Por Alejandra Ojeda Garnero

Cada día se suman nuevas víctimas de inseguridad a las crónicas policiales. Si bien para las estadísticas son un número más en el interminable listado de muertos, detrás de cada número surge una historia que tiene un antes y un después a partir de ese trágico hecho.

Conclusión dialogó con familiares de víctimas de la inseguridad y cada una de ellas compartió su historia para mostrar a la sociedad como vive cada familia luego de la pérdida de un ser querido.

A pesar de la angustia que las atraviesa como una daga, Vanesa, hermana de Daniel Bracacini, un chofer de colectivo asesinado para robarle la moto; Gabriela, hermana de Juan Manuel Vega, un taxista apuñalado por un delincuente al que no quiso comprarle un objeto robado; y Betina, madre de Nicolás Brambilla, un joven acribillado en barrio Tablada en un hecho que todavía la Justicia no resolvió, compartieron sus vivencias.

La crónica policial del 4 de febrero de 2015 da cuenta que un hombre fue interceptado por tres sujetos armados en colectora de 27 de febrero y Circunvalación con intención de sustraerle la moto en la que se desplazaba, la víctima se resistió y uno de los ladrones, con absoluta frialdad, le disparó un balazo en la frente y huyó con el rodado.

Pero detrás de esta crónica existe otra versión de los hechos. Ese hombre era Daniel Bracacini, tenía 36 años y era un chofer de colectivos de la línea 153 desde hacía cuatro años, estaba casado y tenía tres hijos para quienes vivía y trabajaba incansablemente. También tenía a su madre y tres hermanos.

Vanesa Bracacini- hermana de Daniel Bracacini

Vanesa contó que su hermano “Daniel conducía un interno de la línea 153 y ese día iba a tomar servicio y salió rumbo a su trabajo, como lo hacía todos los días desde hacía cuatro años. Ese día lo hizo en moto, aunque la mayoría de las veces se iba en auto, pero por temor a que se lo rayen o roben, se fue en moto”.

Para Vanesa no fue una crónica más, recordó que según los relatos de algunos testigos pudo reconstruir la historia y así supo que “cuando (Daniel) llegó a la colectora de 27 de febrero y Circunvalación fue interceptado por tres hombres que quisieron robarle la moto y le pegan un tiro en el medio de la frente, justo el día del cumpleaños de mi sobrinito”.

La hermana de Daniel describe lo sucedido con una contundencia absoluta pero a la vez no puede hablar sin que su voz se quiebre por el dolor y las lágrimas le cubran el rostro, porque aún “no puedo comprender ni creer cómo y por qué pasó lo que pasó” con su hermano.

Vanesa aclara que en el caso de su hermano “estoy conforme con el fiscal porque hay una persona detenida y se presume que es el autor del disparo, aunque todavía no hay fecha de juicio”.

En el mismo lugar se registraron varios casos similares momentos antes del robo a Daniel, perpetrados por las mismas personas “luego de la muerte de mi hermano se sumaron un montón de casos que fueron víctimas de la misma banda”, recordó Vanesa.

“En mi caso, tuve suerte porque me tocó un buen fiscal que actuó rápido pero con el aporte de nuestro trabajo de hormiga, buscando datos y siguiendo de cerca la causa”, aclaró.

Para la Justicia, Daniel es un número más en la estadística, pero para la familia Bracacini es una pérdida irreparable. Vanesa recordó que su hermano “era chofer de colectivos desde hacía cuatro años y le encantaba su trabajo”.

Familiares del dolor

Entre lágrimas contó que su hermano “vivía para su trabajo y su familia” que estaba integrada por “su esposa y tres hijos, el mayor que cumplió 12 años el mismo día que mataron a su padre, otro varón de 10 y una nena de apenas 5 años”.

Con una incontenible angustia Vanesa recordó que su “hermano fue la figura paterna que no tuvo durante mucho tiempo. Daniel era el mayor de cinco hermanos para los cuales él se desvivía” y el dolor que dejó su repentina partida es inconmensurable.

Otro caso que se suma a la crónica policial es el de Juan Manuel Vega. La información daba cuenta que el joven taxista fue apuñalado por un ladrón el 9 de marzo de 2014.

Gabriela Vega - hermana de Juan Manuel Vega

Gabriela, hermana de Juan Manuel, recuerda los detalles del hecho: “Mi hermano llegaba a la madrugada de trabajar y se le acerca un pibe de 17 años que hacía poco tiempo había llegado al barrio y siempre le ofrecía cosas robadas. Mi hermano varias veces lo increpó para que no le ofreciera más porque no iba a comprar”.

Finalmente esa fatídica madrugada “Juan Manuel se negó nuevamente a comprar lo que el chico le ofrecía y sin mediar palabras le clavó un cuchillo en el pecho”, y a partir de ahí todo cambió para la familia del taxista.

La causa judicial recorre un camino lento, aseguró Gabriela, el fallo de primera instancia según recuerda “resolvió que el menor ejerció legítima defensa”, algo que hasta la fecha no le encuentran explicación, a pesar que existen testigos que aportaron datos sobre lo ocurrido.

El fallo de primera instancia fue apelado por la familia para que se lo juzgue por el homicidio de Juan Manuel “y estamos a pocos días de que se conozca la resolución de la Cámara”, indicó Gabriela.

La familia de Juan Manuel no está conforme con el accionar de la Justicia: “Siempre tuvimos que llevarle material que aportaban datos a la causa, cosa que los fiscales debían hacer.”

“Nosotros todavía no pudimos hacer el duelo, hasta que no se haga justicia no lo vamos a poder hacer, yo todavía no pude llorar a mi hermano”, aseguró Gabriela sin derramar una lágrima.

Lo más indignante para Gabriela es la respuesta de “la jueza de Mussa que dictó sentencia favorable al menor y nos dijo que si le hubiésemos llevado las pruebas quince días antes la sentencia hubiese sido otra”. La familia había recolectado testimonios y pruebas que indicaban cómo ocurrieron los hechos, instancias de investigación que no fueron agotadas por la magistrada, según confió Gabriela, ya que el menor contaba con múltiples causas penales anteriores.

Además de la pérdida de un ser entrañable, la familia de Juan Manuel tuvo que soportar otros embates: “Este chico estuvo detenido pero gozaba de salidas transitorias y siempre nos amenazó. Mi cuñada se tuvo que mudar de su casa por las amenazas que recibía”.

Gabriela no puede llorar, tiene una entereza incalculable cuando recuerda a su hermano: “Era taxista, tenía una familia hermosa. Su hija de dos años, que en ese entonces tenía seis meses, un varón de 8 y otro de 15. Un papá muy amoroso, él era deportista y compartía esa pasión con sus hijos, hacían fútbol, natación… Ha cruzado el río con su hijo. Tenía una vida normal. Un hombre de 29 años, padre de familia, muy abocado a sus hijos y a su familia”.

“La pérdida más grande fue para mis padres”, recalca Gabriela, que lleva en sus espaldas la carga de haber perdido a su hermano del alma y la de sostener a sus padres “que son personas grandes y quedaron devastados”.

Gabriela es la mayor de cuatro hermanos y Juan Manuel era el más chico y sin dudas el mimado de la familia, aunque ya era un hombre de 30 años. Recuerda con nostalgia y una voz entrecortada que “yo lo quería porque él era el más chico”, dejando entrever ese amor maternal que las hermanas mayores generalmente tienen con los más chicos de la familia, aunque ya sean hombres.

Otro de los tantos hechos criminales que se conocen a diario da cuenta que Nicolás Brambilla fue acribillado a balazos alrededor de las 23.30 del 31 de agosto de 2013 en barrio La Tablada.

Betina Quinteros -- madre de Nicolás Brambilla

La historia es contada por su madre, que desde ese momento inició una incansable lucha para que se haga Justicia por la muerte de su hijo.

Betina contó que un amigo, llamado Noel, pasó por su casa a buscar a Nicolás: “Me dijo que en un rato volvía y salió, como lo hacía tantas otras veces”.

Pero el destino viró la suerte de Nicolás y “cuando llegaron a la esquina de Colón y Garibaldi el auto se detuvo y cuando Nicolás bajó fue acribillado con tres disparos de una pistola calibre 22 a corta distancia que lo destrozó por dentro. Pese a los esfuerzos de los médicos del Heca falleció a las cuatro de la tarde del día siguiente”, relata Betina y su mirada expresa el dolor como si estuviera viendo la ejecución de su hijo.

“El joven que estaba con Nicolás se retira del lugar porque cree que el ataque era para él, se va con su esposa y su hijo de un año y medio pero luego vuelve. En sede policial declara haber visto a los asesinos de Nicolás, pero cuando se presenta en Tribunales se desdice de todo”, recuerda Betina.

A pesar que existen varios testigos que presenciaron el hecho esa fatídica noche, Betina dice que “muchos no se presentan porque tienen miedo a represalias, el asesino vive en el barrio y todos lo conocen, pero tienen miedo”.

En el caso existen varios puntos que aún no fueron aclarados y surgen varios interrogantes. ¿Por qué Nicolás bajó del auto? ¿Por qué Noel se fue dejando a su amigo malherido y aún con vida tirado en la calle? ¿Por qué declaró de forma contradictoria primero frente a la policía y luego en Tribunales?

Betina conoce el nombre del asesino de su hijo pero contó que “cayó preso por robo, pero nunca fue investigado por la muerte de Nicolás. Yo le llevé los datos a la Justicia pero nunca hicieron nada. Los testigos tienen miedo y no hay forma de probar que él lo mató”.

Con la fuerza que le brota por los poros y el dolor que le provoca la pérdida de su hijo menor, Betina asegura que va a luchar hasta las últimas consecuencias para conseguir la justicia que busca para su hijo, para poder hacer el duelo que pasados poco más de dos años, todavía no pudo hacer.

Y ahora redobla la apuesta: “No sólo voy por el asesino de mi hijo sino por su encubridor (Noel), quien apuntó en un principio con nombre y apellido al asesino de Nicolás y después negó todo”, aseguró.

Nicolás conoció a Noel en un curso al que ambos asistían en el Distrito Municipal Sur. Nicolás tenía perspectivas de conseguir un mejor trabajo para conformar a su madre que continuamente le pedía que mejorara sus condiciones de vida.

Sin embargo allí se cruzó con Noel y sus perspectivas cambiaron el eje. Según pudo saber Betina, “Noel advirtió que Nicolás era un chico vulnerable y fácilmente manipulable”, tal vez por sus carencias o la falta de oportunidades y según Betina “este chico quiso introducirlo en actividades delictivas”, y según sus percepciones “el asesino de Nicolás tiene directa vinculación con Noel”.

“Nosotros éramos una familia, los cuatro, mi mamá, mis dos hijos y yo”, rememoró Betina. “Y de repente verlo dormido, en el hospital, todavía estaba vivo y con el respirador, fue terrible. El hermano no puede superar el dolor de la pérdida y a pesar de todo sigue luchando y trabajando aunque dos horas después de la muerte de Nicolás el ya sabía quién lo había matado”, recordó.

Las tres mujeres coinciden en que “en este tiempo aprendimos de todo, a ser fiscales, jueces, abogados. Trabajamos incansablemente para acercar a la Justicia elementos que ayuden a esclarecer y resolver las causas. Porque si no lo hacemos nosotras, no lo hace nadie”.

En relación a la cantidad de casos de inseguridad que se registran a diario en la ciudad, estas luchadoras consideran que “estas cosas no deberían pasar si no fuera por complicidad de la policía, de la Justicia y de un poder político que no ve.  A la policía le tengo miedo, no le tengo confianza, las complicidades son terribles”, expresó Gabriela que es maestra en un barrio periférico de la ciudad y testigo de estos hechos.

“En los barrios más vulnerables la propia policía le pone armas en las manos a la policía para robar y cuando no les sirven más los descartan y así terminan acribillados en supuestos enfrentamientos y la gente no declara porque tiene miedo”, aseguró Gabriela.

Lo cierto es que en estos casos las respuestas por parte de la Justicia no son suficientes para mitigar en alguna medida el dolor de la pérdida de un ser querido. Lo único que piden estas mujeres quebradas por la angustia es justicia por sus muertos. La lentitud del poder judicial y la falta de elementos para acelerar las investigaciones dejan mucho que desear.

Lo destacable en estos casos es que los familiares de las víctimas hacen el trabajo que deben realizar fiscales y funcionarios de la Justicia, no las víctimas.

La realidad muestra que la vida de estas familias cambiaron para siempre luego de tan irreparables pérdidas y así lo relataron en primera persona en una entrevista exclusiva con Conclusión.

Foto: Salvador Hamoui