Por Alejandro Maidana

Agradezco no ser una de las ruedas del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas. (Rabindranath Tagore)

Irrita, enfurece, genera tanta impotencia que nos empuja a habitar el oscuro sitio de la irracionalidad. Pero es menester mantener la calma, la necesidad de darle forma a esas líneas que puedan triturar ese cerco mediático que hace las veces de adalid de los intereses más perversos, debe imponerse por sobre el cúmulo de sensaciones que nos invade.

La soledad, el abandono y la indiferencia, suelen ganar terreno en este tipo de casos con suma facilidad. El miedo se basa en la desinformación, es tiempo de correr ese velo que hace que la verdad permanezca oculta ante las mayorías que no pueden profundizar ciertos debates por el poder mayúsculo que los sepulta.

La lucha de la familia Terreno es una entre tantas, un grito desesperado que solo encuentra oídos sordos a su paso. Bernardo de Irigoyen responde a la lógica de todo pueblo atravesado por una médula agropecuaria, una dependencia absoluta y condicionante a una sola actividad que hace las veces de juez y verdugo.

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Con su sangre contaminada por agroquímicos, los días de esta pequeña se han convertido en un verdadero calvario. Condicionada para realizar su vida de niña, Ludmila prácticamente debe permanecer en el interior de su casa debido a que el aire que circunda su hogar, suele venir cargado de veneno. En los últimos días una fuerte recaída volvió a encender el alerta dentro del seno familiar, lo vómitos y el decaimiento se apoderaron de un cuerpo que viene siendo azotado por la falta de escrúpulos de los poderosos.

Edelmiro Terreno es el abuelo de Ludmila, junto a su compañera de vida e hijos, han decidido no bajar los brazos hasta poder alejar los venenos de su lugar de residencia. “Continuamos con los trámites en búsqueda de respuestas concretas, nos hicimos presente tanto en el hospital como en la Defensoría de la niñez. Lamentablemente nadie nos ayuda, el Estado mira para otro lado, mientras tanto Ludmila continua enferma producto de los químicos que provienen del depósito lindero a su hogar”, sostuvo Terreno en dialogo con Conclusión.

Tanto el privado como el presidente comunal, se rehúsan a dar explicaciones siendo el silencio, su único  respuesta, “en lo particular pertenezco al Centro Ecológico del Paraná, y en más de una oportunidad le hemos pedido respuestas al presidente comunal Rubén Alejandro Ramírez, lamentablemente nos dijo que él tiene las manos atadas. Jamás se acercó a nuestro hogar para consultarnos cómo se encontraba la nena y en que podía ayudar”, indicó.

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La atención en el Hospital de niños Dr. Orlando Alassia, no fue la adecuada, sobre esto Edelmiro Terreno enfatizó: “Nos dijeron que los dolores de pancita, cabeza y vómitos que tenía era por gases. No pudimos hacerle el laboratorio, tuvimos que insistir en ello hasta que otra doctora autorizó un examen de orina pero no de sangre, nos pareció muy extraño, ya que la vez anterior nos tuvieron problema alguno y fue allí donde se le detectó glifosato en sangre”.

Las presiones son muy fuertes, el lobby escandaloso, y en tiempo de elecciones, el manoseo a la salud de aquellos que padecen los embates de este modelo productivo, se acrecienta de una manera notable.

La actividad agropecuaria, la dueña del bastón de mando, “el presidente comunal no nos mira a la cara, nos niega el saludo, lamentablemente la población tiene mucho miedo, ya que el poder del agronegocio es muy fuerte y atraviesa de punta a punta este pueblo. Duele mucho la soledad a la que nos han remitido, mi nieta debe vivir recluida, no puede hacer vida de niña, exigimos que los responsables se hagan cargo, desde nuestro humilde lugar no vamos a bajar los brazos”, concluyó.

También brindó su punto de vista como miembro de la Organización Vecinos Fumigados de Santa Fe, Facundo Viola, quién acompañó junto otro damnificado, Alejandro Simbron, a la familia Terreno en su periplo por Santa Fe. Consultado por este medio, Viola espetó: “Casos como este se repiten en la provincia de a miles, lo de Ludmila no es hecho único y aislado, pero es muy impactante la crudeza con la que impacta este flagelo en esta familia. Esta lucha está emparentada con la de Zoe Giraudo en Sastre, y la de Abigail Córdoba de la localidad de Piamonte, esta última ha logrado un amparo, una medida restrictiva que alejó a 800 metros los agrotóxicos de su vivienda”.

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Es preciso destacar que si bien la sentencia de Piamonte sigue firme, la niña tiene un daño genético irreversible. Para finalizar, Viola sentenció, “estos casos son icónicos, muy representativos, pero en realidad estos se replican de a miles a lo largo y ancho de nuestra provincia. Los niños son la población más vulnerable, sin embargo en Santa Fe existen más de 700 escuelas fumigadas donde con más o menos gravedad se repiten los mismos cuadros pero no queda bien determinado su relación directa con la aplicación de agrotóxicos. Esto es un llamamiento al sistema de salud para que el mismo pueda aplicar un protocolo necesario para que esta situación se verifique en los estudios epidemiológicos, relevamientos, para poder aplicarlos en las estadísticas y de esa manera profundizar la toma de conciencia del daño que se está originando”.

No pueden ganar los devoradores de la esperanza, no pueden imponerse los jinetes del apocalipsis, pero para ello no se puede permanecer neutral ante un suceso de tamaña magnitud.