Central Córdoba se quedó en las puertas de la gloria, al no poder coronar la temporada con el ansiado ascenso, ese mismo objetivo que persigue desde hace años en forma esquiva. Como en anteriores ocasiones, el equipo de Ariel Cuffaro Russo estuvo cerca, pero no pudo asegurar la semifinal y J. J. Urquiza dio vuelta el resultado.

El sabor amargo por otro campeonato que se marcha dejando las manos vacías, seguramente persistirá hasta la vuelta del receso, pero no debe menospreciarse el esfuerzo que hizo el Matador de barrio Tablada para acabar en la segunda posición de la Primera C, un mérito que se le atribuye exclusivamente al técnico y a los jugadores.

Una temporada que arrancó con más ilusión que nunca, producto del nutrido plantel que se había formado, hecho insólito para la categoría, dado que contaba con dos seleccionados argentinos de la talla de César Delgado y Juan Pablo Pereyra. Y aunque los primeros partidos fueron complicados, luego ganó rodaje hasta alcanzar un buen funcionamiento colectivo y posicionarse en los puestos de vanguardia.

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No obstante, para cambiar el destino se necesita estar fino en momentos decisivos, y esa sigue siendo la mayor cuenta pendiente del Charrúa. En su último partido en el Gabino Sosa ni siquiera pateó al arco, aún con el resultado global a su favor. Y vio el sueño del ascenso escapársele de las manos ante un débil rival que no hizo más que los deberes.

Ya será el tiempo de barajar y dar de nuevo, donde Central Córdoba contará con la misma obligación de siempre: demostrar que es un cuadro importante y merece el ascenso por historia y presente. Aunque hoy por hoy, como repiten muchos a la salida del estadio, parece que la “C” se hubiera vuelto una cárcel imposible de escapar.