El empate sin goles dijo presente una vez más. A veces, mereciendo un poco más. Otras, menos. La cuestión primordial, ineludible e irrefutable es que los jugadores que merodean por el fútbol europeo cotizados en enormes cantidades de euros, estuvieron ausentes otra vez.

Para perder las finales, hay que jugarlas. De hecho, la selección no perdió ninguna de las tres en los 90 minutos. Pero pasar por alto que en ninguna de las tres marcó goles con la capacidad de sus delanteros (y la de los que se quedaron afuera), sería un pecado.

Exceptuando algunas jugadas puntuales en las que Argentina bien se pudo haber puesto en ventaja, lo exhibido en los 120 minutos no fue para nada parecido a lo que se vio a lo largo de esta Copa América.

La derrota es el producto de varios factores, independientemente de que el resultado se haya decidido por penales. La falta de contundencia en el arco rival fue una señal de que las cosas difícilmente hubiesen podido salir bien.

La sequía de títulos se extiende un año más. La Copa América Centenario, discutida en sus comienzos, le representó a Argentina una chance más de romperla pero, otra vez, las estrellas faltaron a la cita.