Por Rubén Alejandro Fraga

Este viernes se cumplieron 66 años del nacimiento de un singular personaje: Luca George Prodan. Como Jim Morrison o Kurt Cobain, su temprana muerte a los 34 años parió una de las leyendas más grandes del rock criollo. Vagabundo, heroinómano, alcohólico y genial, el Pelado creó Sumo y revolucionó la escena porteña de los 80.

“Un italiano que hablaba en inglés y estaba de vuelta de todo. Un niño rico que creció en un colegio de príncipes de Escocia y un día se escapó para ser un vagabundo, un reventado, una estrella de rock. Un drogadicto que cruzó el Atlántico intentando curarse, pero que nunca pudo olvidar del todo la caricia amarga de la heroína. Un Mesías que llegó desde algún lado, se instaló en las sierras de Córdoba, se rodeó de discípulos con los que armó una banda y desde allí cambió para siempre la historia del rock nacional y la vida de todos los que lo conocieron”. Así sintetizó su vida el periodista Juan Morris en una nota publicada hace unos años en la revista Gente.

Luca George Prodan vino al mundo en Roma el 17 de mayo de 1953 y era hijo de Mario Prodan, un turco de ascendencia italiana, rumana y austríaca, y Cecilia Pollock, nacida en China e hija de escoceses que residieron en Shanghái y Pekín antes de la Segunda Guerra Mundial. Luca fue el tercero de cuatro hermanos. Michela (Micaela) y Claudia eran las mayores, y Andrea el menor de todos.

Radicado en Escocia, Luca estudió en el Gordonstoun, un prestigioso colegio al que asistía el príncipe Carlos de Inglaterra. Pero cuando estaba en el último año de sus estudios, en 1970, los abandonó y se escapó del instituto. Tenía 17 años y se escapó para recorrer Europa. Su familia lo hizo buscar por Interpol, que finalmente lo detuvo cuando regresó a Roma de su periplo aventurero.

Entonces se mudó a Londres, donde trabajó en la compañía discográfica EMI. En la capital británica, en 1978, formó su primera banda, The New Clear Heads, un juego de palabras que le hacía un guiño a una época de miedo al armagedón nuclear en Europa. Apenas tocaron en algunos pubs y grabaron un cassette donde aparece “White Trash”, una de las primeras canciones que compuso Luca y que retomó con Sumo. También por esos años Prodan comenzó a consumir heroína.

En 1979, se produjo un hecho que lo marcó fuertemente: su hermana Claudia se suicidó con su novio, al encerrase en un auto e inhalar monóxido de carbono. Antes habían consumido heroína. Esto fue un mazazo tremendo para Luca, quien había iniciado a Claudia en el consumo. Tras esto, Luca cayó en un coma, debido a su adicción a la heroína, y estuvo al borde de la muerte. Pero sobrevivió. Y fue entonces cuando recibió una carta de un amigo argentino de origen escocés, Timmy McKern, quien había sido su compañero de colegio en Escocia y con quien había convivió más tarde en Londres, en la que había una foto de la familia de McKern posando con los bellos paisajes de las sierras de Córdoba de fondo. Y esa foto hizo que Luca se decidiera a viajar a la Argentina.

Llegando los monos

Luca llegó a la Argentina en los 80, y fue el gestor y líder del legendario grupo Sumo, emblema de la efervescencia juvenil post dictadura y una de las bandas más influyentes del rock argentino. Ya en estos arrabales del mundo, Luca se hizo amigo del cuñado de Timmy McKern, Germán Daffunchio y de un vecino de éste, Alejandro Sokol. A los tres los unía la pasión por la música y juntos comenzaron a escribir temas, que serían los primeros de la banda que se llamaría Sumo, temas como “Night & Day” y “Regtest”, entre otros.

Así, con Luca y Sokol tocando el bajo, Daffunchio la guitarra y Stephanie Nuttal, una amiga inglesa de Luca que había traído a la Argentina en la batería, dieron el primer concierto de Sumo en Caroline’s Pub, una discoteca de El Palomar, en el oeste del Gran Buenos Aires. Como los temas que interpretaban eran en inglés, tuvieron problemas durante la guerra de Malvinas, en 1982, y Stephanie decidió volver a Londres, presionada por su familia. Establecidos en la casa de la madre de Timmy McKern, en la localidad bonaerense de Hurlingham, la segunda formación de Sumo fue con Prodan en voz, Daffunchio en guitarra, Sokol en batería y Diego Arnedo, un vecino, en el bajo. Más tarde se les unió como saxofonista Roberto Petinatto, que trabajaba como periodista en la revista El Expreso Imaginario. En 1984, Sokol dejó la banda y se sumaron Alberto “Superman” Troglio en batería y Ricardo Mollo, amigo de Arnedo, en guitarra. Por estos años, Sumo solía dividirse en dos bandas para poder recaudar más dinero, así se formaba la Hurlingham Reggae Band, y Sumito.

Entre 1985 y 1987 la banda editó tres discos “oficiales”: Divididos por la Felicidad, Llegando los monos y After Chabón. Antes, habían lanzado Corpiños en la Madrugada sólo en cassette y con una distribución limitada.

En la biografía coral Luca Prodan: Libertad divino tesoro, el colaborador de la revista Rolling Stone Oscar Jalil cuenta algunas historias desconocidas sobre Luca.

Una de ellas es que tras fugarse del colegio escocés Gordonstoun, volvió a Roma sin avisar a su familia hasta que se cruzó de casualidad con Andrea y su madre. En esa época, Prodan tocó la guitarra en la calle y vendió artesanías. Una tarde, su hermana lo llevó a visitar a una vidente: la mujer le dijo que él era la reencarnación de Eva Perón. Luca no sabía de quién le hablaba.

Otro hecho poco conocido es que en un show en el estadio de Gimnasia y Esgrima de La Plata, Luca reemplazó al Indio Solari al frente de Los Redonditos de Ricota. Según Jalil, hubo algunos ensayos previos en la casa de Rocambole y en el recital Prodan cantó “Nene nena”, “Criminal mambo” y “Mejor no hablar de ciertas cosas”, tema que los Redondos no volvieron a tocar jamás, pero Sumo grabó.

Al morir –sufrió un paro cardíaco debido a una hemorragia interna causada por una cirrosis hepática– Luca tenía 34 años y junto con Germán Daffunchio, Diego Arnedo, Alejandro Sokol, Roberto Petinatto, Ricardo Mollo y Alberto Troglio había hecho cantar a toda una generación temas como “Debedé”, “El ojo blindado”, “La rubia tarada”, “Los viejos vinagres”, “Lo quiero ya”, “Mejor no hablar” o “Una mañana en el Abasto”.

Cuentan que aquel 22 de diciembre del 87 lo encontraron sin vida, pero con una gran sonrisa en su rostro. Así lo señaló Andrea, su hermano, en la carta que le envió a Stephanie Nuttal, la primera baterista de Sumo, que Luca trajo de Gran Bretaña y gran amiga del cantante.

El cuerpo de Luca sin vida estaba en una habitación de la casa de Alsina 451 en el barrio porteño de San Telmo, que compartía con el músico Marcelo Arbiser. Allí comenzaría la leyenda que se extendería a través de los años y que aún continúa más fuerte que nunca.

Sus restos descansan en el Cementerio de Avellaneda, en el sur del Gran Buenos Aires. En su último recital, el 20 de diciembre de 1987 en el estadio de Los Andes, ante muy pocas personas, estaba muy flaco y pálido. Quiso terminar con un bis de “Fuck You” y dijo: “Ahí va la última”. Y así fue…

Dale, hablá vos, Luca

En esta nota homenaje en Conclusión, Luca Prodan se define a sí mismo a través de algunas de sus frases a 66 años de su nacimiento:

  •  “El colegio donde me mandaron es un gran rollo mío, allí me enseñaron mucho, pero al mismo tiempo aprendí que la sociedad quiere que seas una marioneta: cuanto más famoso y mejor es el colegio, más marioneta vas a salir o, si no, más loco. Yo salí loco”.
  • “Para la ley italiana yo soy un enfermo mental. Cuando me quisieron meter en la colimba dije: «No». Por eso estuve preso dos veces en la cárcel militar hasta que me agarró un médico y me dio el artículo 28b que quiere decir que sos un enfermo mental. El 28a era puto y el 28c, drogadicto. A mí me pusieron el b y me avisaron que a partir de ese momento no iba a poder votar más ni laburar en un empleo público. Me cagué de risa… ¡¡Qué éxito!!”.
  • “Yo hice la primera comunión, todo el catequismo, pero después tuve que ir a la confesión y entonces, yo no tenía nada para confesar, no sé… y tuve que pensar… o sea, me habían dicho cómo eran los pecados… pecados veniales, de esos, pensamientos impuros… pero yo tenía 11 años, qué sé yo… No tenía pecados… y dije: «Una vez, que robé dos soldaditos a un amigo mío». Esa fue mi primera confesión… Y el cura que me mira serio y me pregunta: «¿Y qué más?» y yo: «No sé padre». Y esa fue mi primera y última confesión, porque no fui más. Mis padres me mandaban a la iglesia y ellos no iban. Y entonces pensé, ¿cuál es? ¡Váyanse a la mierda! Yo tengo que ir ahí todos los domingos en vez de estar cazando lagartijas con mi honda”.
  • “Viví siete años en Londres y tuve que dejar todo y venirme porque la heroína me estaba matando. La heroína es la mamá eterna, es como el útero que te protege. Con ella no se jode, por algo es la segunda droga en importancia, la primera es el poder”.
  • “Yo soy un guerrero. En cada tribu hubo un hechicero, un sabio, un puto, las mujeres que cuidaban a los niños y hacían la comida, también los guerreros y los cazadores. A veces los guerreros y los cazadores hacían las dos cosas a la vez. Y yo, yo me considero eso, como un guerrero y un cazador”.
  • “La música me sale fácil. Es una manera fácil de ganarme la vida. Si quiero en dos horas hago 10 temas, pero de qué sirvieron. ¿Sabés por qué no lo hago? Por que soy un vago. A mí me sale fácil. No le tengo miedo al escenario y con la música hacés guita, trabajás poco, tenés tiempo para hacer otras cosas, viajás”.
  • “Todos tenemos influencias del Fuckin’ Jim Morrison. Al mango. Era un genio. Era un excelente cantante: tenía sus raíces bien puestas en el blues. Era un chico de clase media que salió adelante. Pero un fuckin’ poeta. Yo a mi hermana le regalé «Waiting For The Sun» para su cumpleaños. Y no se lo bancó. Ahí se dio cuenta de todo, del futuro. El futuro, ¿qué era? ¿Que Morrison se iba a morir en París en una fuckin’ bañadera?, ¿que ella se iba a suicidar en un auto junto al marido en el sur de Italia?”.
  • “Cuando llegué era un desconocido, casi no hablaba español, pelado. El primer show en Estudiantes; me llevaron a recorrer todo, me trataban como si fuera… no sé, un mago. Y yo era un pobre hijo de puta que había venido acá para dejar de tomar heroína. Les vomité el piso; no por ellos, lo que pasó es que me sentía mal. Me acuerdo que se me rompieron los pantalones. ¿Qué fuckin’ rock star argentino hace un show con los pantalones rotos que se le ve el culo? No lo hacía para demostrar nada; se me rompieron, loco. «El Anillo del Capitán Beto» significa eso, ¿entendés? El rock es el rock, man. Eso del «disco es cultura», ¿todavía lo ponen?”.
  • “Aquí (en la Argentina) hay demasiada seriedad. Todos quieren ser «profesionales» y se olvidan que el rock es una locura y que los que hacen rock son locos”.
  • “Casi la totalidad de los músicos de rock argentino son unos pajeros. No los invitaría a comer a casa. Bah, a Pipo Cipolatti sí, porque es divertido”.
  • “Ahora sí, vivo de hacer música. Y me pone feliz, pero a la vez te mata. Yo antes escuchaba: «… hicieron una gira de 40 fechas y quedó agotado el cantante…», no sé quién. Y yo pensaba «bah, fuck you…». Una vez hicimos seis fechas seguidas y casi me muero. Es un trabajo. Vivo del rock y me voy a morir así. Tengo el rock adentro. Como ustedes”.
  • “El rock no va a cambiar nada. A mi me cambió, pero soy uno de los pocos. Por ahí te cambia la manera de pensar un año, pero después volvés al banco. Yo no, yo probé los ácidos, Yes, Genesis, The Beatles y también películas como El Graduado o Busco mi destino. Yo, por ejemplo, no cobré mi guita en Sadaic y tengo como 60.000 australes… y hoy tengo 130 australes porque ayer toqué. Ayer; antes de tocar; tenía tres australes… esa era toda mi guita en el mundo. Yo no quiero guita. Yo quiero a mis amigos y a la gente”.