Por Gisela Gentile

Si realizáramos una encuesta en donde la pregunta fuese si la pandemia ha cambiado nuestras vidas, es muy probable que casi la mayoría diría que sí. Se dificulta pensar otra alternativa a la respuesta, ya que el entramado de la nueva vida que estamos experimentando nos lleva a replantearnos absolutamente todo.

En los cambios abruptos que hemos tenido que atravesar, se han visto modificados -o anulados en algunos casos-, muchos rituales que solíamos tener antes de la pandemia. Al mismo tiempo que fue ocurriendo esto, también se fueron incorporando otros a nuestros días.

Salir con barbijo, llevar alcohol, mantener distancia, esperar para comprar… han sido algunas de las incorporaciones de esta “nueva normalidad”, pudiendo nombrar también el ritual de duelo, que vino a cambiar de manera abrupta la forma de despedir a un ser querido.

Si nos vamos al otro extremo también podemos decir que el ritual de nacimiento ha cambiado, ya que en muchos casos los familiares han tenido que esperar semanas o meses para conocer a ese nuevo integrante de la familia, situación atípica si pensamos en el pasado.

Del mismo modo que venimos haciéndolo, podríamos enumerar un sinfín de rituales, aquellos que aportan ese toque de seguridad, que se han visto modificados e interpelados, como así también todos los nuevos que de alguna manera han surgido en esta nueva forma de vivir.

Conclusión dialogó con la Licenciada en psicología Milagros Crisci, y los psicólogos Fernando Gamba y Marina Trejo, integrantes de Gruprosario – Experiencias Grupales (Espacio destinado a la reflexión, investigación y al trabajo en el campo grupal), con el fin de analizar de manera conjunta y profunda el alcance de estas modificaciones, y cómo influyen los rituales en nuestras vidas. “Sería interesante primeramente poder dejar planteadas algunos interrogantes emergentes: ¿Qué sentimos respecto de la durabilidad de las cosas, las experiencias y de nuestros vínculos? ¿Cómo hacemos que algo dure? ¿Nos es difícil demorarnos? ¿Qué lugares, prácticas, vínculos de mi vida cotidiana los siento hogareños o acogedores? ¿Puedo encontrar sentido y satisfacción en algo que se repite o necesito siempre de lo nuevo o novedoso?”, plantearon primeramente.

«Los ritos son acciones simbólicas. Transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad. En el vacío simbólico se pierden aquellas imágenes y metáforas generadoras de sentido y fundadoras de comunidad, que dan estabilidad a la vida. Disminuye la experiencia de la duración. Y aumenta radicalmente la contingencia. Los rituales se pueden definir como técnicas simbólicas de instalación en un hogar. Transforman el «estar en el mundo» en un «estar en casa». Hacen del mundo un lugar fiable. Son en el tiempo lo que una vivienda es en el espacio. Hacen habitable el tiempo. Es más, hacen que se pueda celebrar el tiempo igual que se festeja la instalación, los rituales dan estabilidad a la vida. Es la durabilidad de las cosas lo que las hace «independientes de la existencia del hombre.

Los rituales son también una praxis simbólica, una praxis de symbállein, en la medida en que juntan a los hombres y engendran una alianza, una totalidad, una comunidad. Hoy la percepción simbólica desaparece cada vez más a favor de la percepción serial, que no es capaz de experimentar la duración». (Fragmentos del libro “La Desaparición de los rituales” del filósofo surcoreano Byung-Chul Han).

Analizando el fragmento anteriormente citado, sostuvieron: “En las pérdidas, los duelos, algo se pierde, lleva tiempo encontrar nuevos sentidos y rutinas. Destacando que en esto de la serie, es decir en lo serial pretendemos sentirnos bien rápidamente y no atravesar los momentos de angustia. Lo mismo ocurre con la pandemia, genera frustraciones, y a veces no queremos pasar por esos procesos”.

La incertidumbre y el no saber cuánto va a durar nos coloca en un lugar de fragilidad, por ello los rituales cobran un lugar de preponderancia. “Que haya repetición no significa que siempre sean iguales esas experiencias y que se experimenten del mismo modo. Pero sí podemos decir que existen algunos ingredientes o actos que son iguales o parecidos, y eso nos permite predecir”, dijeron los especialistas del psicoanálisis.

Estos son tiempos de comprender, pero no de concluir ya que estamos metidos en la ola

En este mismo sentido la pandemia ha modificado los rituales de duelos, “cuando no pueden hacerse las ceremonias funerarias, tenemos que buscar otros causes, otras formas de despedirnos de aquella persona, una carta, fotos, recorrer su historia y darle tiempo. Estos son tiempos de comprender, pero no de concluir ya que estamos metidos en la ola”.

La pandemia, como un acontecimiento que irrumpe en nuestra vida cotidiana, y nos sacude. “Esto sin dudas que nos incomoda ya que mucho de lo que hacíamos, aquello que formaba antes parte de nuestra vida cotidiana, hábitos, rituales, no pudimos seguir haciéndolos libremente. Nuestro ritmo de repente se frenó, se pausó y nos obligó y nos obliga este contexto, permanentemente a interrogarnos, a pensar cómo continuar ¿Qué hacer frente al no saber? Nos vimos obligados también a incorporar nuevos hábitos y rituales como el uso de barbijos, distanciamiento social, desinfección de alimentos y demás productos o quedarnos en casa la mayor parte del tiempo, sin poder elaborar el duelo por lo que ya no pudo ser refiriéndome a encuentros, abrazos, festejos, velorios y entierros, escuela para los niños, etc”, enfatizaron.

Necesariamente tuvimos que pausarlo, y comenzar a vivenciar un tiempo de demora, de no saber, de incertidumbre, un tiempo que nos imprime otro ritmo

Nuestra vida cambió, de eso no hay dudas, ya no podemos usar el piloto automático con el que muchos andábamos por la vida. “Necesariamente tuvimos que pausarlo, y comenzar a vivenciar un tiempo de demora, de no saber, de incertidumbre, un tiempo que nos imprime otro ritmo”, reflexionaron los entrevistados.

Consultados por la máxima que reza que «todo tiempo pasado fue mejor», esbozaron que “hoy más que nunca tenemos la posibilidad de habilitarnos y detenernos a interrogarnos, con el fin de saber por dónde veníamos, cómo veníamos viviendo, qué hábitos y rutinas formaban parte de nuestra vida cotidiana, cuánto nos preguntábamos sobre ciertos rituales que llevábamos adelante. ¿Todo lo que hacíamos tenía sentido para nosotros? Tal vez este sea tiempo de revisar que queremos rescatar del pasado y a la vez sea tiempo de construir nuevos modos, nuevos rituales que le den sentido a nuestra vida. Duelar lo que ya no es, darle lugar a la angustia, sentirla, expresarla, para poder hacer algo, la angustia como el pasaje hacia lo posible en un mundo frágil y desconocido”.

Cuando uno está presente en la rutina puede vivirla y otorgarle un sentido de estructura y contención a la vez que elabora sus experiencias a través de un ritual

Para finalizar, los profesionales y analistas profundizaron sobre el preconcepto que existe a nivel mundial hacia los rituales y las rutinas. “Su importancia es capital para elaborar experiencias. Que algo sea rutinario no quiere decir que sea aburrido, es uno que se aburre con la rutina. Cuando uno está presente en la rutina puede vivirla y otorgarle un sentido de estructura y contención a la vez que elabora sus experiencias a través de un ritual”.

Los rituales perduran porque son construcciones de hogares para las generaciones siguientes, de ahí radica la importancia de pensarlos a largo plazo y de pensarnos como autores responsables del mundo que vivimos hoy, y el de las generaciones venideras. “Sin dudas que según como resolvamos la pandemia, quedará como aprendizaje para el futuro, pensando qué rituales pudimos sostener o crear y qué nuevos rumbos pudimos pensar. Estamos en tiempos de comprender, por lo tanto es fundamental vivir y pensar la pandemia, para poder elaborar y salir transformados con nuevos rituales, que se gesten como hogares habitables”, concluyeron.