Por Claudio Giglioni

Nadie se puede dar por sorprendido de que Central haya jugado tan mal, lo concreto es que jugó pésimo, en los primeros diez minutos no tocaba la pelota y no cruzaba la mitad de cancha.

Sol de Mayo, un equipo donde el presidente dirige, juega el hijo, algunos muchachos trabajan de otra cosa, le ganó a Central por escándalo la mitad de cancha, con un Ojeda que no daba pie con balón, lo de Jarlan Barrera fue para el olvido, tener esperanza en el juego de Lioi si no se reinventa, es como tenerla fe a un mensaje de una botella en el mar.

Llegó el segundo tanto y parecía que se venía la hecatombe, pero en cinco minutos se estableció la diferencia de categoría, y Central con dos jugadas aisladas, casi como para recordar al ciclo Bauza, con goles de jugadas y no de juego, con los goles de Riaño. Parecía que lo iba a dar vuelta pero no.

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Central no tuvo resto, no tuvo ideas y el rival cansado y todo se lo peleó hasta el final. Después, los penales, un estamento que le permitió al Canalla ser campeón, pero no podes pretender seguir empatando con equipos del ascenso y ganarle por penales.

Central sigue sin ganar en el 2019, nueve partidos sin ganar en los noventa minutos. Ahora queda el desafío con Belgrano, comienza la Copa Libertadores y se ha instalado esa frase: «Sangre, sudor y lágrimas», a menos de un trimestre de haber ganado esta copa, donde hoy quedó eliminado.

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Hubo impericia en ratificar tan temprano a Ferrari, que tendrá que remontar un barrilete con cola de hierro. Porque en realidad, este equipo nunca funcionó desde el semestre pasado, y hoy fue una consecuencia de todo ello.

El peor debut pensado para Ferrari, que tendrá una arduo trabajo por delante.