Por Jennifer Hartkopf

Unos 14 millones de alumnos y miles de docentes y padres transitan desde hace seis meses un proceso de educación a distancia forzada ante la irrupción de la pandemia del coronavirus, una situación inédita que sacude de igual forma a unos y a otros.

A partir de la suspensión de clases presenciales, se modificaron abruptamente los parámetros de la educación a lo largo y a lo ancho del país. No hay vínculo presencial estudiante-docente ni tampoco de los alumnos entre sí; el dictado de las materias se alteró, no hay recreos ni horarios, casi no hay conversación directa y tampoco posibilidades de observar integralmente conductas o actitudes. En el mejor de los casos, y en pocas escuelas que estaban preparadas, existe un sistema de educación a distancia que permite una experiencia en la que docentes y estudiantes se encuentran familiarizados con la tecnología, pero esta es la excepción y no la regla.

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En diálogo con Conclusión, docentes y directivos de todos los niveles educativos de Rosario reflexionaron sobre este desafío que supone el aislamiento obligatorio y la educación a distancia, así como el impacto de las tecnologías en la enseñanza, y el agotamiento y las consecuencias de este escenario, tras seis meses de cuarentena.

Nivel inicial: “el más afectado”

“Desde hace 36 años trabajo en un Jardín Maternal y si bien esta pandemia y la consecuente propuesta de trabajo vía remoto nos afecta a todos, este nivel es el más difícil para la implementación de dicha modalidad”, apunta Fabiana Pessi, maestra del Jardín Materno Infantil Osecac Rosario.

En seguida, para explicar las dificultades a las que se enfrentan señala: “En el nivel inicial trabajamos específicamente con la motivación y el ir supervisando permanentemente el interés de los niños en nuestras propuestas es lo que retroalimenta nuestra tarea. Con la pandemia, la modalidad que adoptamos es la de publicar videos con propuestas de actividades dirigidas a los niños pero con la necesaria intermediación de los adultos a cargo. Se extraña el contacto diario con los chicos, con mis compañeros de labor y con las familias”.

“Los expertos dicen que solo un tercio de la población mundial habrá capitalizado este acontecimiento singular transformándolo en un aprendizaje positivo. Este será el mayor desafío”

Por su parte, Graciela Tyon, coordinadora pedagógica de la misma institución, coincidió con Pessi desde el primer momento: “Nuestro trabajo es muy difícil si no es presencial porque trabajamos con niños muy pequeños y el contacto físico, la contención, el afecto, son la clave de nuestra tarea, es un ir y venir permanente porque esperamos sus respuestas para seguir trabajando y avanzando”, detalló.

Sobre las tecnologías, la docente también mostró sus reparos al considerar que “la pantalla para niños de nuestra edad no es conveniente, pero en estas circunstancias no quedó otra. Después de seis meses vemos que no es lo mismo, y vemos que hay un desgaste natural tanto en las familias como en docentes porque se pierde ese ida y vuelta necesario. Ya no tenemos tanto eco y es difícil para las familias disponer de un tiempo para poder realizar las propuestas que les brindamos. Hay un cansancio general, no vemos la hora de volver al jardín”.

Nivel primario y secundario en Zona Cero

Claudia, docente de matemáticas de séptimo grado de la escuela Nº 1400 y secretaria de la Escuela de Educación Secundaria Orientada Nº 539, ambas ubicadas en la Zona Cero de Rosario, habló con este medio y aportó su mirada sobre otras realidades.

“La pandemia en la educación afectó a todos, pero depende mucho del tipo de escuela en el cada uno está trabajando. Yo que trabajo en escuelas de la periferia, es imposible conectarse de modo virtual porque directamente los chicos no tienen conectividad”, ejemplificó poniendo en evidencia las dificultades que se presentan con la educación virtual en ciertos sectores de la sociedad.

Queda claro que en este tiempo de emergencia sanitaria global, se desarma cualquier intento de “seguir haciendo lo que hacíamos”, y la realidad nos enfrenta permanentemente a nosotros mismos en muchos sentidos, desde las posibilidades de satisfacer las necesidades básicas hasta la más mínima expresión de solidaridad o no.

“Lo cierto es que además de lo estrictamente pedagógico, con esta pandemia surgieron muchos otros problemas”, admite Claudia entendiendo a la escuela no sólo como el lugar de la enseñanza sino “el lugar de contención, de afecto, y esto es clave porque hemos tenido casos de intentos de suicidio y hasta suicidio por falta de un lugar, de un espacio de cobijo, así como casos de abuso intrafamiliar”.

Sin vueltas, aseguró que estas serán las principales problemáticas con las que los docentes tendrán que lidiar cuando el chico regrese a clases. “La educación termina pasando a un segundo plano. En estos sectores los chicos necesitan un apoyo de tipo mamá porque son chicos que no tienen ningún tipo de contención. El chico que tiene problemas en la casa, la escuela representa su lugar de esparcimiento y despeje. Para ellos es muy importante”.

En la Argentina, antes de la pandemia, uno de cada dos jóvenes no lograba obtener su título secundario. Numerosos informes de especialistas advierten que este indicador empeorará una vez que finalice el aislamiento y las escuelas vuelvan a abrir sus puertas. Los jóvenes enfrentan problemas estructurales que desencadenan en el abandono escolar. En este contexto de educación a distancia, la continuidad pedagógica se vio gravemente afectada por la falta de acceso a internet y la carencia de dispositivos adecuados para el estudio, tales como Pcs o tablets.

“En cuarto y quinto año, donde los chicos ya están más formados, la mayoría, de una u otra manera, sigue en contacto con la escuela. Pero en primero y segundo año cuesta más”, reconoce Claudia y agrega: “No hay dudas que cuando retomemos las clases presenciales nos vamos a encontrar con el problema de la deserción, porque un nene que no toca nada hace seis meses no va más. Si dejan la escuela se van a trabajar”.

“Es fundamental, de alguna manera, poder volver a la escuela. Los chicos tienen la necesidad de volver a la escuela. Al estar en la escuela no conviven con los problemas de la casa”, concluyó convencida.

Nivel superior, donde “la virtualidad vino para quedarse”

“La pandemia nos cambió el escenario de un día para otro, pero la educación pudo reconvertirse prácticamente en el aire, y pudimos adaptarnos a esta nueva etapa con las herramientas que teníamos”, manifiesta Graciela Enriquez, directora del Iset 18. Y a los fines de graficar estas transformaciones, contó a este medio que no solamente los alumnos presentaron problemas técnicos, sino también los mismos docentes: “Tuvimos que salir a cubrir tanto a unos como a otros”.

También destacó la necesidad de “comprender la tecnología porque no todos la manejan ni todos tienen acceso. Tuvimos que adaptarnos a las necesidades particulares tanto de alumnos como de docentes y eso trajo casos en lo que hubo que salir a comprar una computadora, otros que tuvieron que aprender a usar una plataforma, el tema de los exámenes. A la plantilla docente todavía le cuesta entender que no estamos en presencialidad, es el día a día”.

“Pero la virtualidad vino para quedarse porque lo más probable es que en el futuro tengamos modalidad mixta”

Asimismo Enriquez consideró que “la escuela permitió el adentro y el afuera porque de estos seis meses estuvimos cuatro prácticamente sin salir a la calle, solo para lo indispensable, pero para muchos de nosotros el adentro y el afuera era esto, seguir en contacto con el afuera a través de la educación”.

Sobre los números de deserción estudiantil, dijo que si bien hubo deserción “no hay demasiadas diferencias con otros años. Todos los años después del receso escolar invernal notamos deserción pero con los medios que tenemos, siempre tratamos de rescatar a la mayor cantidad de alumnos”.

Pero la pandemia afecta todos los sentidos, y la cuestión psicológica no es menor. “Tenemos dentro de la institución un Departamento de Orientación Psicológica, donde tratamos de contener, acompañar, empatizar. Y fue de suma necesidad en este tiempo, aún en la virtualidad, por toda la comunidad educativa. Porque ninguno de nosotros estaba preparado para atravesar estos tiempos difíciles, que empezaron con 15 días, después fueron 30 y ahora ya vamos por seis meses”, expresó Enriquez a modo de cierre.

Antes del Covid-19, nuestro sistema educativo tenía ya enormes desafíos, tanto por los enormes caudales de adolescentes que no finalizan su enseñanza obligatoria como por la desigualdad educativa y la baja calidad de aprendizajes. El impacto de la emergencia en esta realidad es y será mayúsculo, por lo que necesita de una estrategia consensuada entre autoridades, docentes, organizaciones y sociedad civil. El sistema no estaba ni está preparado y la inequidad de la educación argentina no permite un trato igualitario.

Ante la pandemia, debemos prestarle aun mayor atención a la educación. Su impacto ha visibilizado más que nunca esta impostergable prioridad.