En el fútbol no siempre se dice lo que se piensa. A veces los protagonistas evitan traslucir verdades, a veces por intereses propios o ajenos, otras para evitar enojos o polémicas, o simplemente para no salir de una zona de comodidad en la que se desenvuelven mejor.

Pero a veces esa calma se trastoca. Y en estos días, casi como en un efecto dominó, varios protagonistas del mundo leproso dijeron su verdad, aunque en cada caso el sentido de sus dichos tuvieron distinto tenor y mostraron estados de ánimos muy distintos.

Mauricio Tevez fue autocrítico. Tal vez demasiado sincero, pero con la ingenuidad de un pibe de 19 años que quería explicar su verdad. «Veo los partidos cuando debuté y hoy parece que me pasó un camión por encima», «tengo problemas personales que influyeron en mi rendimiento» o «soy un hueco que no cumple con lo que me dicen y hago boludeces», fueron algunas de las frases del ‘sincericidio’ de Tevez. Y tal vez esta autocrítica permita que esos errores se corrijan.

Otro que habló, pero sus palabras fueron poco creíbles fue Juan Manuel Insaurralde. El chaqueño salió al cruce de los dichos de un directivo del club mexicano donde juega y dijo que nadie en Jaguares sabía del interés de Newells por él. Claro que luego salió a la luz la documentación oficial de los clubes donde se acordaba la transferencia y el intento de quedar bien con el hincha leproso tuvo un efecto contrario para el defensor, que quedó preso de sus palabras.

En el final apareció Lucas Bernardi. Molesto. Fastidioso con la dirigencia por la amplia y certera información que tienen los periodistas y que el DT supone sale de los directivos. «No me pregunten a mí de los refuerzos. Si ustedes saben muy buen a quién preguntarle y que les cuente todo. Yo lo veo acá, no me lo puede negar nadie», disparó Bernardi, enfadado porque en algunos casos, la prensa se entera antes que él del avance o no de las negociaciones.

Todos se sinceraron. Tevez fue autocrítico, Bernardi mostró molestias y el Chaco Insaurralde se condenó. Es que la honestidad en las palabras no siempre ayudan. Por eso muchos prefieren quedarse en la comodidad del no decir nada.