En supermercados Coto la violencia es uno de los principales modos de relación y esa forma no cesa, se potencia. A poco más de un mes de la muerte de un hombre de 70 años, que se levaba sin pagar algunos alimentos de la sucursal de San Telmo y murió de un infarto tras haber sido reducido violentamente y golpeado por personal de ese local, ahora fue el turno de un trabajador por reclamar sus derechos.

Lejos de cesar esa modalidad violenta, continúa con los propios. Ayer un delegado gremial que insistió en un pedido para que se aplique el Convenio Colectivo de Trabajo en el supermercado en el que se desempeña, terminó fuertemente golpeado.

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El destinatario de la furia de Coto fue uno de los delegados de la sucursal Retiro que fue atacado por tres dirigentes que, según denuncian desde las redes sociales, responden a la conducción de Ramón Muerza, un hombre aliado a la cadena y que fue el principal adversario en las elecciones del gremio que conduce Armando Cavalieri.

El secreto a voces que Alfredo Coto estuvo detrás de la candidatura de Muerza es casi una certeza en el mundo gremial y de la política. El vínculo entre el dueño de la cadena y el dirigente gremial en los establecimiento es reconocida por ambos públicamente. En ese sentido giró la crítica del delegado gremial que fue víctima de la golpiza. El señalamiento es que existe un pacto entre Muerza y Coto que opera en forma de disciplinamiento de los trabajadores con eje en la violencia.

La cadena Coto tiene 120 sucursales en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano, otras localidades de la provincia y las principales ciudades del interior. Hace un tiempo, se conoció que en uno de los depósitos de la cadena acopiaron un arsenal que incluía ametralladoras, rifles, escopetas, pistolas, armas antitumulto, chalecos antibala, cascos, escudos, más de 200 granadas y más de 3 mil municiones escondidas en la casa central de Caballito. El argumento del titular de la firma fue que las tenía para defender sus bienes en caso de saqueos.

De casualidad. El arsenal fue descubierto por un grupo de inspectores de la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMaC), el organismo que controla la tenencia y comercialización de armas. Lo llamativo es que siga vigente este método de terror y no pase nada.