Por Walter Hugo

Uber convive con los taxistas en un plano de pacífica igualdad aquí en Porto Alegre. Tentados por la promesa de pagar menos, los periodistas bajan la aplicación para los transportes urbanos en sus celulares. Es la única forma de solicitar el servicio. Llegan rápido y quienes están de paso tienen dificultades para contratar taxis. Los primeros días todos andamos en Uber.

Hasta que te tomas el primer taxi y entonces te das cuenta que no hay diferencias de precios que justifiquen la elección. Cuestan prácticamente lo mismo. ¿Dónde está la diferencia? En la publicidad. Los taxis te esperan en sus paradas o te levantan en la calle. Pero no publicitan números a los que llamar o aplicaciones para contratarlos desde tu móvil.

Uber ocupó ese nicho y nos encontramos en la terminal o en el aeropuerto con una gran cantidad de taxis aguardando pasajeros, mientras estos se suben a coches particulares que vienen a buscarlos. ¿No hay conflictos con los taximetristas? preguntamos. «Hasta ahora no, fue la respuesta.» Hasta que aparezca un creativo que consiga un buen spot publicitario, un slogan con impacto o una campaña que iguale la situación, la aplicación Uber seguirá disfrutando de esta especie de veranito que los hace trabajar mucho.

La Seguridad puede ser otro de los motivos por los que el público prefiera subirse a un auto que no tiene ningún tipo de identificación exterior que lo individualice. Por el mismo motivo los pasajeros que usan a Uber se suben en el asiento del acompañante, no van atrás.

Las estadísticas de la inseguridad en las grandes urbes brasileñas meten miedo. Y la TV vespertina ayuda bastante con programas que difunden cualquier tipo de crimen, robos, enfrentamientos y disputas con unas coberturas completísimas, entrevistas, informes y gráficos ilustrativos que serían la envidia de nuestros programas en Rosario.

Toda la tecnología al servicio de la difusión de lo malo que sucede en la gran ciudad. Brasil Urgente, el programa de mayor audiencia en la tarde, da escalofríos. Después de verlo durante tres días te da miedo ir al baño. El problema de la inseguridad es real y palpable, pero la difusión que tiene resulta una caja de resonancia que multiplica el inconveniente en vez de resolverlo. Ayer nos enteramos que en Sao Pablo se denuncian 1200 robos de celulares POR DÍA.

Los precios están equilibrados en Brasil. El mayor problema que tenemos es que el peso argentino está por el piso y es difícil encontrar un sitio donde cambiar moneda.

Una lata de gaseosa en un bar o puesto de venta cuesta el equivalente a 70 pesos nuestros. Una comida en oferta, en una Churrascaría de espeto corrido (es decir tenedor libre) del tipo popular cuesta 240 pesos el ticket más la bebida. En los restoranes de mejor nivel los precios trepan en consonancia con el lugar. Como en todas las grandes ciudades la variedad de precios y ofertas de productos en lo relativo a la alimentación es variada en opciones y hay para todos los paladares y bolsillos.

En todos lados existen las ofertas especiales, los combos, las «gangas» y allí se puede hacer diferencia. En los puestos de venta callejeros alrededor de los estadios es donde se concentran la mayoría de los hinchas que han llegado desde diferentes lugares del continente. La calidad de la comida es buena y los precios son muy accesibles.

En la cadena de hamburguesas más conocida, su famosa «cajita feliz» cuesta 200 pesos. Un helado de dos bochas se paga 120 pesos argentinos. El transporte colectivo cuesta 50 pesos.

El domingo Argentina se juega la vida en el Arena do Gremio frente a Qatar. Puede llegar a quedarse aquí a jugar la próxima fase. O puede ser la despedida. Nosotros igual nos quedamos hasta el final. El Maracaná nos espera.