La historia de Serú Girán, los cambios que impulsó en el ambiente rockero de la época, su carácter de caja de resonancia de lo que ocurría en la sociedad en aquellos años signados por la dictadura militar y las marcas que significaron en la trayectoria artística de Charly García son algunos de los tópicos que analiza el libro “Entre lujurias y represión”, del periodista Mariano del Mazo.

Se trata de un trabajo que logra un preciso equilibrio entre los datos que logran reconstruir de manera exhaustiva la biografía del grupo, el análisis de su impacto artístico y la forma en que operó en un determinado contexto político, social y económico.

“Serú Girán tenía el mejor mánager, una luces buenísimas, el mejor sonido del rock, tocaba en los mejores lugares, tenía buenas puestas, era masivos, era valorado como una caja de resonancia de cosas que pasaban porque era un grupo que decía cosas. Era bastante desértico el panorama del rock argentino y en Serú había otro mensaje. Claramente, eran los ídolos del momento”, graficó Del Mazo.

Acaso el subtítulo “la banda que lo cambió todo” sea el resumen perfecto de lo que, de manera ágil, propone el recorrido por las páginas que ahonda en esa suerte de “supergrupo” integrado por Charly García, David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro, que dominó la escena entre 1978 y 1982.

En tal sentido, la excelsa música desplegada por esta formación, el nivel de profesionalismo mostrado en las actuaciones en vivo, la masividad inédita alcanzada para el género en esa época y la inteligente manera que encontró de hablarle a una sociedad reprimida a través de sus letras aparecen resaltados en este libro como el cocktail perfecto para posicionarla como la banda más relevante de la historia.

El trabajo recorre el génesis del grupo en las playas de Buzios, su fallida presentación en sociedad, su reconstrucción luego de las destructivas críticas iniciales, su refundación musical y lírica, el apogeo, su abrupto final y la “triste coda” que supuso su regreso en 1992.

Sin embargo, la investigación, que cruza testimonios de los protagonistas, utiliza diversas fuentes y analiza artículos de la época, no se queda en los hechos anecdóticos, sino que pone estos elementos en su correspondiente contexto.

“Siempre me interesó la relación entre el rock y los años de la dictadura. Me da mucha curiosidad y me zambullí en eso”, graficó Del Mazo, quien ya había manejado este tópico en su libro “Fuimos reyes”, escrito junto a Pablo Perantuono, que recorre la historia de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

Una lectura mucho más entrelíneas permite también dimensionar el significado que el grupo y los cambios que propuso operaron en la historia artística global de Charly García.

-¿Por qué cree que prácticamente no hay libros sobre Serú Girán aunque se trate de una de las bandas más importantes de la historia del rock argentino?

Mariano del Mazo: Es que el poder de Charly lo abduce todo. Serú Girán quedó instalada como una instancia más de su soberbia trayectoria. Lo que hay que decir es que el que enterró a la banda con el cadáver todavía caliente fue el propio Charly, con tres o cuatro discos solistas brillantes. Él fue el que dejó a Serú en el lugar de un elefante antiguo, totalmente anacrónico, en 1983. Incluso, Serú fue reivindicado hace poco porque había quedado a contramano del nuevo rock. Fue nuestro Pink Floyd. Los pibes jóvenes que escuchaban nuevo rock detestaban a Serú.

-¿Qué significó Serú Girán en la historia de Charly García?

Fue la banda más banda de Charly. La banda donde Charly más repartió las barajas. Compartía la voz y la composición con Lebón, muchos arreglos eran de Pedro Aznar. Fue una banda beatle en ese sentido, con la música como gran norte más allá de egos y vanidades.

-En el libro remarca que cuando empezó la banda, Charly tocaba sentado y al poco tiempo se había convertido “en un afectado performer”. ¿Sirvió para formatear al Charly que conocemos?

-Empieza a aparecer otro Charly impulsado por muchos factores. Cuando hablo de Serú como la banda que lo cambió todo, también me refiero a eso. Había una suerte de ortodoxia anquilosada que tenía el rockero, que ser inteligente era estar sentado. Serú cambió eso también.

-¿Qué fue lo que más le costó reconstruir o leer a la distancia al hacer este libro?

-Fue muy intrincado todo lo referente al regreso porque había una trama comercial muy compleja. Fue muy delicado. Además, es la parte que más me pesó porque no me interesa mucho el periodismo de investigación extramusical. Yo estaba tan apasionado con la primera parte de la historia que no sabía si valía la pena esta parte. Pero hubo gente, como Gustavo Gauvry, que me hizo entender que eso también era parte de la historia de Serú. Una coda innecesaria que mancha la historia original, pero mucha gente se emocionó con eso. En el ’78, Serú quería incorporar a gente no rockera. Serú quería perforar el ghetto rockero pero en el ’92 ya estaba fuera el rock. El pibe de 15 años no escuchaba Serú, era cosa de grandes. Cuando vuelve, ya no pertenece al rock, sino a la industria del entretenimiento. Había cosas que sintonizaban mejor con su tiempo.

-¿Revalorizó a Serú Girán luego de hacer este libro?

-Sí, luego de este libro los valoro aún más. Siento que hicieron una música excelsa. Valoré mucho el que empezaran bajo cero y tuvieran que remontarla. No les fue fácil y me gustó esa estirpe guerrera de ellos.