La cumbia es un género musical lleno de historias y que atravesó los límites geográficos de toda latinoamérica al punto tal que más de quinientas millones de personas disfrutan de los ritmos tropicales y pegadizos que ella contiene. Esta música, que en principio perteneció a la periferia urbana y a las clases sociales más bajas, hoy en día es bailada y coreada por los diferentes estamentos que componen a la sociedad. Estudios sociológicos y filosóficos han discutido sobre la masividad y la popularidad que la cumbia alcanzó a través de los tiempos.

Conclusión entrevistó a la socióloga Malvina Silba, investigadora adjunta del Conicet y docente de la UBA y la Universidad Nacional de San Martín, para conocer más de la música que tantas personas bailan al compás de sonidos alegres y contagiosos.

Luego de su participación en el documental Yo soy la cumbia y de editar su libro Juventudes y Producción Cultural en los Márgenes, la docente estudia activamente la incidencia que tiene la cumbia en la sociedad. Su interés por la cumbia “viene desde lo biográfico». «Yo me crié escuchando música folclore y música romántica, estos tres géneros que son los más populares”, cuenta Silba.

-¿Qué es la cumbia en términos sociológicos?

-La cumbia llegó a ser de interés sociológico con la cumbia villera. Antes era un objeto menor del que se sabía bastante poco y que solamente le habían dedicado un libro escrito por Marta Flores que habla de la cumbia en la provincia de Buenos Aires, algo de Sergio Pujol cuando escribe la historia del baile en 1999 y no mucho más. Existía como una negación del objeto. Lo que sí paso es que, claramente con la crisis del 2001, incluyendo lo previo desde el año 99 en adelante, unos pibes que eran incompetentes en sus capacidades en términos culturales, creativos y educativos comienzan a sacar canciones, con apoyo de productores cumbieros, como las de Flor de Piedra y agrupaciones que todos conocemos. Ahí se da un quiebre interesante para analizar, por que eso llama la atención y años mas tarde se puede ver y sostener lo que los cumbieros decían sobre que “nosotros somos la voz de la gente” o “la voz de la crisis” o que fueron la música del estallido social. Pero la realidad es que la cumbia hasta ese momento no se veía así y tardó un tiempo poder interpretarlo de esa manera.

-¿Qué tiene que ver la cumbia con los contextos políticos y sociales?

-Los géneros musicales nunca pueden ser analizados escindidos de sus contextos sociales. Para mí lo interesante es no analizarla solamente en su contexto social. Por ejemplo, no es que la cumbia villera fue cumbia villera porque tenía un contexto social que propiciaba que se escuchara ese tipo de música, si no que claramente había una virtud en ella que hizo que gustara y copara de esa manera. Ni el tango puede ser rescindido de su contexto social, mucho menos el rock, con respecto a lo que significó para la sociedad. Yo creo que la cumbia no se esperaba y que tampoco había sido analizada desde la perspectiva académica y no se esperaba que fuera un género que relatara y contara lo que pasaba en ese momento histórico, en termino de cumbia testimonial. Era una música menor, era una música para la diversión. No se esperaba que los pibes cumbieros fueran la voz de nadie, que salieran a denunciar la desigualdad social, ni tampoco que hablaran mal de las mujeres que ese es un tema que debatimos con colegas, y dejar de decir que la cumbia villera es música machista porque dar ese diagnóstico es no permitir un análisis a futuro, es decir, la cumbia es machista pero ¿qué más? Son muchos matices que hay que tener en cuenta al analizarla y no son cuestionamientos simples de responder. Entonces yo no puedo escindir lo que pienso de la cumbia de lo que pienso sobre el lugar de la cultura y las clases populares en la dinámica cotidiana de la vida social en la Argentina.

Decir que la cumbia villera es música machista es no permitir un análisis a futuro

-¿Sigue siendo catalogada de machista la cumbia villera?

-En el momento que nacen esas canciones de cumbia villera era otro el contexto social, no era este. Y ahí hubo una forma de respuesta que se denominó como cierta activación sexual de las mujeres, no como un protagonismo mayor del deseo o el cuerpo femenino y de alguna manera puede interpretarse que las letras de la cumbia villera salió a responder a eso, es decir, como dice una canción de Nestor en Bloque, si las mujeres van a atreverse, es decir, si las mujeres van hacer “atrevidas”, nosotros los varones, la voz heterosexual y dominante va a ser la que narre esa historia para que los varones no se queden afuera, pero las verdaderas protagonistas de esas canciones son las mujeres.

-¿Por qué se asocia la cumbia a las periferias, a las clases trabajadoras o a las clases bajas?

-En principio porque la cumbia nació de las clases populares, a pesar de que en nuestro país en la década de los 60 tuvo una asimilación de las clases más urbanas digamos. Pero es una música que tiene mucho emparentamiento con el folclore, mucho vínculo con las músicas de las provincias incluso como vertiente de la cumbia, que tiene más que ver con el interior del país que con la capital, a pesar de que es el centro económico industrial el que le permite la visibilidad. Pero siempre fue música de trabajadores. Si la cumbia para los sectores de clase alta es un modo festivo, para los sectores populares es una forma de vida.

«Si la cumbia para los sectores de clase alta es un modo festivo, para los sectores populares es una forma de vida»

-¿Se puede decir que la cumbia logró captar otros estamentos sociales que antes no la escuchaban?

-Depende de donde lo mires. Una cosa es analizarlo desde el punto de vista cultural y otro desde el público que la consume. Por ejemplo, cuando hice entrevistas con los músicos de cumbia villera los pibes me hablaban en lenguaje de cumbia no de cumbia villera, o sea, escuchaban cumbia villera pero no era lo único que escuchaban. Por eso cuando Damas Gratis hace una canción tributo a Los Mirlos que es una banda de Perú, la gente lo puede reconocer, y cuando hacen un tributo a Dyango también. Es decir que los públicos si no supieran los diálogos musicales que existen entre la cumbia y el rock, entre la cumbia y el folclore o la música romántica, no seria posible que la reconozcan. O que sepan a quien están homenajeando o versionando o inclusive a quien están plagiando. Entonces podemos decir que ahí existe un conjunto de operaciones culturales mas complejas y la industria, no es ajena a esta relación y operan en función de lo que saben que va a gustar.

-¿Se puede decir que los gobiernos neoliberales, en función de sus políticas, estimulan el resurgimiento de esta música popular?

-Es muy difícil poder decir cómo se vincula una música o un género popular en este contexto donde el discurso de los sectores dominantes muchas veces reivindica muchos aspectos de lo popular. Por ejemplo, Macri asumió con una canción muy conocida de Gilda en el balcón de La Rosada o la semana pasada se hizo una cena homenaje en el comedor de Margarita Barrientos donde todos los invitados fueron de etiqueta, y ahí surge la cuestión sobre qué es lo popular. Y lo popular es lo que se opone a lo dominante. Que la cumbia esté de moda no significa que la desigualdad social desapareció, es más la desigualdad se radicalizó y está mucho peor de lo que estaba hace unos años. Por eso, no es tan fácil hacer un diagnóstico con el contexto tan cercano. Para mí es muy potente que estos escenarios sociales de la disputa o de la protesta puedan ser ocupados por diversas manifestaciones culturales y ojalá la cumbia esté entre ellas. Algo que es para recordar es que en el marco de la lucha por la educación pública, el cantante de Malafama subió una foto a sus perfiles de redes sociales bancando la educación pública y yo no creo que haya pasado antes. Por eso no hay que buscar los grandes gestos porque los músicos de la cumbia son trabajadores, que conviven y la pelean en una industria que no tiene garantizadas todas las condiciones laborales y que están inmersos en circuitos de explotación. Negocian en un mercado de desigualdad con condiciones que ellos no pueden cambiar porque el mercado de la cumbia en Argentina no está regulado. Por eso también creo que hay que ir viendo los pequeños gestos porque sumados hacen un gran gesto y pueden producir un cambio, pero de antemano no estamos en condiciones de asegurarlo. Ojalá sirvan para visibilizar algún tipo de descontento que permita que las condiciones vuelvan a ser un poquito mejores, no se si buenas pero si un poco mejor.

«Surge la cuestión sobre qué es lo popular, y lo popular es lo que se opone a lo dominante»

-Hablando sobre el tema que trata tu libro, ¿de qué manera la cumbia es un motor de producción cultural para los jóvenes de las periferias?

-En mi libro quise mostrar en principio una discusión con ciertos sectores del periodismo, mas con el periodismo musical que no le presta atención a la escena de la cumbia con el periodismo en general, pero sobre en lo académico o en las universidades que no piensan a la cumbia como un objeto digno de ser investigado. A mí lo que me interesa mostrar es que si nosotros presuponemos que todos los que hacen cumbia son sujetos sin competencias culturales o educativas, lo primero que tenemos que hacer es mostrar cómo se formó esa gente, qué estudió, de qué manera se construyeron a sí mismos como músicos o músicas de cumbia y qué es de eso lo que les gusta y qué es de eso lo que aceptan porque no les queda otra. Entonces lo que pensé es que la producción cultural marginal es relevante porque todo el mundo escucha cumbia, todo el mundo la critica pero todo el mundo la baila también, entonces hay algo de ese orden. Mucha gente puede opinar y pueden hacer un diagnóstico o una evaluación moral sobre los contenidos de la cumbia, sobre que son negros, que son villeros, que hacen apología de la droga, el delito o que son machistas, pero no había un dato certero, por ejemplo, donde estudian el género, que de hecho, no existe una academia donde aprenderla. Entonces, por un lado está esa cuestión de formación fragmentaria de que el músico estudia como puede o hace cumbia como puede, y por otro lado, una de las cosas que muestra el libro es esto de que la mayoría de los que hacen cumbia son varones, o sea, no hay una producción cultural de mujeres de sectores populares que pueda manifestarse en términos de la cumbia, las que hay son bandas autogestivas y en general conformadas por pibas de clase media, entonces existe un sesgo de género que seguramente será una investigación a futuro para saber qué pasa con las mujeres en la cumbia, porque parece ser que es un discurso muy asociado a la posición de clase pero que es muy normativo en términos de género, es decir, lo que ocupan los lugares de productores o líderes son todos varones