Por Santiago Fraga

Sin pelos en la lengua, así como en sus canciones, habla Adrián Abonizio, miembro de la histórica generación de excelentes músicos a la que se denominó “La Trova Rosarina” y creador de icónicas piezas del rock local, en un contexto en donde la música jugaba su papel fundamental. En ese marco surgió El Témpano, una canción que está cumpliendo 40 años y que es homenajeada con su debido respeto: una distinción en el Concejo Municipal, un show este miércoles y la presencia permanente en los oídos y la memoria de los melómanos rosarinos.

Previo al acto en donde este martes se lo declaró «Artista Distinguido» de la ciudad, Conclusión mantuvo una más que interesante charla con el músico de 59 años, en un repaso donde valoró el reconocimiento; el “trabajar 40 años y que no te echen”; donde reconoció la culpa de aquella generación de grandes músicos rosarinos en que hoy estemos lejos de ver surgir una nueva “Trova”; y en la que también comparó las realidades político-sociales entre la actualidad y cuatro décadas atrás, considerando que hay cosas que “tienden a repetirse” y arremetiendo contra “los cómplices” de ello. Además, anunció la pronta salida de un nuevo disco volcado al rock y recordó cuando la música lo cruzo con Ignacio Huber, quien años más tarde sería Guido Carlotto, nieto de Estela.

A veces cuando pienso que todo está perdido

voy hacia algunas formas de la muerte,

me pego un tiro con una palabra

que alguna vez me fue tan transparente”

Este miércoles Abonizio se presentará a las 21 en Distrito Siete (Ovidio Lagos 790), donde hará un repaso acústico de su carrera “con invitados, cosas nuevas y cosas viejas”, pero fundamentalmente con sus colegas, ya que como él piensa: “para morir hay que morir en las trincheras con amigos, sino no”. En ese contexto, compartirá escenario con Claudio Cardone (tecladista), Sergio Sainz (bajista), Luciano Jazmín (violinista) y Rodrigo Aberastegui (guitarrista y multinstrumentista). “Vamos a repasar cosas, vamos a jugar un rato, vamos a divertirnos, vamos a inventar cosas, improvisaremos, ellos mostrarán también parte de sus trabajos… Es un gran asado vegetariano”, detalló el cantautor y guitarrista rosarino.

Aabonizio2l mismo tiempo, destacó que ya tiene listo un disco próximo a lanzar que se llamará “La madre de todas las batallas”, con un formato “acústico eléctrico” que “si todavía existieran las disquerías figuraría en la batea de ‘rock nacional’”, pero que no será presentado este miércoles, cuyo espacio está reservado al homenaje y el recuerdo.

A la hora de comenzar a explicar las sensaciones de todo el trayecto recorrido hasta hoy en su carrera musical, el ex integrante de ‘Rosarinos’ (banda compuesta junto a Jorge Fandermole, Lalo de los Santos y Rubén Goldín) eligió describirlo con una particular comparación, y decidió hacer hincapié en la importancia de “ser sincero”: “Fundamentalmente, yo que vengo de una familia de obreros, trabajar 40 años en una fábrica y que no te echen, no tener ganas de jubilarte y no agarrar un retiro efectivo o que te den de baja, para mí ya es un halago. Porque esto para mí es un laburo, más allá de que sea un laburo distinto o diferente al resto, realmente es un trabajo muy esforzado y muy sincero en un punto. Sincero porque uno puede mentir un poco nomás, pero después se te vuelve en contra; se puede mentir con las palabras, con la ficción, con lo que se escribe, pero tarde o temprano algo pasa, hay una especie de justicia poética que hace que se te vuelva en contra”.

En la ternura del agua que corre

me recuerdan la llegada de unos trenes,

sales de los mares, curvas de los puertos,

con mujeres descalzas en el verde”

—Se cumplen 40 años de “El Témpano”, ¿qué significado le encontrás a que se haya sostenido de esta manera y el reconocimiento que tuvo con el tiempo?

—Para mí no ha pasado mucho tiempo. El otro día (Juan Carlos) Baglietto me dice guiñándome el ojo ‘Eh, pero vos le agregaste años’, y yo le digo ‘No, yo no le agregué años, lo que pasa es que vos la conociste cuando yo tenía 22 o 23 años’, pero yo la hice entre la escuela secundaria y parte de las facultades a las que asistí, de las que nunca me recibí porque no me interesaba recibirme de nada. Pero, más allá de eso, sigo pensando lo mismo, ojalá hubiera hecho más “Témpanos”, pero me salió uno solo.

—En paralelo, hace poco también se conmemoraron 40 años del 24 de marzo y tuvimos un nuevo aniversario de la Guerra de Malvinas, ¿qué valor le encontrás relacionado a estas fechas?

El valor es la emoción. Sinceramente es eso. Es que uno ha vivido cosas de la historia que después van a salir en las figuritas del año 2500; está asistiendo a hechos importantes y es muy importante salir en las figuritas de ese momento. El valor que le asigno es que uno participó de esos acontecimientos ya sea como imputado, como víctima, y algunos como cómplices también, que son los mismos tipos que uno ve ahora jugándose las lágrimas. No nos olvidemos que hubo una sociedad civil que participó activamente o en silencio de permitir que se hagan las cosas, permitir que sucedan las cosas horribles. Incluso hoy también, sino fijate el presidente que tenemos; es muy simple, la gente vota con el culo más o menos, o ve con el ojo del culo las cosas. Hay muchos tipos que se razgan las vestiduras y decían ‘Bueno, pero estos pibes son extremistas, en algo habrán andado, que se jodan’; nosotros que estábamos en la calle, que éramos músicos y andábamos, éramos jóvenes y obviamente no nos íbamos a quedar en casa viendo la televisión. Así estábamos en contacto con un montón de gente vinculada en un montón de cosas y vimos que cayó gente que no sabía ni disparar una gomera, que lo único que tenían eran buenas ideas de cambio que para alguna gente eran peligrosas, agresivas.

En las tardes tranquilas cuando extraño todo

pienso que todo no es lo que perdí,

una rosa de feria y aún a costa de perder,

se pierde pero se gana”

—¿Hoy en día siguen siendo las mismas “las formas de demorarse”?

—Hay muchas. Sí, porque la condición humana no cambia. Las formas de demorarse son los medios que te distraen, los placebos que te tira la sociedad. Yo por ahí a veces estoy en mi casa y estoy en silencio, porque no tengo ni televisión, ni internet, ni un carajo, ¿y a quién tengo? Me tengo a mí mismo, en un momento cuando estoy solo, y entonces digo ‘este es un Estado ideal’, y ¿qué estoy haciendo? Estoy pensando, no me estoy demorando con cosas, haciéndome el ocupado, estoy ocupado en resolver quién soy y para qué sirvo en la vida, y a veces la forma de demorarse es esa, hacerse el boludo, desde el tipo que se mata con algún tipo de droga hasta algún futbolero fanático o hasta algún político fanático, porque también los hay.

—¿Y qué entendés por el fanatismo?

El fanatismo es a veces el resultado de la estupidez, y en algún punto se le dice fanático a aquel que lucha por su libertad; por eso es una palabra que hay que tomarla con mucho cuidado. En el mundo de medio oriente fanáticos son los tipos que a veces están defendiendo con armas su pueblo que se lo bombardearon todo el tiempo, y lo que se propagandiza de eso es un tipo cortándole la cabeza a otro, y eso está mal. Lo que está mal también es echarle el mote de fanático a un tipo que quiere ser libre, o que su país sea libre. Es todo muy relativo esto.

La lucha es de igual a igual contra uno mismo

y eso es ganar,

no te pares, no te mates,

sólo es una forma de más de demorarse

—Mencionaste que estás por lanzar un nuevo disco. ¿Va a seguir la impronta de Tangolpeando? (NdR: Tangolpeando es por el momento el último disco de Adrián Abonizio, ganador de un Premio Gardel en 2013 a “Mejor álbum, nuevo artista de Tango”).

—No no, es un disco que si todavía existieran las disquerías figuraría en la batea de “rock nacional”. Es un disco fundamentalmente de rock, que es algo que me gusta muchísimo. Lo tiré para ese lado, con un formato más bien acústico pero importante en cuanto a la sonoridad. Igual hay otro disco de tango que estoy preparándolo (se llamará “Tengo tantos tangos”), pero ya terminé hace una semana este, así que ahora estoy tomando carrera para empezar con el otro que lo quiero largar con el quinteto de Martín Tessa de guitarras (se llamará “La madre de todas las batallas”), y después tengo un disco eléctrico con (Claudio) Cardone y otros músicos que se llama “Canción de cuna para murciélagos”. Así que uno ya está listo y voy a grabar dos discos más, después vemos por dónde salen.

Recuerdo la quietud de la tierra, la quietud de estar adentro,

se cree más en los milagros a la hora del entierro”

—Vos tocaste con Ignacio Huber, quien después sería conocido como Guido, nieto recuperado de Estela de Carlotto.

—Sí, pero fue algo ocasional, creo que ni tocamos oficialmente. Fue en algún momento una improvisación o una prueba de sonido pero nunca llegamos a tocar juntos. Quedamos en que yo le iba a mandar unos tangos y él los iba a limpiar o a purificar, pero porque los músicos por ahí nos hacemos amigos sin serlo, sin la práctica habitual de verse. El músico cuando simpatiza entre sí se hace amigo para siempre y quedamos en hacer algún trabajo juntos, pero tocar no hemos tocado.

—¿Y qué sentiste cuando te diste cuenta que era el nieto de Estela?

—Y… me puse a llorar. Así de simple. Una alegría inmensa porque coincidía con alguien que realmente hizo mucho y puso la cara como tantas otras madres. Puso la cara inteligentemente, que eso es muy importante, y justo a ella le viene a tocar alguien que uno conoce, y es como que alguien de la familia merecidamente se gana la grande, y después reparte la plata que es lo más importante (*risas*). Así que fue una repartija de cariño y de justicia en ese momento, y no es casual que haya aparecido en épocas democráticas muy interesantes, porque si hubiese aparecido ahora seguramente hubiera aparecido en un recuadrito abajo de todo en los horóscopos. Así que me alegro por Ignacio porque es un tipazo aparte.

Este hombre trabajó, quién escribirá su historia.

La cal reseca, la viuda que sueña,

los amigos que siguen igual.

La gloria en zapatillas, el florero vacío,

quién sabe si se puso a pensar “para qué vivo”;

vivo para no perder”

—¿Rosario está lejos de ver surgir una nueva “trova”?

—Dos cosas son: una, que nosotros los de la Trova Rosarina no hemos hecho nada para que siga progresando. Le hemos cerrado las puertas consciente o inconscientemente a las generaciones futuras. Eso por un lado, y segundo que de parte de lo institucional tampoco se ha tenido mucho apoyo, no solamente a nosotros sino a la continuidad. Porque tipo Andy Warhol no nació solo, Los Beatles no nacieron solos, Yupanqui no nació solo; viene de una continuidad de sus ancestros. Yupanqui nació de los criollos, de los indios, de los arrieros, de toda la gente que escuchó y que le permitieron y le enseñaron; nosotros no le enseñamos a nadie, yo creo que generacionalmente cometimos el peor de los pecados que es cerrarle la puerta o la tranquera a los que vienen, así que en ese aspecto creo que estamos en deuda.

—¿Entonces pensás que ese fue el error, no enseñarle a los que venían después?

Sí, no mostrarles el camino, no invitarlos a tocar juntos, no debatir, no acercarlos. Aunque también es un pecado profesional, porque el músico es muy autista y es muy ‘yo conmigo y con mis abonizio4cosas y el resto no me importa un carajo’. Así es la idea, porque es la cultura del músico de una vez que llegaste a algún lado que no te quiten eso porque te costó mucho llegar. El músico es muy miedoso, concretamente. Ciertos tipos de artistas son muy miedosos. Miedosos de compartir escenario, de repartir lo que tienen, de que no te comparen con otro, de querer ser el mejor, es como una hoguera de vanidades esto. Así que nosotros cometimos el peor de los pecados que es la vanidad, y la falta de generosidad.

—¿Y hay forma de revertir esto?

—Yo lo hago hace más de 15 años dando clases, humildemente. Doy clases y le enseño a alguna gente a cómo combatir eso y a pasarle algunas artes en cuanto a la composición. Yo más o menos tengo saldada esa cuenta, el tema es que grupalmente no.

—En lo que es la música digamos “popular” hoy en día, ¿hay espacio para los artistas con letras como lo que eran las tuyas, que son más extensas y reflejan una historia, en contraposición con lo que son los hits de hoy en día, las canciones que salen en todos lados, cuyas letras son más cortas, pegadizas y con alguna frase sólo ‘para copiar y pegar’ después?

Son ciclos. Hay que esperar, es como la naturaleza: hay veces que parece que se extingue y en realidad está brotando por debajo. Yo nunca soy definitivo y definitorio con lo que sucede, porque antes que nosotros hubo cosas mucho mejores en cuanto a la música, poéticamente hablando, después surgimos nosotros, tiene idas y venidas, es como un sube y baja esto, lo que pasa es que antes para ser músico había que hacer mucho más esfuerzo que ahora. Hoy con una computadora y un poquito ya tenés tu banda armada, y paradójicamente eso es bueno, pero a veces no redunda en la calidad, sino que hoy por hoy hasta los conchetos hacen cumbia que queda bien, “la cumbia rubia” es lo que vende.

Voy hacia el fuego como la mariposa

y no hay rima que rime con vivir,

no te pares, no te mates,

sólo es una forma más de demorarse,

sólo es una forma más de demorarse”

abonizio3

—¿Cuál sería tu relación hoy en día con el periodismo? (NdR: Abonizio trabajó por un año en el diario Pagina/12, dos en Rosario/12, Diario Sur, Perfil y siete años en La Capital de Rosario. Actualmente publica crónicas y poesías).

—Yo no soy periodista, yo trabajo en un medio, lo mío es el aguafuerte literario, es más vinculado a la crónica, pero no me da el piné para ser un periodista. Para ser un periodista tenés que ser muy valiente, verdaderamente. Tenés que poner la cara y los huevos investigando cosas, profundizando, trabajando mucho, firmando abajo las notas, teniendo contactos y no durmiendo; es un trabajo muy esforzado. El verdadero periodista, que significa dar a conocer cosas que la gente no puede conocer. Mi relación con el periodismo es esa, admiro a los periodistas que investigan, así tengan 20 años, no tiene nada que ver la edad. En cuanto a lo otro yo simplemente escribo en un diario, esperando que me blanqueen porque estoy en una situación de semi-esclavitud. Mientras tanto escribo mis crónicas y trato de ser feliz.