Investigadores de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTDF) desarrollan un proyecto en la Isla de los Estados, en las cercanías de Tierra del Fuego, cuya misión principal es lograr la conservación del huillín, un tipo de nutria nativa de la Patagonia que está en peligro de extinción y posee una subpoblación activa en el paraje donde está emplazado el Faro del Fin del Mundo.

El huillín es definido por los especialistas como uno de los animales más autóctonos de la región pero también uno de los más desconocidos, tal vez porque sus hábitos solitarios y nocturnos hacen que pocas veces pueda ser divisado por seres humanos.

Afectado por la caza a partir de la década del 50´, durante el boom de la industria peletera, la especie se refugió en tres lugares del país donde hay constancia de su existencia: los parques nacionales Nahuel Huapi (en Río Negro) y Tierra del Fuego, y la isla que inspiró a Julio Verne, donde su última amenaza podrían ser las cabras y los ciervos colorados.

Se trata de especies exóticas introducidas por el hombre sin medir el impacto que podían ocasionar al ecosistema, tal como ocurrió con el castor canadiense en todo el territorio fueguino.

«Las nutrias son parte importante del ambiente porque pertenecen a los llamados predadores tope. En Tierra del Fuego son los únicos animales nativos de esta característica, junto con el zorro colorado. Su rol es clave porque mantienen el equilibrio dinámico del ecosistema», explicó Alejandro Valenzuela, docente investigador del Instituto de Ciencias Polares, Ambiente y Recursos Naturales de la UNTDF.

Valenzuela, que también integra el Conicet, encabezó en octubre la segunda campaña a la Isla de los Estados para estudiar al huillín y recolectar las primeras evidencias de la situación de la especie en ese lugar.

«Recorrimos casi todas las bahías y fiordos de la isla en busca de signos de presencia de este animal, que es muy difícil de observar. Colocamos cámaras trampas en madrigueras, que se activan con el movimiento y filman videos o sacan fotos. Este año retiramos las primeras memorias y así obtuvimos los resultados iniciales», detalló el investigador.

Las primeras conclusiones del trabajo poseen un aspecto contradictorio: por un lado, demuestran que el número de ejemplares «es muy importante en la isla e incluso mayor al que esperábamos», dijo Valenzuela, aunque por otra parte detectaron el peligro potencial que implican las especies exóticas.

Los investigadores definen a esta nutria patagónica como un «animal subacuático», que vive parte del tiempo en tierra y parte en agua, se alimenta de peces y algunos moluscos, y hasta el momento tuvo como principal amenaza a los seres humanos, no solo por la caza, prohibida desde los 80, sino por las construcciones y el uso de cursos de agua donde instalan sus madrigueras.