La vida del artista suele tener tantos altibajos como momentos de éxtasis absoluto. No ser valorado en un país que posterga este tipo de manifestaciones, golpea con la fuerza de un yunque y empuja a quienes interpretan las mismas, a la marginalidad.

Pensar, re pensar, crear, construir, desconstruir, palabras que pueden sonar abstractas, pero forman parte del inagotable bagaje de ideas de aquellos que desde muy chicos, ya tienen la certeza de cuál será su camino y lo espinoso que resultará transitar por el mismo.

Fernando Rossia no le escapa a la lógica mencionada con anterioridad, afincado junto a su familia desde el 2014 en Friburgo, Alemania, pasa sus días imaginando mundos a los que suele visitar acompañado de un lápiz y papel.

El notable artista rosarino que en la actualidad disfruta como una  de sus últimas creaciones, Ciro Todorov, se consolida en el canal infantil Paka Paka, le brindó un valioso tiempo a Conclusión.

“Cuando sostengo que nací con un lápiz en la mano, no exagero. Recuerdo que de niño para que en lo particular no me aburra a la hora de visitar a los parientes, me llevaban un blog de hojas y las conocidas biromes bic. Con respecto a las hojas, éstas estaban escritas de un lado, ya que mi papá trabajó mucho tiempo laboratorios farmacológicos y las recetas ocupaban un espacio importante”, indicó Rossia.

El primer trabajo suele ocupar siempre un espacio importante en la memoria de las mayorías, y la de Fernando no es la excepción, “pese a que pueda sonar raro y que no se la emparente con el lado artístico, me tocó trabajar una temporada de verano en un taller donde se armaban ataúdes, esto fue en barrio La Guardia, en zona sur. Este trabajo me marcó mucho, más allá de lo dramático, pude percibir que había en ello toda una construcción de la teatralidad, todo un escenario que se montaba”. El artista se contempló en dicho escenario, elevando así sus sentidos puediendo atravesar esa tan oscura tarea.

Las extensas rondas de chistes a las que lo sometía el dueño de esa actividad, le mostrarían a Rossia un camino ligado a un humor muy especial, “la temática era tan oscura que para no caer en una depresión segura, esta persona se refugiaba en esto. En cierta manera esto influyó en mi tipo de humor, en cómo juego con el humor negro, con el humor punzante”.

La carrera universitaria, las confusiones internas

La finalización del secundario y la profundización de una vocación inquebrantable, el derrotero del artista comenzaría a abrirse paso. “Si bien el dibujo era lo mío, también  me gustaba crear, por ello me metí en la facultad de ingeniería electrónica. No llegué a completar un año, fue una verdadera tortura que me lleva a caer por accidente a la carrera de Bellas Artes, en donde fui y vine muchísimas veces”, enfatizó.

La lucha interna de Fernando Rossia entraría en ebullición, la batalla entre las artes más académicamente conocidas y el cine como algo más popular, un verdadero hormiguero mental que lo confundían una y otra vez.

“Me tiraban cosas de uno y otro lado, me atraían mucho las mentes abiertas del alumnado de la escuela de cine, pero mi pasión por la historieta me empujaba hacia otro lado. Un intríngulis del que pude rescatar muchísimas cosas positivas y enriquecedoras”.

La escuela de la calle, de la necesidad

Para llegar a la meta no se debe escatimar suela, eso es algo que este talentoso rosarino entendió a la perfección. “Hice todo tipo de trabajos, pero yo quería vivir de las historietas, de mis ilustraciones, y eso en la universidad no se ensañaba, era un micro clima totalmente aislado de la realidad. Si bien sospechaba eso, confirmarlo fue otra cosa, cabe destacar que los editores no te piden las calificaciones obtenidas, ellos quieren ver tus trabajos y a través de ellos lograr ese feeling, esa piel que hará que tus personajes puedan cobrar vida”, relató.

El objetivo que se busca alcanzar con la carrera universitaria es diverso, muchos sólo persiguen solo el título, otros, como el caso de Rossia, alimentar su curiosidad. “Para mí la universidad fue un ingrediente más a mi verdadera carrera, pero los más contundentes y jugosos, los encontré en personas que en sí mismas eran verdaderas instituciones. Nombrar a Eduardo Risso, uno de los más grandes dibujantes de comics del mundo que se encuentra en Rosario. Con Eduardo al día de hoy somos amigos, le voy a estar por siempre agradecido a la gran mano y a los consejos que me brindó sin mezquindad alguna”.

A través de Risso pudo llegar a otro grande que terminaría por marcar a fuego sus días, Carlos Meglia. “Me voy a vivir a Buenos Aires, en donde busco ponerme en contacto con esta otra institución del dibujo, el destino volvió a jugarme una buena pasada ya que el estudio de Carlos se encontraba solo a 4 cuadras de donde yo residía. Apenas nos conocimos nos miramos y supimos en ese preciso instante que éramos de la misma tribu, a él le estaba faltando un cebador de mate, lo que para mí era el pasaporte para poder hacerme de todos sus conocimientos, estar viviendo junto a él su backstage de manera constante. Significaban para mí 50 universidades comprimidas, todas en uno”.

Pero no le bastó con estos dos monstruos, ahora fue por Carlos Gorriarena, unos de los tótem de la plástica argentina. Una demostración cabal que cuando se abraza un sueño, la perseverancia es la herramienta indicada para transformarlo en realidad.

“Un verdadero maestro, un divino, en ese entonces yo no tenía un mango y le dije que iba a tratar de conseguir una beca para poder participar de sus talleres. No me dejó, inmediatamente me dijo te beco yo, el ya había visto algunos de mis trabajos y es por ello que me invitó a participar. Articulando el verso de la combinación de ómnibus, llegaba una hora antes al taller, cosa que a cualquier otra persona le hubiese molestado, el solo sonreía a sabiendas de mi artilugio, eso me sirvió para tenerlo a Carlos una hora para mí solo exprimiendo su sabiduría”, indicó el ilustrador.

Tiempo de grandes obras y consolidación personal

“A mi trabajo podemos dividirlo en tres líneas, pintor, ilustrador y realizador audiovisual, dentro de este último tenemos a la animación de dibujos animados y mi experiencia como titiritero”, cuenta Rossia.

Cortometrajes como “Gente seria” en 1996, lo llevarían durante años a realizar trabajos con el guionista Luciano Saracino que aún permanecen en la olla a presión. “Junto a Luciano armamos una dupla muy interesante, él en los textos y yo en la parte de imagen, gracias a ello pudimos publicar unos 20 libros para el público infantil”.

Diferentes editoriales de Puerto Rico, China y España han sabido contratar los servicios de este gran ilustrador nacido en la ciudad. En el horizonte asoma una figura un tanto dark que hará las delicias de los más chicos, el es Ciro Todorov. “Este es un proyecto que iniciamos junto a Saracino hace un año atrás con la productora Focus para transmitirlo por Paka Paka. La serie cuenta con 26 capítulos de 7 minutos aproximadamente, la misma está inspirada en el personaje Ciro Todorov al que le dimos vida junto a Saracino”.

                                 

“A este niño un tanto truculento le encantaría ser considerado un asesino serial, pero lo cierto es que nunca mató a nadie, pero alardea bastante. Podríamos compararlo con el estilo de los Locos Adams de los años 50”.

El Gondolero y la ballena, Dorotea, Los cuentos del fondo del mar, son sólo algunas de las muchas obras que han cobrado vida gracias a Fernando Rossia. Pero el abanico del arte y la pasión es muy amplio, es por ello que la pintura comenzaría a ganar terreno, “en el 94 arranco muy tímidamente a pintar, lo mío siempre fue así, pese a que no estén dadas las condiciones comienzo con algún proyecto. Vale la pena traer el recuerdo de algo que me pasó cuatro años después bajo una vulnerabilidad económica importante, encuentro una resma de hojas y temperas, y allí mismo de manera compulsiva empiezo a pintar y a dibujar para terminar en menos de una semana. Luego pasé a la pintura sobre tela, cosa que me hizo conocer a muchas personas, esto funciona así, se va abriendo paso de manera constante”, sostuvo.

Sería una galería de Iowa, Estados Unidos, quién en el año 2000 comenzaría a comercializar sus trabajos. Puntapié inicial de lo que sería un viaje por distintas partes de Europa, España, Francia e Inglaterra que recibirían sus grandes obras. “Esto me permitió tener una agenda propia, en este derrotero de extensos kilómetros, hay dos cosas muy importantes que sucedieron en mi carrera, poder participar en el evento Art Basel de Miami, algo increíble, como la subasta que organiza el Museum of Latin American Art (MOLAA).

El 2018 lo encuentra trabajando para la galería Irazoqui de Miami, en donde año tras año expone sus obras. “En pocos días también estaré participando de una subasta junto a artistas locales de Friburgo, Alemania, lugar en el que me encuentro residiendo junto a mi familia en la actualidad”, concluyó.

Su mundo cabe en un estudio, sus fantásticas ideas pululan de manera incesante por su cabeza, los días del artista están sujetos de manera constante a la creación, un camino en donde los sueños se convierten en realidad en un abrir y cerrar de ojos.

Foto principal: Matías Kritz