Los perros no confían tanto en sus ojos como en su nariz y oídos, pero aprovechan al máximo la luz ambiental y de noche se mueven con facilidad, siempre y cuando la oscuridad no sea total. De manera similar, los gatos ven unas siete veces mejor que nosotros en la oscuridad y su visión diurna es más borrosa.

Tenemos una idea bastante clara de cómo ven nuestros peludos gracias al estudio comparativo de sus retinas. Esta capa del ojo posee dos tipos de células:

  • Conos, responsables de la percepción de colores y la visión detallada, y
  • Bastones, encargados de la visión en luz tenue, y sensibles al movimiento.

Los bastones predominan en la retina de perros y gatos, por lo tanto, su visión nocturna y su captura y procesamiento de imágenes es mejor que la nuestra. Si estando quieto a varios metros de tu perro, él no te reconoce, seguro que lo hará cuando comiences a moverte.

Además, sus ojos cuentan con el tapetum lucidum, que es parte de la coroides y está justo detrás de la retina. Esta capa refleja la luz como un espejo; en consecuencia la luz que entra por la pupila impacta la retina desde afuera y también al rebotar sobre esta capa. Esto aumenta sensiblemente la cantidad de luz que llega a la retina. En las fotografías con flash, el tapetum provoca el efecto de «ojos rojos», que en realidad incluye “ojos azules, verdes o amarillos”. Como los humanos no tenemos tapetum, el efecto de “ojos rojos” ocurre porque la velocidad del flash es tan rápida que nuestras pupilas no se contraen a tiempo, y los vasos sanguíneos que normalmente están en el fondo del ojo se reflejan en la foto.

Los receptores que hacen posible que distingamos los colores se llaman conos. Nosotros tenemos tres tipos: uno sensible a la luz roja, otro a la azul y otro a la verde. Los perros y gatos solo tienen dos tipos, carecen del rojo y no pueden distinguir rojos, rosas, o naranjas. Los perciben como amarillos. Tampoco ven los colores tan vivos o saturados como los humanos. Sin embargo, tanto gatos como perros perciben el azul-violeta, verde-amarillo y diferencian tonos grises.

El campo de visión del perro es de 250º y el del gato, de 200º. Sin duda, poseen una mayor visión periférica y panorámica en comparación con los 180º que podemos abarcar los humanos con nuestros ojos. Sin embargo, esto es inversamente proporcional a la percepción de la profundidad, es decir, a mayor separación entre los campos visuales individuales, menor visión binocular o integración de lo que ambos ojos ven, en una sola imagen.

Nuestros peludos tienen mayor dificultad para ver objetos cercanos, pero su percepción aumenta si el objeto se mueve. Cuando un humano ve muy bien se dice que su visión es 20/20, es decir, que puede distinguir objetos a una distancia de 20 pies o 6 metros. En general, los perros tienen una visión 20/75, lo cual significa que ven un objeto a 6 m ¡como nosotros lo veríamos a 23 m de distancia!

Otro dato curioso es que en la televisión las imágenes se emiten a una velocidad aproximada de 60Hz; así se superponen y podemos verlas en movimiento, pero con nitidez. La fusión de parpadeo de un perro parece producirse a una velocidad superior, de 70 a 80Hz, entonces verían pasar las imágenes más lentamente, entrecortadas, como una serie de diapositivas en cámara lenta en una presentación de Power Point.

Solo las aves rapaces nocturnas tienen una visión crepuscular mejor que la de los mininos. Las pupilas de los gatos son tan especiales que pueden volverse redondas por la noche para aprovechar la mínima iluminación, o volverse una línea vertical durante el día para reducir la incidencia y reflejo de la luz. Esto les permite enfocar con rapidez. Sus bigotes también le ayudan a orientarse pues en su raíz hay nervios, vasos y músculos que permiten moverlos y detectar cambios de temperatura, corrientes de aire, y hasta evaluar el tamaño de una rendija para saber si puede pasar por allí. Estas vibrisas o pelos especiales se encuentran también en la frente, mejillas, barbilla y parte posterior de sus patas delanteras.

Por su parte, los perros utilizan otras pistas para orientarse, como la posición, el brillo, el olfato y el oído. Por ejemplo, los perros que guían a los ciegos para cruzar una calle seguramente no distinguen la luz roja de la verde en el semáforo, sino que observan el brillo o la posición de la luz, el flujo del tráfico y las personas y el ruido de los coches. Todo ello en conjunto le dirá a nuestro guía el momento correcto para cruzar.