Por Alejandro Maidana

Enero de 1919, una fecha que quedaría marcada a sangre y fuego en el cuero del proletariado revolucionario argentino. Con la consolidación de una de las huelgas más extensas y cruentas del siglo XX, aquello que comenzara en diciembre de 1918, cobraría fuerzas y un vital impulso convirtiéndose en un ícono de la resistencia obrera.

Aquellos conflictos aislados de trabajadores portuarios en Rosario y metalúrgicos de la FORA anarcocomunista, se iría extendiendo en Buenos Aires con especial eco en Bahía Blanca, llegando incluso hasta la provincia de Córdoba. La Semana de Enero dejaría en evidencia una serie de cosas muy interesantes a la hora de reflexionar y analizar su procedencia, una de ellas es las contradicciones del radicalismo yrigoyenista en el poder, su alianza con las fuerzas armadas, la jerarquía eclesiástica ultramontana, junto a los capitales rurales e industriales.

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La pujanza de sociedades de resistencia, sumado a la capacidad de mujeres y hombres solidarios para enfrentar la represión y resolver situaciones como por ejemplo la atención sanitaria de los heridos y la alimentación. Cabe destacar que en esta larga semana de lucha, también se produjo el <progrom>, maltrato y matanza de personas de origen judío por parte de la <Liga Patriótica> orientada por monseñor Miguel De Andrea, el radical Manuel Carlés y el general Luis Dellepiane entre otros.

Los crímenes abrazaron la cobarde impunidad, una lógica con raigambre estatal, la Semana Trágica sería el combustible de diversas resistencias obreras, como la de la peonada campesina que sería fusilada dos años después en lo que se denominó la Patagonia Rebelde, un nuevo crimen que tendría como eje principal el gobierno de Hipólito Yrigoyen.

Carlos Solero es docente de Sociología de la UNR, y un activo militante anarquista, profundizando sobre los sucesos de la <Semana de Enero> que luego pasó a ser llamada <Trágica> por la deleznable represión, indicó: “Es preciso destacar que a esas huelgas también se le sumaron los policías que tenían los sueldos atrasados, un hecho inusual para los tiempos que corren. Es decir, que los agentes de policía locales se negaban a reprimir, situación que ofuscó a los conservadores de la época que veían con muy malos ojos tal negativa, como la de Hipólito Yrigoyen de utilizar la marina para llevarla adelante”.

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Los talleres metalúrgicos Pedro Vasena e Hijos, una empresa ligada a capitales británicos, aparecería en el ojo de una tormenta desatada por la clase trabajadora. “La industria metalúrgica se había visto profundamente afectada por la <Primera Guerra Mundial> e intentaba bajar costos, los obreros, a su vez, pretendían obtener mejoras en sus condiciones de trabajo y salario. Todos los requerimientos fueron desoídos, la vinculación de Vasena con altos funcionarios del gobierno de Irigoyen, desembocaría en una represión que arrojaría muchísimos muertos y una cantidad notable de heridos.”, indicó.

El aumento de lo que se denominaba “la carestía de vida”, ya que tanto los alimentos como el boleto de transporte pegarían un salto considerable, haría que el 1918 se afiance como un año de luchas masivas, algo que en enero de 1919 cobraría una dimensión notable. La huelga pronto se convertiría en un conflicto sindical generalizado que terminó con 700 muertos (entre ellos una niña de 13 años con el vientre atravesado por una bayoneta) y cerca de 4000 heridos, una ecuación consolidada a través del tiempo, en donde los muertos siempre los pone la clase explotada que persigue reivindicaciones y derechos.

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Vasena tuvo que ceder ante la masiva demostración de dignidad y solidaridad de la clase trabajadora. “La semana de enero terminaría siendo una semana de 10 días, que finaliza con el triunfo de los trabajadores que logran el reconocimiento de sus referentes sindicales, el salario que reclamaban y la reducción de las jornada laboral a 8 horas”.