, de Gustavo Cerati, la internación de Charly García en su momento y de la cual nunca se terminó de recuperar del todo bien, (Andrés) Calamaro se fue a vivir a España, el Indio Solari no toca nunca, una vez por año. Todo ese vacío gigante que quedó fue ocupado por un montón de otros grupos que venían ahí peleandola con otra estética, con otro recurso, pero… yo no vibro tanto con ellos como vibré con todos estos artistas que te mencioné antes, que para mí además de todo fueron como un estandarte del rock argentino en todo Latinoamérica, en España y en todo el mundo de habla hispana. Para mí todos estos artistas fueron geniales e instalaron el rock argentino en lo más alto del rock en español. Yo he conocido anécdotas de gente como Moris, o Ariel Roth, o Calamaro, que llegaron a España y eran considerados dioses, porque el rock español no le llegaba a la altura al rock argentino, y lo mismo en Latinoamérica con Soda Stereo, Cerati o Charly, que iban por todos lados incluído México y la rompían porque los grupos locales no llegaban a tener el nivel que tenían ellos. Hoy yo no lo veo eso, yo no veo que nuestro rock conquiste, al contrario, yo veo la entrega de los Grammys y ganan todos mexicanos, venezolanos, colombianos, etc.

–¿Ya no existe más el rock argentino de exportación?

–No, porque ese rock nuestro que tenía esa sensibilidad medio tanguera que tenían Spinetta, Cerati, Charly, Fito (Páez), las bandas nuevas no lo tienen porque van hacia otro lado. Por dar otro ejemplo, yo veo Illya Kuryaki, con todo respeto, con otra banda latina y no encuentro tanta diferencia, entonces no sé si esa estirpe de rock está representada hoy. Yo creo que hubo una especie de globalización donde ha quedado eso, todo lo latino, el rock barrial, y por ahí no lo que hacían los grandes compositores, los grandes genios, que marcaban la diferencia. Vos escuchabas un fragmento de Charly o de Spinetta y los tipos realmente eran como Mozart; ahora todo lo que se escucha es vulgar, hay canciones de hoy que las puede componer tu primo, vos o mi hijo de 12, y las letras también. No sé si tenemos esa calidad de poetas y músicos. Cada tanto aparece alguno que me sorprende, Lisandro Aristimuño es un flaco que apareció de la Patagonia y resultó que era un genio, yo estoy seguro que habría bandas que me volarían la cabeza y no las conozco, porque seguro que tiene que haber. Pero bueno… me parece que estamos pasando por esta situación de que perdimos esa punta de lanza que eramos nosotros a nivel rock en latinoamérica.

–En cuanto a la juventud, ¿Vos pensás que aquellos que aprenden hoy un instrumento pueden interesarse por el jazz o generalmente la tendencia es más del rock?

–Me parece que cada vez es más dificil volcarte al jazz, y a estudiar seriamente a los instrumentos. Pero es por una cuestión de la época que vivimos. Porque si vos tenés que atender el Facebook, el Twitter, el Snapchat, el no se qué, y aparte estudiar trombón, y… vos no le vas a poder dedicar 5 horas como un tipo de los años 50′ que no tenía una puta cosa que hacer. Salvo ponerse frente a un trombón y una partitura. Hoy tenes millones de entretenimientos, series, Netflix, Internet, Youtube, y después si te queda un rato tocás un poco el trombón. Me parece que es difícil que vuelvan a salir semejantes monstruos de la música como antaño.

–¿Los sellos discográficos tienen influencia en estos cambios?

Y sí, los sellos influyen y ahora tienen un gran problema, financiero sobretodo. Entonces, si bien fueron los villanos de la película históricamente y los músicos nos hemos cansado de insultar a los sellos discográficos a lo largo de la historia, la verdad es que ahora les ha tocado perder. Si vos te pones a hacer un desglose de lo que son los gastos, y lo que cuesta armar un disco, distribuirlo y eso, te das cuenta ya que el negocio es inviable. Por decirte algo, un CD fabricarlo te sale 60 pesos de repente, por decir un número, y para llevarlo a una disquería de Lomas de Zamora tenés que gastar 60 o 70 pesos más de remis. Cuesta más el remis que el disco en sí mismo. Las cuestiones cambiaron muchísimo y este es el momento más crítico del disco. También particularmente porque están desapareciendo las disquerías donde los vendían y con las discográficos pasa lo contrario que con la industria editorial. Sale mucho más caro piratear un libro que un disco, y todavía no hay tampoco una gran costumbre de leer libros digitalmente en la compu, entonces sigue siendo un negocio fenómeno el negocio editorial, mientras las discográficas están en la lona. Entonces es difícil ponerte en el lugar de ellos. Es facil como insultarlos o gastarlos pero también cuando pensas que es un negocio como cualquier otro, que el tipo que se sienta en el sillón de la Sony o la Warner necesita que le dé ganancias, y aparece el mejor disco del planeta de Dino Saluzzi, o de Liliana Herrero o de… Dios, no sé, del Gato Barbieri; si el tipo va a perder guita con ese disco, no lo termina editando y edita Agapornis, vos lo querés matar, pero el tipo dice pero te dice que de cada disco necesita vender 10 mil o 15 mil copias, y cómo las vende con Dino Saluzzi. Entonces se ha plantado un nuevo panorama para los músicos, que es el de la autogestión y de pensar el disco desde otro lugar. Sintetizando: hay que hacer discos baratos -no se puede delirar más como antes en horas y horas de estudios y costos muy grandes de grabación-, o grabarlos con soportes hogareños -digamos, armarte un ProTools en una computadora y grabar en un garage un disco-. Después lo tenés que regalar con la entrada, cobrando capaz 160 en vez de 120 y dándole el disco de regalo, y ya toda esa gente que te fue a ver tiene tu disco, se familiariza con las canciones, se encariña con la banda. Hay que pensarlo desde ese lugar, ya no es un negocio fabuloso en sí mismo el disco, en realidad es un soporte publicitario de la banda.

A la hora de consultarle sobre quienes lo influenciaron más en su carrera musical, la danza de nombres comienza a desplazarse sobre un amplio repertorio. Dividiéndolo en diferentes etapas, a nivel de “postura frente a la música”, cómo afrontar el escenario y el show, sostuvo que su mentor fue Luca Prodan. “Luca y de todos los chicos de Sumo en general, como Petti (Roberto Pettinato). Por ese lado aprendí y valoro mucho esa enseñanza porque para mí Sumo fue una especie de facultad, de conservatorio. Yo era muy joven y la actitud que tenían ellos, esa rebeldía en el escenario, me sirvió mucho hasta el día de hoy para plantarme yo mismo en un escenario”. Como trompetista el nombre sale fácil: Miles Davis. “todo lo que puede hacer un trompetista lo hizo él”. Como compositor, el Flaco Spinetta, Charly García, y hasta se animó a abrir el juego y recordó al folclorista Gustavo ‘Cuchi’ Leguizamón y al brasileño Jobim (“que metió la bossa nova en el mundo”).

A nivel de lo que es producir la música hogareñamente, “o con los elementos en tu casa”, Gillespi contó que aprendió mucho del rosarino Litto Nebbia: “Fue el productor de mis primeros discos, lo admiro mucho, y está todo el tiempo produciendo música, siempre yendo adelante; una locura admirable”. Finalmente, cómo aprender hasta dónde puede llegar una banda de rock: Los Beatles. “Más que ellos no se puede llegar, desde adolescentes con Love Me Do hasta grandecitos y ya limados”.

–¿Y Gillespi a quién se parece más?

–Yo soy más difícil de decodificar en el sentido de que tengo un perfil y una forma de ser que la gente la aprecia con el tiempo. No soy ni lindo, ni carismático, ni nada al comienzo, pero después empiezan a decir: “Ah, pero es bastante gracioso”, “Ah pero toca bien la trompeta”; y ahí empiezo a gustar. Lo mío pasa por otro lado. En vez de hacer una carrera de velocidad es una carrera de resistencia. Cuando me hicieron la primera tapa de Espectáculos de Clarín, que para mi fue todo un hito, el periodista me dijo: “Vos te ganaste esta tapa por lo que hiciste, pero también por lo que no hiciste, porque en Argentina todos la embarran, hacen una cosa buena y a los diez minutos se mandan una cagada, vos evitaste hacer las cagadas, siempre trataste de defender buenos valores”. Dentro del humor también, siempre me maneje con un (Alejandro) Castelo, con un (Alejandro) Dolina, en ese palo. De hecho, habitualmente dos o tres veces al año me llaman para formar parte en paneles en la tele, y generalmente es buena plata para ir a opinar cualquier gilada de los que están y ser inimputable, te bancaste un rato ahi y despues te vas a tu casa. Pero preferí no hacer televisión antes de hacer eso.

–Hace tiempo que estás escribiendo un libro, que según detallaste consiste en charlas íntimas que has tenido con distintas personalidades del rock y la música. ¿Cómo viene ese proceso?

–El libro ya lo terminé; está entregado. Este es mi cuarto libro, y no es que sea un escritor prolífico pero igual cada dos años termino sacando un libro, y se van sumando. En ese sentido las hago porque quiero hacerlas, no sigo ninguna regla ni del mercado, ni del sistema, ni de lo que se debe hacer. Trato de que siempre esté esa motivación de hacer lo que quiero. Yo creo que soy feliz, porque nunca hago lo que no me gusta, esa es mi definicion de la felicidad. Soy feliz porque mi día es lindo, porque voy a hacer cosas que me gustan, porque no tengo que hacer nada obligado; fluir y tratar de pasar por esta existencia lo mejor posible. El libro va a salir en junio o en julio. En un par de meses. Todavía no tengo el título, aunque sí unos tentativos.

–Y a su vez también este año vas a estar en dos programas de radio. (NdR: Uno ya está en marcha, junto con Malena Pichot, llamado “Burundanga” -por FM Rock Nacional-, mientras que el otro comenzará a fines de abril: “Diario de un hombre rana” -BitBox FM 93.3-).

–Con la radio me siento cada vez mejor. Es un romance que va creciendo. Yo empecé en el 91′ o 92′, y ya tengo 24 años de esto, laburando todos los años sin ningun tipo de parate. A pesar del tiempo cada vez me gusta más y me parece que está bueno.

–¿Pensás que todavía le queda mucho tiempo a la radio?

–La radio es compañía, la radio siempre va a existir de alguna manera. Por más que la tecnología avance, y esté Netflix, o lo que sea, la radio ocupa ese espacio cuando estás lavando el auto, o cuando estás en el bondi o caminando por la calle, siempre tiene su espacio y siempre es un chabon que te va a hablar a vos, y la gente sola siempre va a existir, la gente que necesita alguien que le converse a la noche. Me parece que tiene más futuro la radio que la televisión. Y me refiero a la televisión como el formato de “canales”. Yo creo que dentro de unos años va a ser todo pay per view, que te vas a meter a una página de Canal Trece y ves lo que quieras ver, pero la radio en el auto, la radio para los viejitos, para el sereno que está laburando, va a seguir existiendo.