Diego Ezequiel Astigarraga es argentino, tiene 24 años y padece de hipoacusia bilateral, pero su talento para tocar el trombón le valió para integrar una orquesta de jóvenes de 27 países en el «Pyeongchang Special Music Festival», que se realizó en Corea del Sur.

La finalidad del festival -que se desarrolló entre 10 y 14 de agosto- fue mostrar que la excelencia musical de las personas excede la capacidad intelectual y, para ello, se prepararon durante varios días para dar un concierto de cierre al que asistieron cientos de personas.

Diego fue el único representante de la Argentina y viajó gracias al apoyo que le dio la orquesta de la Escuela Especial N° 516 de Rafael Castillo, La Matanza, donde 120 niños y jóvenes de entre 5 y 25 años asisten a la única orquesta-escuela de la Argentina que integra a alumnos de una escuela especial con chicos del barrio en el mismo horario escolar.

«Nuestro objetivo es que todos tengan su derecho a estudiar un instrumento musical. Así, no sólo mejoran su trayectoria educativa, sino que acceden a la música sinfónica cuando no tendrían otro modo de hacerlo», expresó a Télam Sebatián Urquiza, director de la escuela a la que asisten alumnos con discapacidades auditivas e intelectuales.

La oportunidad de viajar al festival surgió hace algunos meses cuando, luego de una convocatoria del centro cultural de la embajada de Corea, los profesores enviaron varios videos de los músicos interpretando su instrumento y Diego fue seleccionado por los coreanos como representante de la Argentina.

«Fue algo muy movilizante. Musicalmente nos preparamos con las partituras que le habían mandado, pero el viaje fue realmente increíble. Lo vivió con mucha curiosidad, ya que nunca había viajado al exterior, pero con mucha naturalidad», indicó Urquiza.

Situada en el barrio de «Villa Scasso», en una de las zonas más humildes de la provincia de Buenos Aires, la orquesta N° 516 funciona como la mayor atracción cultural de los vecinos y una actividad distinta para los chicos de todas las familias.

«Este es un proyecto comunitario que excede la cuestión de la discapacidad. Acá vienen chicos que no son de la escuela, pero sí viven en el barrio, y tocamos todos juntos», explicó a Télam José Luis Marina, director de la orquesta.

La banda musical nació hace cinco años como parte del Programa Provincial de Orquestas Escuela que integran 21 instituciones que prestan sus aulas para que los alumnos puedan aprender a tocar música sinfónica.

«No le asignamos al chico un instrumento que creemos que puede tocar, sino el que él o ella quiera y hacemos lo imposible para que sea así», aseguró Marina, quien también es docente de violín desde hace 30 años.

Cada chico que se suma a la orquesta tiene una introducción a los instrumentos, eligen aquel que más le guste y se lo prestan para que practique en su casa.

«El paisaje es muy fuerte -admitió Marina-. Hay casos en los que los chicos viven en una casa que vale lo mismo que el instrumento que le prestamos, pero te puedo asegurar que los días de ensayo vuelven impecables».

La orquesta funciona los lunes, martes y miércoles desde las 8.30 y hasta las 17, de modo que los chicos del barrio que van a otras escuelas puedan elegir en qué horario participar de las clases grupales de su instrumento, los ensambles por familias de instrumentos y ensayo de orquesta.

Además del director y coordinador pedagógico, hay otros diez profesionales dedicados a darles la mejor educación a los chicos: dos maestros integradores y ocho docentes de instrumentos (flauta, clarinete, trompeta, trombón, violín, viola, violonchelo y contrabajo) y lenguaje musical.

La inscripción está abierta todo el año y, aunque sólo funcionan en período escolar, pasaron de tener 40 alumnos a más de 120 en apenas cinco años.