Cuando Martín Lousteau, entonces Ministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner, anunciaba un sistema de retenciones móviles para el agro con eje en la soja, en ese preciso momento el campo pondría el grito en el cielo.

El cultivo antes mencionado pasaría de una alícuota del 35% a casi un 44,1%, para terminar alcanzando un tope de 48.7%. Esta decisión empujó a que las entidades agrarias comenzaran con una resistencia que se extendió a lo largo y ancho del país.

En este marco de crispación, se iniciarían una serie de piquetes con corte de rutas nacionales, por ejemplo la 14 en su kilómetro 53 en Entre Ríos, más precisamente Gualeguaychú. La barricada más dura encabezada por un personaje histriónico, Alfredo de Angeli, hoy senador nacional, cobraría relevancia en la provincia más fumigada del país.

Sería Julio Cobos, quién ocupara en ese entonces el cargo de vicepresidente de la  Nación y por ende la presidencia del Senado, quién con su voto “no positivo”, pondría freno a un intento concreto de redistribuir la riqueza. El campo emergió masivamente, mostró sus dientes, como en la actualidad a la hora de salir a pelear por la prohibición de fumigar con agrotóxicos a 1.000 metros de las escuelas rurales, y las aspersiones aéreas a 3.000 metros de distancia. Sin duda alguna, un verdadero golpe al mentón a la soberbia del agronegocio.

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Doce años después Gualeguaychú volvió a exigirle al Estado y a la justicia

Días atrás una reunión impulsada por la Mesa de enlace de dicha ciudad entrerriana, concentró a distintos productores de la zona. El fallo de la justicia que prohibió las fumigaciones terrestres con “fitosanitarios” en un radio de mil metros alrededor de las escuelas rurales, y las aspersiones aéreas a menos de tres mil metros de las mismas, impulsaría un alerta que persiste hasta esto días.

Participaron del encuentro el presidente de la Sociedad Rural Gualeguaychú, José Colombatto; el titular de la Federación Agraria Argentina de Entre Ríos, Matías Martiarena; el presidente de FARER, Raúl Boc-Ho; de Sociedad Rural Argentina, distrito Entre Ríos, Walter Feldkamp; el vicepresidente de Federación Agraria Argentina, Elvio Guía; y el Senador Provincial, Nicolás Mattiauda.

Desde el sector fueron tajantes: “El malestar de los productores es muy fuerte, y si no hay decisiones claras por parte del gobierno se tomarán otras medidas de acción. Por lo pronto, si para los próximos días no hay una respuesta, está decidió realizar una movilización a Paraná”. El campo se endurece, no piensa transformar su manera de cultivar, el hacerlo a base de venenos les ha garantizado rentabilidad y la posibilidad de prescindir de mano de obra.

El argumento que esgrimen parece estrellarse contra una realidad concreta, el negocio no puede ponerse por delante de la calidad de vida de miles de niños escolarizados expuestos a las fumigaciones. El camino es solo uno, reeducarse en el trabajo de campo, volver a la no tan antigua agricultura que nunca necesito de agroquímicos para poder brotar desde la semilla.

La mitad de los niños con cáncer son de Entre Ríos

El 55% de los niños y adultos internados en el Hospital Garrahan y el Hospital Italiano por casos de cáncer o malformaciones provienen de Entre Ríos, la provincia más contaminada con agrotóxicos, donde abundan los casos de escuelas fumigadas.

Si bien la certeza de que estos casos tengan vinculación directa con las aspersiones de venenos que utiliza el agro, podría trazarse un paralelismo muy concreto con ellos. Sobre los distintos tipos de cáncer qué se encontró, el más común es el de piel, en niños de 0 a 14 años y cáncer de mamas mujeres de entre 28 y 42 años.

Cabe destacar que investigaciones que llevaron adelante distintos facultativos médicos vinculados a estudiar el daño que origina este sistema productivo, no dejaron dudas a la hora de sostener que los casos de cáncer duplican la media de lo normal en poblaciones que conviven con las fumigaciones.

Recordemos que en octubre de 2017 el tribunal oral de Concepción del Uruguay condenó a un año y 6 meses de prisión en suspenso a los tres imputados por realizar una fumigación aérea con agrotóxicos sobre la Escuela N° 44 “República Argentina” de Santa Anita, donde los alumnos, de 5, 9 y 10 años, y la docente Mariela Leiva tuvieron que recibir atención médica por vómitos, náuseas, dolores estomacales, erupciones en la piel y mucosas.

Pese a todo, el agronegocio entrerriano sigue firme con sus intenciones de intervenir en la calidad de vida de la población.  Estela Lemes es directora de la Escuela Nº66 “Bartolito Mitre”, de Costa Uruguay Sur, y desde hace ocho años convive con glifosato en su cuerpo producto de las fumigaciones con agrotóxicos en los campos lindantes al establecimiento educativo en el cual trabaja.

Dicha docente llevó adelante la organización de una charla informativa para los alumnos sobre el uso de agrotóxicos, pero lamentablemente recibió presiones por parte de la Sociedad Rural, que trató de impedir la disertación y al no lograrlo se hicieron presentes en la escuela.

Al igual que sucedió días atrás en la población santafesina de Sastre, donde ruralistas coparon el Concejo del lugar, el campo tiene plena convicción de sus actos, algo que preocupa de sobremanera a quiénes deben tolerar sus atropellos sistemáticos.

Las cartas están echadas, la realidad golpea los días de aquellos que atesoran su salud y la de lo suyas sin intención alguna de negociarla. Del otro lado el agronegocio, rindiéndole pleitesía al dios dinero, al que podríamos emparentar con el dios castigador de algunas religiones.

Pero si bien tenemos dos posturas bien definidas en torno al espinoso debate del modelo productivo imperante, es menester preguntarnos una y otra vez cual es el rol del Estado. Mientras qué el Gobierno provincial insiste con las buenas prácticas agrícolas, algo que parece contradictorio ya que estamos hablando de venenos, el camino de los pueblos fumigados sigue siendo transitado en absoluta soledad y desamparo.

Ayer por la 125, hoy para poder seguir fumigando escuelas, lo llaman el motor del país, daría la impresión que le haría falta una buena rectificación, ya que solo suena bien para los oídos de los poderosos.