Por Hermes Lavallén

Luigi Galvani  fue un médico y físico italiano nacido en Bolonia en  1737 y fallecido también en Bolonia en 1798, fue un médico, fisiólogo y físico italiano, sus estudios le permitieron descifrar la naturaleza eléctrica del impulso nervioso. En la segunda mitad del siglo XVIII, se convirtió en el precursor de todo un área de la ciencia.

A partir, aproximadamente, de 1780  Galvani comenzó a incluir en sus conferencias pequeños experimentos prácticos que demostraban a los estudiantes la naturaleza y propiedades de la electricidad.

En una de estas experiencias, el científico demostró que, aplicando una pequeña corriente eléctrica a la médula espinal de una rana muerta, se producían grandes contracciones musculares en los miembros de la misma. Estas descargas podían lograr que las patas (incluso separadas del cuerpo) saltaran igual que cuando el animal estaba vivo.

El médico había descubierto este fenómeno mientras disecaba una pata de rana, su bisturí tocó accidentalmente un gancho de bronce del que colgaba la pata. Se produjo una pequeña descarga, y la pata se contrajo espontáneamente. Mediante repetidos y consecuentes experimentos, Galvani se convenció de que lo que se veía eran los resultados de lo que llamó «electricidad animal». Galvani identificó a la electricidad animal con la fuerza vital que animaba los músculos de la rana, e invitó a sus colegas a que reprodujeran y confirmaran lo que hizo.

Así lo hizo en la Universidad de Pavía el colega de Galvani, Alessandro Volta, quien afirmó que los resultados eran correctos pero no quedó convencido con la explicación de Galvani. Los cuestionamientos de Volta hicieron ver a Galvani que aún restaba mucho por hacer. La principal traba a su explicación era el desconocimiento de los motivos por los que el músculo se contraía al recibir electricidad. La teoría obvia era que la naturaleza del impulso nervioso era eléctrica, pero quedaba demostrarla.

El fisiólogo llamó a esta forma de producir energía «bioelectrogénesis». A través de numerosos y espectaculares experimentos —como electrocutar cadáveres humanos para hacerlos bailar la «danza de las convulsiones tónicas»— llegó a la conclusión de que la electricidad necesaria no provenía del exterior, sino que era generada en el interior del propio organismo vivo, que, una vez muerto, seguía conservando la capacidad de conducir el impulso y reaccionar a él consecuentemente.

Foto: Giovanni Aldini, Ensayo teórico y experimental sobre el galvanismo (París, 1804).

En enero de 1803, el cuerpo de un asesino George Forster fue sacado de la horca de la prisión de Newgate en Londres y llevado al Royal College of Surgeons. Allí, ante una audiencia de médicos y curiosos, Giovanni Aldini, sobrino del fallecido Luigi Galvani y continuador de su obra, se preparó para devolver el cadáver a la vida.

Al menos, eso es lo que algunos de los espectadores pensaban que estaban presenciando. Cuando Aldini aplicó varillas conductoras, conectadas a una batería grande, a la cara de Forster, los testimonios indican lo siguiente:

 “La mandíbula comenzó a temblar, los músculos adyacentes se contorsionaron horriblemente y el ojo izquierdo se abrió de verdad”.

El clímax de la actuación llegó cuando Aldini sondeó el recto de Forster, haciendo que su puño cerrado golpeara el aire, como si estuviera furioso, sus piernas patearan y su espalda se arqueara violentamente.

 Los experimentos de Aldini son, sin dudas, un precedente para Mary Shelley en la construcción de lo que fue su obra Frankenstein.

 Mary Wollstonecraft Godwin, quien pasó a la posteridad con el nombre de Mary Shelley fue la escritora de «Frankenstein», una obra innovadora y única, publicada en 1818 cuando la escritora tenía 20 años. Tuvo que publicar su obra de forma anónima por ser mujer.

Foto: La escritora de Frankenstein Mary Shelley.

Mary Shelley engendró a Frankenstein bajo su pluma y en un contexto social, económico y político de gran movimiento. Fue una obra multifacética e innovadora,  que podríamos considerar la inauguración de un género completamente nuevo: la ciencia ficción.

En la obra de Shelley vemos como el monstruo se rebela contra su creador, marcando una visión del devenir tecnológico y científico…