*Fotos: Agencia Télam

Epuyén es hoy un pueblo fantasma. Representa el epicentro del nuevo brote de hantavirus en la Cordillera y este hecho trágico se hace notar.

Al día de hoy se contabilizan nueve muertes y 24 infectados, todos oriundos o vinculados de manera directa al pueblo. Los últimos tres fallecimientos se produjeron en menos de dos días. Dos adultos y un niño.

El hanta ha espantado a los posibles turistas que habitualmente llenan sus pequeñas calles de tierra, sus cabañas y sus restaurantes en esta época del año. Todo permanece cerrado y sin atención.

En verano Epuyén vive de los foráneos y con el dinero que estos dejan en sus comercios, muchos de sus habitantes atraviesan el duro invierno patagónico.

El presente es difícil, pero el futuro no parece auspicioso en el aspecto económico para los epuyenenses.

Se estima que la ocupación turística cayó a cero cuando en enero es del 90%. Las alrededor de 200 camas que posee la zona urbana permanecen vacías. En los campings verdes y pristinos nadie levanta su carpa.

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Una recorrida de la Agencia Télam por la localidad de 4.000 habitantes permite entender que la desazón y el miedo se apoderaron de los vecinos, así como también de los amantes de la naturaleza que suspendieron sus reservas.

La incertidumbre se nota en los rostros. El cansancio. El enojo. «No están informado bien, esto no es una epidemia, esto es un brote y si hay contagiados es porque la gente no se cuidó», explica una joven que se niega a abundar en más palabras y a que le tomen imágenes.

«Al que le toca le toca, qué más podemos hacer», reflexiona Martín, un muchacho que acaba de terminar la secundaria. Dice que no se suspendió la fiesta de egresados a pesar de que ya se habían notificado los primeros enfermos.

«La hicieron días después de que se supo el primer caso, decían que la iban a suspender, al final igual se hizo», cuenta.
Caminan junto a su amigo Luciano, los únicos jóvenes que transitan por una de las calles comerciales del pueblo.

«Ahora cuando vas a saludar a alguien, dudás, como que no sabes si conviene o no, darle un beso o compartir un mate», agrega Luciano.

Las autoridades han recomendado a la población que utilicen mascarillas cada vez que salgan a la calle aunque el consejo principal es que, si pueden evitarlo, no salgan.

A unos 600 metros del área más turística, al final de una calle, está el salón Pehumayen en el cual se registró el Caso 0, en la hipótesis de los médicos. El 3 de noviembre se celebró allí un cumpleaños al que habría asistido un vecino infectado con hanta y padeciendo algunos de sus síntomas como fiebre y dolor muscular. Los contagios podrían haberse consumado persona a persona durante las conversaciones o compartiendo bebidas, señalan los especialistas.

De acuerdo a la literatura existente el hanta se contagia mayormente por el contacto con la orina del ratón colilargo y en ambientes cerrados.

La transmisión a través de la vaporización de la saliva es un hecho extraño. Pero, dicen los médicos, estaría sucediendo.

Las autoridades de la localidad también prefieren mantener el silencio en estas horas duras. Las tres muertes recientes los tomaron por sorpresa. «Una de las mujeres fallecidas era familiar mía. A la mañana tenía un poco de fiebre pero nada más, estaba bien. A la noche murió», explica Norma una vecina.

«La gente no se cuidó, ese fue uno de los problemas», afirma una residente que tampoco quiere identificarse.  Los vecinos se apuntan unos a los otros con pena y bronca como responsables del brote que cambió sus vidas.