El «efecto cascada» y una insólita dificultad protagonizaron el pasado lunes la escena de resolución de la falla que ocasionó las caídas de Facebook, Instagram y WhatsApp en el mundo, en una jornada donde se evidenció cómo una sola compañía pudo paralizar por unas horas a internet.

Tres aplicaciones, que usan en conjunto más de 3.500 millones de personas, causaron un colapso: «Y además, en el caso de Facebook hay que tener en cuenta que es utilizada como proveedor de identidad, así se le dice, por un montón de otros sitios webs y aplicaciones», explicó Fernando Schapachnik, director Ejecutivo de la Fundación Sadosky.

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Es decir, «en lugar de loguearte en un sitio web cualquiera, en lugar de poner tu usuario y contraseña, esa autenticación se hace tomando los datos de Facebook; con lo cual generó un efecto cascada«, completó el especialista.

Pero más allá de resolver el error de configuración que ocasionó la caída, hubo un problema particular: «Una nota de color, tragicómica que es parte del anecdotario, aunque no hace a la cuestión de fondo y es que la propia falla que tuvieron en el sistema impedía que funcionaran los sistemas de control de acceso«, contó Schapachnik.

Esto significó que los propios empleados de Facebook «habían quedado desconectados de los equipos que tenían que reconfigurar y a la vez no podían acceder físicamente a esos equipos porque cuando intentaban entrar con sus credenciales el sistema fallaba porque no lograba conectarse con el servidor central», agregó.

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El hecho que evidenció este incidente «es cuánta dependencia se ha generado de estos servicios en diversas áreas, el nivel de afectación de emprendedores, comerciantes, personas que dependen de esta empresa para sus comunicaciones», comentó Bea Busaniche, presidenta de la Fundación Vía Libre.

Además, continuó, «dejó de manifiesto la pésima idea que es utilizar este tipo de servicios de plataformas para otras relaciones como son aquellas con los Estados, con las empresas de medicina prepaga y tantas otras empresas que hoy usan el ‘login’ de Facebook o Google para identificar a sus clientes en línea».

Otro interrogante que puede abrirse es cómo puede entenderse la caída de WhatsApp, respecto de otros servicios más abiertos.

«Es interesante la comparación con el mail que está pensado como el grueso de los protocolos estandarizados de Internet, como una forma de acceso federado, donde no hay un único proveedor de mails, hay un montón de proveedores que interactúan entre sí porque hay una serie de reglas claras», explicó Schapachnik.

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«Es como si fuera una receta de cómo hacer una torta y cada uno puede hacer la torta que quiera. Puedo tener un mail de Gmail y mandar desde Hotmail; puedo tener un mail que me da mi empleador o el Estado, todas interactúan entre sí. Con las plataformas de mensajería no está dada esa situación», completó.

Para analizar lo que pasó, el especialista sostuvo que es clave esta distinción: «Entre una app que define su propio protocolo, lo implementa ella sola y nadie más lo puede hacer; y un sistema federado como el del mail o el de las páginas web, que está lleno de proveedores públicos, privados, y en el que hay de todo, todos pueden participar, competir o colaborar».

«Es un tema difícil de entender y profundo; no es una discusión reservada para los tecnólogos nada más. Comprender que hoy en día para considerarnos personas informadas hace falta entender de tecnología, es uno de los pasos que tenemos que dar como sociedad», concluyó Schapachnik.