Como en 1997, Atalaya vivió su noche más soñada. De esas que quedarán grabadas a fuego en la historia de la institución. El Azul jugó un partido enorme en la final y se dio el lujo de festejar frente a Caova. Lo derrotó 72 a 60 y se consagró campeón de la Liga Rosarina de Básquet.

Todo el cotejo se vivió con alta intensidad. El partido se tornó vertiginoso desde el inicio y los jugadores no pudieron quedar ajenos al gran marco que presentó el estadio Amílcar Tamburri de Sportivo América, que lució colmado.

La primera mitad terminó 31 a 26 en favor de Atalaya y sobre el final de esa etapa se registraron algunos incidentes que demoraron el comienzo del tercer cuarto. En ese tramo de la noche todo fue desconcierto y hasta estuvo en duda el reinicio del encuentro. Sin dudas, el único punto oscuro de la jornada.

En la reanudación, ambos equipos se jugaron todo en busca de la victoria que les diera el campeonato. Pero el Azul encontró en Lautaro Suárez la llave del triunfo. Con inteligencia, el base supo manejar los tiempos del partido, y llevó a Atalaya a lo más alto.

Otro de los que apareció en ese momento decisivo fue Mauro Moreno, que con dos triples criminales sentenció la historia a favor del equipo de barrio La Sexta.

En diálogo con Conclusión, una de las figuras del campeón, Santiago Orellano, calificó la consagración como “una caricia al alma”. “Tarde o temprano se recibe la recompensa. Somos un equipo de jóvenes que jugamos bien al básquet”, indicó.

Por su parte, Mauro Moreno, uno de los artífices del triunfo con sus tiros de tres manifestó que lograr el título “es lo más lindo que me pasó en la vida. Quiero agradece a la gente, dirigencia y cuerpo técnico. Desde que llegué al club me sentí querido”.

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