Por José Szpilard

Este jueves primero de junio llegó el día más esperado por los fanáticos del básquet en todo el planeta. Comenzó la edición número 71 de las finales de la NBA, con una particularidad que no se había dado nunca en la historia de la mejor liga de baloncesto del mundo: se repetía la misma final por tercer año consecutivo. Inédito y sorprendente. Por un lado, los Cleveland Cavaliers con Lebrón James en modo bestia durante todos los playoffs y séptima final seguida, quieren defender el título obtenido la temporada pasada frente a unos Golden State Warriors recargados y con sed de revancha por el anillo perdido en esa recordada definición que más de uno todavía tiene fresca es su memoria.

El match comenzó de manera frenética e intensa. Por el lado del equipo local, Kevin Durant arrancó de manera brillante en el costado ofensivo anotando y repartiendo asistencias (10 puntos y 5 asistencias) en el primer período. En defensa, apostando a los cambios múltiples de marca y cada vez que podían correr lo hacían de la mano de Curry y luego Iguodala viniendo desde la banca. Los Cavaliers no se quedaban atrás en ese inicio de juego, con un Lebrón decisivo en ese parcial anotando 13 puntos y siendo muy intensos en defensa para negarle los tiros abiertos a Curry. La cosa estaba pareja. 35 a 30 culminaría el primer cuarto a favor de los de Oakland.

Hasta ese momento era negocio para los californianos que, aunque Lebrón estaba dañando mucho con su juego, los demás jugadores visitantes estaban siendo controlados por el plan defensivo de Brown. Curry de a poco iba calentando la mano, cuestión que los de Lue no pudieron contener a medida que iba avanzando el juego. Esa defensa ríspida y de mucho contacto propuesta por los de Ohio fue mermando en el segundo segmento y los locales aprovecharon para sacar una pequeña luz de ventaja al descanso largo de ocho puntos (60-52). Sin embargo, el desenlace seguía abierto.

En el inicio de la segunda mitad, Golden State sacó a relucir todo su repertorio ofensivo y con un fulminante parcial de 33 a 20, liderados por un magistral Curry clavando triples a granel y un Kevin Durant imparable cuantas veces se propusiera atacar el aro rival, la renta ascendió considerablemente para los locales que se fueron ganando al inicio del último cuarto por 21 puntos (93-72). Paliza tanto ofensiva como defensivamente. Lebrón estaba muy solo, la banca de los Cavs no aportaba y tanto Love como Irving no eran decididamente factores para una remontada que ilusione a los vigentes campeones.

En el último parcial, la cuestión estaba ya juzgada. Muy cuesta arriba para unos Cavaliers que no tuvieron respuestas ni desde lo basquetbolístico ni lo emocional contra unos Warriors decididamente finos en ambos lados de la duela. Esos aspectos fueron encaminando una aplastante y justa victoria para adelantarse en la serie final por 1 a 0, donde cada partido es una historia diferente y estando el “Rey” enfrente no es para confiarse ni mucho menos. El domingo continuará esta durísima serie que promete emociones fuertes hasta el final cuando otra vez el Oracle Arena sea un infierno ensordecedor para el juego dos de estas finales de NBA de la presente temporada.

Las figuras por el lado de los Warriors fue Kevin Durant. La rompió con 38 puntos, 8 asistencias y 8 rebotes, mientras que Stephen Curry añadió 28 tantos con un altísimo porcentaje de tres puntos (6/11) y fue doble figura por las 10 asistencias repartidas. Lebrón James fue lo mejor de los visitantes. Casi triple doble para “The King”, 28 unidades, 15 recobres y 8 pases gol. Secundado por Kevin Love, que fue doble figura al convertir 15 puntos y bajar 21 rebotes. Kyrie Irving finalizó con 24 tantos en su casillero.