Por Mariano Casas Di Nardo*

Reflexivo, aliviado por haber pasado la pandemia, sin ganas de hablar de política y eufórico por estar viviendo una etapa «muy teatral», como él mismo reconoce. Así recibe Pacho O’Donnell a La Prensa en la intimidad de su estudio, un lugar al que pocos acceden. Un pequeño rincón en su hogar laberíntico, con un imponente escritorio que es respaldado por una biblioteca con decenas de libros, varios Martín Fierro y otros premios distribuidos aleatoriamente.

Algo es claro: en ese lugar hay movimiento, dinamismo, creación. Lo único que quedó detenido en el tiempo es un fax que Pacho asume ya no utilizar. Y mientras concluye una conversación con su mujer por la organización de su cumpleaños número 80, se acomoda para responder a todas las preguntas. Desde su nueva obra, ‘Un papel en el viento’, cuya puesta dirige Daniel Marcove, hasta su más reciente pasión, Instagram, donde muestra una nueva faceta de consultor fitness.

«Un papel en el viento’ la escribí durante la pandemia, pero no trata estrictamente sobre la pandemia, aunque habla del tiempo en el encierro, y de la muerte. La pandemia nos ha conectado con la muerte, cortó esa forma que tiene el ser humano de negar la muerte. Porque es insoportable para el humano ser el único animal que sabe que va a morir y que lo disimula tristemente con la rutina, con pagar las cuotas del colegio de los chicos, con arreglar artefactos que se descomponen; como lo hice yo hoy con algo que se me rompió -sostiene-. En fin, con lo mediocre de la vida».

FRUSTRACIONES

Escrita por O’Donnell y dirigida por Marcove, ‘Un papel en el viento’ presenta a cuatro personajes bien definidos que irán mostrando sus miedos y frustraciones. Están encerrados y la libertad pareciera ser ese devenir al que se le tiene tanto miedo como ganas. Protagonizada por Nicolás Amato García, Juan Manuel Correa, Pablo Flores Maini, Julieta Pérez y Emma Serna, la obra levanta el telón los jueves a las 20 en el teatro El Tinglado.

-El texto remite muy rápidamente a cuatro personalidades reconocibles.

-Exacto. Una de las actrices en un momento dice ‘ninguno está donde quisiera estar’, que significa que ninguno de ellos realmente cumplió con sus sueños. Y esa es la metáfora de un Favaloro fracasado, de un Maradona fracasado, que, aunque parezca irónico también han sido fracasados porque sus destinos fueron muy trágicos. El DNF, Documento Nacional de Frustración, me parece interesante, porque la gran mayoría está donde no quisiera estar. Y aunque suena dramático, es la realidad.

-Usted tiene infinidad de logros, además de sus diversas profesiones.

-Yo me considero un fracasado, o, mejor dicho, no creo haber cumplido mis sueños. A mí me hubiese gustado ser un gran atleta. Un amigo mío hacía como veinte flexiones de brazos agarrado de una barra paralela y yo con suerte hacía dos o tres. Lo admiraba profundamente. Y como de adolescente fui muy neurótico, eso me llevó al psicoanálisis y me desvió de mis sueños. Fui médico, psiquiatra, psicoanalista, historiador y ahora escritor, pero hubiese preferido ser atleta.

-Con Daniel Marcove ya son casi una dupla. A la hora de escribir, ¿le consulta?

-De joven solía ser más autosuficiente. Los años me han enseñado que es bueno confiar en los que saben más que uno. En teatro prefiero hacer el proceso junto a Daniel. El final de esta obra no lo podía resolver. El desenlace lógico no tendría que haber sido ese, pero no tenía dinamismo y en conjunto con Daniel le dimos una irrupción que me interesó más.

-Con ‘Un papel en el viento’ van por la séptima obra juntos.

-A Marcove le tengo mucha confianza. Cuando decido que dirija una obra mía, se la entrego y por lo general una sugerencia de él para mí está bien. Si hace alguna modificación en el texto es atinada. Confío mucho en su imaginación. Tiene un gran talento para ponerle imágenes a mis ideas. Por ejemplo, el movimiento que tiene esta puesta es más interesante que el que yo imaginé.

-¿La inclusión de una actriz trans es revalidar los tiempos actuales?

-Ahí está, por ejemplo, otra intervención de un director talentoso. Yo había pensado en un travesti, o sea, un hombre vestido de mujer. Y él propuso una actriz trans, y tenía toda la razón. Además, dimos con una mujer maravillosa como Emma Serna. El nivel actoral en sí es muy bueno.

RECUPERAR EL CUERPO

La pandemia marcó un antes y un después en la vida actual. Es la versión remasterizada del antes y después de Cristo. Una situación de crisis que nos atravesó a todos por igual. Algunos se reinventaron, otros se pusieron en pausa y muchos mostraron nuevas facetas. Este último caso es el de Mario Ernesto O’Donnell, quien retomó aquella pasión por el deporte. Sí, el paradigma de la cultura argentina mostrando en redes sociales su cuerpo y dando tips para una alimentación saludable.

«Me di cuenta que podía hacer ejercicio -confirma Pacho-. Es uno el que abandona el cuerpo. A los 40 o 50 años se lo abandona. Yo lo retomé a los 80. He jugado al fútbol, al rugby, pero descubrí mi cuerpo a los 70 años y recién ahora lo muestro».

-Decidió compartir en redes una faceta nueva y desconocida.

-Soy un hombre muy reservado. Si bien tengo actividades que tienen que ver con lo colectivo, en mi intimidad soy cerrado. Me gusta estar solo, escuchar música, leer. No tengo amigos, tengo gente con la que hago cosas, pero no soy amiguero. Y las redes me han permitido crear puentes, tener más relaciones que las que tendría naturalmente. Lo de hacer fierros es de caradura. Me pareció sano. Hay mucha gente que se enganchó y entendió lo importante que es estar en buen estado físico. Hace bien, determina el nivel inmunológico.

– ¿Qué pasó después de hacer su primer posteo fitness en Instagram?

-No me faltaron las críticas, pero no me molestaron. Fueron más los elogios. Erróneamente hay una antinomia entre lo intelectual y el cuerpo. ¿Por qué no puedo mostrar mi cuerpo? Mientras mejor estoy corporalmente, mejor estoy intelectualmente. El estímulo de las endorfinas y la mayor irrigación cerebral ayudan al todo que es el ser humano. Me parece importante dar un buen mensaje. La religión se ocupó de separar el cuerpo de la mente, tomó al cuerpo como el lugar del pecado y a la mente como la virtud, pero habría que cortar con eso y unificar las partes.

AMBICIONES

-Se contagió de coronavirus. ¿Cómo lo llevó?

-Lo llevé bien, tuve pocos síntomas por suerte. Llevo una vida saludable y creo que eso me ayudó. Pero a diferencia de otros, para mí la pandemia no fue un proceso de mayor creatividad sino de supervivencia. Solo terminé esta obra de teatro con mucha laboriosidad. He tenido insomnio, angustia. Leía, hacía gimnasia, pero con dificultades. Y en esa conexión que comenté con la muerte, no me dio miedo morirme, pero sí me hizo preguntar si aproveché mi vida.

-En su caso está claro que la aprovechó al máximo, su vigencia lo demuestra.

-Tener 80 años plantea situaciones que son más tranquilizadoras, pero a la vez más depresivas. No tengo grandes planes para el futuro. Si en algún momento miraba en la tele un velero, tal vez fantaseaba con tener uno y navegar. Ahora ya sé que no voy a tener ningún velero. Y eso también produce serenidad. Si uno está muy disconforme y lamenta, se intranquiliza, pero ahora sé que no tengo grandes planes y disfruto.

-Dijo que estaba en una etapa muy teatral.

-Sí, y ocupo mi tiempo con eso. Tengo en gira una obra que se llama ‘La tentación’, que hacen Raúl Rizzo y Pablo Shinji. Y también haré temporada en Mar del Plata solo la última semana de enero en el teatro Auditorium. En esa obra (‘A la izquierda del roble’) actúo. He tenido el caradurismo por fin de subirme a un escenario y actuar. También estoy con Ricky Pashkus adaptando un texto mío de Juana Azurduy a comedia musical. Tampoco sé si la vida me va a dar la lucidez para volver a escribir algún libro nuevo, por eso estoy con el teatro. Pero de pronto explotan la inspiración y las ganas; todo puede suceder.

Fuente: La Prensa.