Por Gisela Gentile

Los pintan los niños y adultos para conseguir la tan buscada calma. Formas circulares, espacios grandes y pequeños, toda una terapia relajante que se implementa cada vez más en diferentes espacios como la escuela o el trabajo.

Los Mandalas no sólo son tomados por las creencias hinduistas o budistas, sino que también se pueden observar como protagonistas en otras culturas. Conclusión dialogó con la terapeuta holística Anahí Finuchi para conocer el lazo de los mismos con el mundo espiritual.

“Los mandalas pueden utilizarse para pintar por placer o de manera terapéutica en un gabinete. Este último es de forma particular y allí se realiza una lectura de la estructura del mandala”.

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Tienen su origen en la India, “su significado sánscrito significa circulo o rueda y pasa a representar las características básicas según las figuras geométricas que se representan. Para los budistas su función es la meditación. Para ellos lo más importante era la creación ya que el mismo simboliza un camino recorrido y muestra las vivencias del momento de quien lo diseña”, enfatizó la terapeuta.  

Según su forma tendrá diferentes significados, “del punto de vista espiritual el mandala es un centro energético de equilibrio, purificación y esto ayuda a modificar el entorno y mente de quien medita con ellos. Cada chakra tiene un determinado mandala, un mantra, un color de una vibración, etc.”.

Los mandalas se conforman de una estructura que se encuentra presente en cada uno de ellos, “el mismo tiene un núcleo, un primer y segundo entorno, y según la posición tienen energía femenina o masculina. Es allí donde el terapeuta puede ver pasado y futuro de la persona que lo está elaborando, es una guía del proceso que está llevando a cabo ese sujeto”.

En la mitad izquierda se encuentra el “archivo de guarda”; “es decir todo lo relacionado al archivo histórico, vivencias infantiles, las consecuencias de la educación, los recuerdos, cuáles son sus necesidades y motivaciones. Y en la parte derecha, todo lo que hace referencia al comportamiento exterior, la actitud social y comunicativa. En algunos dibujos mandálicos, en esta área podemos observar como la persona posterga sus necesidades e impulsos, prefiriendo satisfacciones intelectuales por sobre sus emociones”, relató Finuchi.

Según las formas y colores que elija cada uno para realizar su propio mandala estarán  seleccionando, quizás sin darse cuenta, mucho más que eso. Debido a que según lo optado se analiza el por qué y se lo interpreta.

Otra forma de trabajar los mandalas individualmente es según el chakra, estos siete puntos energéticos que todos tenemos en nuestro cuerpo y que actúan como transmisores de energía, “según cual deba armonizar esa persona, se pinta un mandala con el color de la vibración de ese chakra. Lo mismo ocurre en las meditaciones, en donde se optará por el mandala que corresponda con determinado chakra.  Mediante afirmaciones también podemos contactarnos con ellos y con uno mismo”, dijo la especialista.

Hoy en día son utilizados en diferentes espacios con diferentes finalidades, “pintar mandalas con mis alumnos en un aula radial  con personas de diferentes edades, me ha ayudado mucho. A través de los mismos y sus colores lograba calmarlos, y ellos podían expresar muchas cosas que de otra manera no podían hacerlo”.

“El mandala ayuda a exteriorizar lo que se lleva por dentro, permitiendo así evolucionar a partir de los cambios que se van dando en la vida de las personas. Evita la frustración y la resistencia de no poder comunicarse con la gente. A veces las personas expresan a través del mandala lo que no pueden decir oralmente”, concluyó Anahí Finuchi.