Por Fabrizio Turturici

Primero está el resultado, siempre, y en este sentido Central alcanzó un importante objetivo con su victoria de 1 a 0 a Aldosivi en Mar del Plata, ya que significó su segundo festejo consecutivo para posicionarse en puestos de clasificación a la siguiente instancia de la Copa de la Liga y su primero fuera de casa, donde había sacado apenas un punto y no había convertido goles.

Para este desafío, el Kily González había apostado a un cambio en la disposición táctica con la vuelta a la línea de cuatro defensores, tres mediocampistas con la sorpresa de Vecchio manejando el eje y otros tantos delanteros que no tuvieron éxito por las bandas hasta el ingreso del uruguayo Diego Zabala, que en una corrida hacia el final le dio la alegría a los de Arroyito.

Sería injusto que el resultado (es decir si Zabala acertaba o no su disparo) condicione el análisis, así que desde esta columna se respetara el siguiente pensamiento: al menos en su primera prueba, Vecchio no rindió como armador de juego retrasado, ya que se notaron sus limitaciones en la marca, ganándose una tarjeta amarilla, y no gravitó sino con pases intrascendentes.

Sin embargo, no es que el capitán haya tenido un mal partido sino que fue muy bueno, cumpliendo con el pedido del entrenador. Aquí lo que se pone en tela de juicio es justamente ese pedido, tratándose de un jugador que mostró su mejor faceta -el torneo pasado- en posición de gol, como en esa jugada hacia el cierre donde con gran lectura asiste a la Bomba.

Tal vez la idea de retrasar a Vecchio para liberarlo de la presión media y ampliarle su abanico de opciones no sea mala, pero eso deberá demostrarlo haciéndose dueño del balón y sobre todo, asentándose en el retroceso ante contrincantes más exigentes como los que vienen.

Otra puntualización que merece su tratamiento es el de Gastón Ávila en el carril izquierdo: sus grandes condiciones le permiten jugar en casi cualquier posición de la cancha, pero no trepó mucho por izquierda y tampoco tuvo la posibilidad de salir de abajo como a él le gusta.

En cuanto al funcionamiento colectivo, Central cumplió con una buena primera parte donde adelantó líneas y sometió al rival desde la posesión, mientras en defensa nunca tuvo complicaciones más allá de un error personal de Jorge Broun que luego fue redimido. Sin la pelota, los extremos bajaban para formar un 4-1-4-1 y solidificaron el retroceso.

La pasividad del Tiburón, que no se encontró con su juego, nunca hizo peligrar un resultado que el Canalla se ganó merecidamente para animarse a soñar en el tramo final del campeonato: ahora deberá seguir mejorando porque se vienen desafíos más importantes, entre ellos el debut en la Copa Sudamericana y el clásico contra Newell’s.