La elefanta Mara cumple hoy su primera semana en el Santuario de Elefantes de Brasil ubicado en el Mato Grosso, al que fue trasladada desde el Ecoparque porteño en un inédito operativo en medio de la pandemia de coronavirus, y en estos siete días ya logró hacerse una mejor amiga, protegió con tierra su piel deteriorada por el cautiverio y dio sus primeros pasos sobre el césped según cuentan sus cuidadores.

«Lo que pasó acá con Mara realmente superó nuestras expectativas», dijo a Scott Blais, fundador y director del único santuario de elefantes de América del Sur, el Global Sanctuary for Elephants, unas mil cien hectáreas localizadas en el municipio de Chapada dos Guimarães, en el estado brasileño de Mato Grosso.

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Blais estuvo a cargo de diseñar el operativo de traslado junto con las autoridades porteñas y los directivos del Ecoparque y, aunque era optimista sobre el futuro de Mara en Brasil, reconoció conmovido: «Nunca sabemos en realidad qué anticipar, cada elefante es diferente y así como algunos quieren interactuar enseguida, otros prefieren ir tomando confianza de a poco… Con Mara no sabíamos qué esperar y lo que ocurrió fue impresionante».

El especialista en paquidermos, que además dirige otro santuario en los Estados Unidos, se refiere a la rápida socialización de Mara, a la que le alcanzaron tres días para hacerse amiga de otro ejemplar hembra asiática luego de 25 años de indiferencia manifiesta con las hermanas Kuki y Pupi, dos elefantas africanas con las que compartía espacio en el ex zoológico porteño pero con las que no se relacionaba de ninguna manera.

Los videos de esa amistad naciente en Brasil son conmovedores y pueden consultarse en la cuenta de Facebook del santuario https://www.facebook.com/globalsanctuaryforelephants/

En ellos, se ven las primeras horas de Mara en las que untó su piel con barro para mejorar la sequedad de los años de encierro urbano, cómo dio sus primeros pasos sobre el pasto, comió hierbas que ella misma arrancó del piso y, especialmente, los primeros acercamientos con la elefanta Rana.

«Parecía que Rana la hubiera reconocido de algún pasado en común, o que sintiera una conexión con ella. Fue una reacción muy típica de Rana, con vocalizaciones muy, muy fuertes, que al principio fueron un poco intimidantes para Mara porque ella es más insegura. Pero como también es muy curiosa, la miró, se acercó, se olieron y con cautela Mara finalmente la tocó con su trompa, algo que no hacía desde hace décadas», recordó Scott Blais.

«Fue simplemente mágico, hermoso, excedió por mucho cualquier reacción que pudiéramos haber anticipado. Es un encuentro social extraño, pero es mágico, increíble. De hecho, ella se ve mucho mejor, radiante, más serena», relató el director del santuario.

La idea del traslado de Mara comenzó hace años en la ciudad de Buenos Aires y se vio atravesado por la polémica: «Nos alegramos por el destino de la elefanta que está en un mejor lugar», dijo a Télam el abogado ambientalista especializado en Derecho Ambiental, Enrique Viale. Y agregó: «Sin embargo, nos preocupa el fenomenal negocio inmobiliario que esconde el cierre del zoo en una de las tierras más caras de la Argentina».

Por su parte, Marina Joski, del Movimiento Popular La Dignidad y referente de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) sostuvo que «mientras familias enteras viven hacinadas en 9 metros cuadrados el gobierno porteño alienta negocios con grandes empresas que son beneficiadas. El ecoparque podría ser un espacio de promoción de la agroecología, de la agricultura familiar, de la economía popular sin necesidad de erogar o ceder recursos a capitales que nunca van a reportar al pueblo argentino».

Ajeno a estos debates, el especialista Scott Blais explicó a Télam cuáles son los próximos desafíos de Mara. «El primero es aprender a disfrutar de las nuevas amistades, de la compañía, y continuar comiendo, bebiendo y durmiendo», dijo un poco en broma.

«En este momento, ella está disfrutando mucho de sus nuevas amistades, de la alegría, está celebrando. Por eso come y bebe poco, se ocupa más de su sociabilización y esto sucede porque todavía está con todas las emociones a flor de piel», detalló.

El especialista anticipó que los siguientes pasos será conocer a sus otros compañeros (el santuario tiene otras tres elefantas asiáticas como Mara), «y aprender a equilibrar esas amistades», apuntó Blais que también espera que la elefanta continúe explorando nuevos espacios: «Cada uno de estos elefantes trae consigo una historia de abusos, traumas, de negligencia en el cuidado, de vida solitaria durante muchos años», recordó.

Se estima que Mara tiene entre 50 y 54 años (la esperanza de vida en cautiverio para esta especie es de 75 años) y llegó al antiguo zoológico porteño el 16 de octubre de 1995 debido a un decomiso judicial por la quiebra del Circo Rodas, donde no era bien tratada.

Llegar a Brasil le llevó a Mara tres días y 2.700 kilómetros durante los cuales se mantuvo dentro de una caja de traslado y fue asistida permanentemente por un equipo de especialistas formado por argentinos del Ecoparque porteño y personal del santuario. Los minutos finales de la travesía fueron transmitidos en vivo por Facebook desde el santuario y el video lleva acumuladas 150.000 visualizaciones.

Télam –¿Cree usted que Mara es feliz ahora?

Scott Blais –Es una pregunta difícil porque antropomorfiza a los animales. Creo que, sin duda, ella se ve eufórica. Decir que está «feliz» es minimizar lo que le sucede. Está pletórica de felicidad y ni siquiera eso le hace justicia a lo que ella siente en este momento.