Por Alejandro Maidana

La ley 11.273 que prohíbe fumigar en cercanías de las personas por el riesgo que esto implica permanece impávida, impertérrita, ante el avance inescrupuloso de quienes ostentan el poder económico y político.

El Tribunal Federal de la Haya definió de la siguiente manera el camino de muerte que sembró Monsanto: «Si el delito de ecocidio se reconociera en el derecho penal internacional, las actividades de Monsanto posiblemente constituirían un delito de ecocidio en la medida en que causan daños sustanciosos y duraderos a la diversidad biológica y los ecosistemas, y afectan a la vida y la salud de las poblaciones humanas».

En tanto la Iarc (Agencia Internacional para la investigación del cáncer de las Naciones Unidas) concluyó que los plaguicidas impuestos por Monsanto, son probablemente carcinógenos para el hombre.

El aplastante universo del capital entrelaza intereses de toda índole generando un monstruo que arrasa todo a su paso. Sólo nos queda la conciencia, esa que puede modificarlo todo a su alrededor, pero claro, los procesos suelen ser muy lentos a comparación del irremediable daño causado.

Arroyo Leyes es un pueblo de Santa Fe que se encuentra a solo 20 kilómetros de la ciudad capital. Un territorio de quintas, amigado con el verde y la vida tranquila, esa que supo ser una maravillosa alternativa a la álgida vida citadina. Pero claro, desde el desembarco del transgénico del año 96 a esta parte, aquellos arrabales que abrazaban la paz y el equilibrio se fueron convirtiendo en un nicho de muerte y contaminación.

Facundo Viola es vecino del lugar, su compromiso como periodista ambientalista y activista lo ha llevado a tener que sortear situaciones escabrosas. Conclusión dialogó con él para conocer los detalles de una lucha estoica, la de un ciudadano común contra un gigante.

“Soy vocero de un grupo de vecinos autoconvocados, el mismo se viene movilizando hace cuatro años para intentar visibilizar y concientizar, sobre una situación muy delicada. Arroyo Leyes como tantos otros lugares de nuestro país, viene tolerando la aplicación ilegal de agrotóxicos”, indicaba Viola.

Este flagelo interpela de manera constante la calidad de vida de aquellos pueblos que resisten. Sobres esto fue contundente: “La realidad es demoledora, si bien para las autoridades pareciera que pretendemos venderles ficción, un alto índice de discapacidad, de leucemia y de afecciones respiratorias, podrían estar hablando de una situación que nos preocupa en demasía”.

El auge inmobiliario que empujó a un loteo compulsivo colaboró de sobremanera a la hora de agudizar los padecimientos. “Arroyo Leyes en los últimos años ha crecido de manera exponencial, esto trajo aparejado que muchas de las casas que se fueron construyendo, quedasen pegadas a un terreno fumigado”, agregaba el vecino.

La impunidad de estos casos desconoce fronteras, no mucho tiempo atrás la fumigación acorralaba a la escuela del pueblo. Fiebres agudas, malestar general, solo fueron algunos de los síntomas que sufrieron los niños que concurrían a un establecimiento lindero a un sembradío de frutillas.

“Es una maquinaria deleznable, la misma conjuga contaminación, precarización laboral, trabajo esclavo y explotación infantil. Un combo de irregularidades demasiado oscuro para que el estado y la justicia hagan oídos sordos. Nosotros hemos llegado a la comuna primero de manera informal, después formal a través de la junta de seguridad pero no encontrando ningún tipo de repercusión”, comentaba el activista.

Otra controversia surge a la hora de hablar del índice poblacional, los vecinos consideran que están cerca de los 10.000 habitantes, la Comuna afirma que no superan los 8.000, mientras que la Provincia habla de 6.000. El desmanejo de la planificación es asombroso, no hay agua potable, saneamientos básicos. Sobre este desbocado negocio inmobiliario Viola sostuvo: “Muchas de las casas fueron construidas sobre un gran humedal, no existen las defensas hídricas ni los escurrimientos planificados, el único avance si así lo podemos llamar, fue la implementación de un sistema que extrae agua del arroyo para luego potabilizarla. Pero claro, esta agua es intensamente fumigada, nos sentimos acorralados”.

Espinas bífidas, microcefalias, leucemia, muertes de personas entre los 15 y 40 años producto del cáncer, son sólo algunas de las enfermedades que podrían estar azolando a la población de Arroyo Leyes. “Si bien no existen estadísticas por parte del estado, algo en lo cual venimos insistiendo, los vecinos nos encargamos de hacer este tipo de relevamientos que nos conmueve”, concluyó.

Si bien las causas avanzan, todo es muy lento. Este sistema anclado a los intereses del capital poco le importa el tesoro más preciado, la salud. Pero ahí van los vecino autoconvocados alzando su voz, gritando cada día más fuerte “Paren de Fumigarnos”.