Por Fabrizio Turturici

En la derrota contra River, la primera de la Copa de la Liga, Central no pudo ejecutar con éxito su idea de juego, al plantear un esquema superpoblado de jugadores en su campo de juego pero que nunca pudieron salir rápido de contragolpe para encontrar el factor sorpresa, ni mucho menos conseguir solidez defensiva, quizá lo más preocupante.

El primer tramo del encuentro tuvo lugar entre dos equipos que no lograron encontrarse con su identidad. El local, inofensivo, con la pelota en los pies pero sin su habitual capacidad para profundizar; el visitante, incómodo, con un esquema replegado y en plan de contraataque.

El elenco de Gallardo se paró en la zona alta de la cancha para evitar la salida por abajo de su rival, que se veía obligado a reventar la pelota y perderla rápidamente. La dinámica fue ésta hasta que una jugada individual del uruguayo De La Cruz les hizo recuperar la memoria.

Más allá del mérito del gol, cabe destacar una gravísima desatención defensiva por parte de Central, la misma que había tenido contra Godoy Cruz pero con peor suerte: es que el goleador riverplatense entró fácilmente como si no existiera una línea de cinco.

Esto se da porque el doble cinco, compuesto por Ojeda y Villagra, se acomoda en línea en vez de hacerlo en forma de escalonada, entonces cuando el rival supera esa línea, queda con campo liberado y un enorme espacio para atacar mano a mano a la última línea.

Central no hacía pie ni siquiera con el colectivo parado enfrente a su arco. Una defensa desarticulada, mediocampistas corriendo detrás de la pelota y jugadores externos que no brindaban apoyo hacían de cada retroceso una pesadilla con chances de gol.

En tanto que en ataque todo lo bueno nacía en los pies de Vecchio, el cerebro del equipo que distribuía con inteligencia desde el medio, aunque sin tanto repliegue. Y es que arriba solo dependía de alguna lucidez del solitario Gamba, prácticamente sin apoyo.

En la segunda mitad del cotejo, se vio una mejor intención de Central pero únicamente sostenida por la intensidad, no así por ideas de juego. Hasta que una mala salida del poco afianzado Ayala, Laso se vio obligado a cometer infracción y ganarse la roja.

Desde allí, todo se vino en declive: los ingresos de López Pissano y Zabala no cambiaron la ecuación y el gol de Pratto terminó por liquidarlo simbólicamente, ya que el penal a última hora convertido por Vecchio fue solo un maquillaje para el desarrollo.

Lo destacable, no obstante, es que ese grito le permitió quedar en la segunda posición de la Zona 3, aunque de poco servirá si no trabaja para corregir los errores que se repiten en este equipo, sobre todo los marcados anteriormente en cuanto a la fase defensiva.

Ahora deberá reivindicarse ante Banfield en el Gigante con un partido clave para el futuro de la clasificación. La línea de cinco volverá a convertirse en una de cuatro, habrá cambios en el once inicial y más allá de las formas, solo servirá quedarse con los tres puntos.