Un informe recientemente publicado por la Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) advirtió que las ventas de alimentos procesados industrialmente (comida rápida y bebidas azucaradas) aumentó sustancialmente en América Latina, contribuyendo al incremento de las tasas de obesidad en toda la región.

Esta situación despertó gran alarma en la salud pública por su implicancia como factor de riesgo de obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.

La médica especialista en nutrición María del Pilar Quevedo, miembro de la Fundación Cardiológica Argentina, explicó que «el ritmo de vida actual y la lamentable oferta y excesiva disponibilidad de alimentos procesados industrialmente, sumado a los relativos bajos costos y practicidad que tienen, han ido desplazando la alimentación saludable por bebidas y comidas ultraprocesadas».

Quevedo destacó que estas comidas «se destacan por una elevada densidad calórica, y contenido de azúcar, grasas saturadas y sodio, y escasa cantidad de fibra dietética, minerales y vitaminas».

«La combinación de azúcar, sal, grasa y varios aditivos – bebidas azucaradas: gaseosas, jugos y energizantes-, snacks dulces y salados y «comidas rápidas» – condicionan la ingesta de estos «alimentos» debido a que la elevada palatabilidad genera un comportamiento adictivo resultando casi imposible dejar de consumirlos», explicó la médica.

Además, la especialista señaló que «la gran concentración de calorías que contienen puede ocasionar con su consumo excesivo ganancia progresiva de peso, alteración en la glucemia y mayor riesgo de hipertensión arterial (por su elevado contenido de sodio), y de esta forma aumentar los factores de riesgo cardiovascular».

¿Cuál es la situación en la Argentina?

En la Argentina, la 3º Encuesta Nacional de Factores de Riesgo mostró un incremento de la obesidad en un 42.5% con respecto a 2005, y esto es consecuencia de la mala selección de alimentos y falta o escasa actividad física.

También, detalla que el consumo de sal se ha reducido notablemente; sin embargo, no ha habido modificaciones en el consumo de frutas y verduras según los últimos datos reportados. Al respecto, Quevedo manifestó que «el aumento de la obesidad en la última década, nos permite inferir que la población no presenta hábitos nutricionales adecuados, con mala selección en la cantidad y la calidad de alimentos, sumado al sedentarismo como otro factor de importancia en esta pandemia de obesidad y diabetes».

La Fundación Cardiológica Argentina brindó algunas recomendaciones al respecto:

  • Resulta fundamental tomarse un tiempo prudente para alimentarse.
  • Elegir las opciones más saludables de los alimentos que vayamos a consumir.
  • Conectarse y disfrutar del «acto de comer» para no realizarlo en «piloto automático», lo que hace que no se mastique correctamente e incluso se perciba saciedad.
  • Evitar los distractores y dedicarle tiempo influye notablemente en la cantidad y calidad de la alimentación.
  • Respetar las 4 comidas principales. No saltear el desayuno, tan olvidado en la vorágine cotidiana.
  • Mantener una adecuada hidratación. Nuestro cuerpo necesita agua, no bebidas azucaradas, gaseosas ni alcohol.
  • Mantener una alimentación variada y equilibrada, con alimentos frescos, variedad de verduras y frutas de estación preferentemente, carnes rojas magras, pollo sin piel y pescados, lácteos descremados y bajos en sodio.
  • Evitar alimentos industrializados, con elevado contenido de sodio, azúcares simples y grasas.
  • Aumentar el consumo de fibras, frutas, verduras, legumbres y cereales integrales.
  • No perder de vista que aprender a leer las etiquetas de los alimentos es una herramienta poderosa frente a esta batalla contra la obesidad, diabetes, hipertensión y aumento de grasas en sangre, todos factores de riesgo cardiovascular.
  • Por último, para los más chicos es fundamental la contención de la familia y el medio ambiente en el cual se desarrollan, dos factores indispensables para su salud y bienestar.                                               refrescoLos «ambientes obesogénicos», en donde la oferta constante de alimentos industrializados se encuentra a la orden del día, también impactan a los niños tanto como la enorme cantidad de publicidad que ofrece todo tipo de tentaciones.

«La educación nutricional y los buenos hábitos comienzan en casa, por lo que es responsabilidad de la familia trabajar para brindar herramientas para cuando los niños salgan a la calle y puedan elegir saludablemente», concluyó Quevedo.