Por Manuel Jaramillo, ingeniero forestal y director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.

Cada 22 de abril se celebra el Día de la Tierra con el objetivo de concientizar acerca del cuidado de nuestro planeta. Un planeta que se encuentra al límite debido a problemas como la contaminación, el cambio climático, la destrucción de ecosistemas y pérdida de biodiversidad, generados por un modelo de crecimiento que considera que los recursos naturales son infinitos. Nuestras actividades y la sobreexplotación de recursos están modificando catastróficamente el planeta, generando cambios profundos y consecuencias que, en algunos casos, resultan irreversibles

El crecimiento de la población humana y el desmedido incremento del consumo global han afectado a los ecosistemas naturales, la manera en que funcionan y a todas las especies asociadas a ellos, lo cual genera graves impactos en nuestra salud y nuestro bienestar. Y si de salud hablamos, hoy más que nunca podemos dar cuenta de la importancia de preservarla.

Si bien todavía quedan muchas preguntas sobre los orígenes exactos del COVID-19, la OMS ya ha confirmado que se trata de una enfermedad zoonótica, es decir que se transmitió de los animales a los humanos. ¿Necesitamos más pruebas de que nuestra salud y la de la naturaleza están estrechamente conectadas? Lastimarla es lastimarnos a nosotros mismos, y eso es lo que hemos estado haciendo.

La pandemia que estamos atravesando ha prácticamente paralizado y modificado nuestra forma de vida y deja en evidencia la necesidad de replantearnos la manera en que nos vinculamos con la naturaleza. Estos tiempos difíciles y llenos de angustia e incertidumbre al menos nos dejan una seguridad: no podemos «volver al mundo» como si nada hubiera pasado y cometer los mismos errores.

El COVID-19 se extendió por países y continentes y ha causado un incalculable sufrimiento humano, trastornos sociales y daños económicos. A pesar de que su propagación mundial no tiene precedentes, el nuevo coronavirus sigue a una serie de enfermedades tales como el ébola, el sida, el SARS, la gripe aviar y la gripe porcina que tienen una característica común: todas se originaron en animales. Y existe cada vez más evidencia de que la sobreexplotación de los recursos causada por las actividades humanas es uno de los factores detrás de la propagación de nuevas enfermedades.

Los cambios en el uso del suelo, incluida la deforestación y la modificación de hábitats naturales, la pérdida de biodiversidad, el tráfico de especies, la intensificación agrícola y ganadera, y los efectos amplificadores del cambio climático, multiplican el riesgo de aparición de este tipo de enfermedades ya que exponen a los seres humanos a nuevas formas de contacto con animales silvestres y las afecciones que portan.

Esto representa una de las amenazas más significativas a la salud de la población mundial: hay que recordar que el 70% de las enfermedades humanas son de origen zoonótico, provenientes en su mayoría de animales silvestres. En hábitats bien conservados, virus y bacterias están en balance con el medio ambiente y se distribuyen entre las distintas especies sin afectar al ser humano. Pero, con la destrucción de estos hábitats, los virus y bacterias encuentran nuevas especies y se diseminan generando pandemias. Esto deja en evidencia que la salud humana está estrechamente vinculada a la salud ambiental y la de otros animales y que una naturaleza sana, con biodiversidad conservada es el mejor amortiguador de pandemias.

La crisis de salud mundial que atravesamos actualmente nos muestra la urgencia de un cambio rotundo en la forma en la que nos relacionamos con la naturaleza. Debemos plantear un Nuevo Acuerdo entre la Naturaleza y las Personas y poner en marcha estrategias que promuevan un real desarrollo sostenible, combinando lo económico, lo social y lo ambiental. En el Día de la Tierra desde Fundación Vida Silvestre Argentina renovamos nuestro compromiso -asumido hace ya más de 43 años- de trabajar por un planeta vivo, e invitamos a todos a asumir el compromiso con nosotros.