José María Paz, el manco, fue aquel militar cordobés que después de haber pasado por la universidad abandonó sus estudios tras la Revolución de Mayo y se alistó en el Ejército del Norte.
Su apodo fue consecuencia de la invalidez de su brazo derecho, adquirida durante una derrota en el combate de Venta y Media donde recibió balazos enemigos.

A raíz de esa y otras experiencias recogidas en la guerra contra Brasil y en el despliegue de las guerras civiles, Paz decidió escribir sus memorias tras ser atrapado por las fuerzas federales del caudillo santafesino Estanislao López, en el noreste de la provincia de Córdoba.

Su caballo boleado y él, atrapado

En su relato, el general José María Paz describe la inesperada manera en la que fue apresado por López, lejos de la lógica en la que se desarrolla cualquier batalla.

Tras el avance de Facundo Quiroga sobre su provincia, Paz decide avanzar sobre el ejército confederado que estaba bajo el mando del santafesino, quien evita el enfrentamiento retrocediendo hacia Los Calchines.

Así, el estratega cordobés narra que ante el avance de la noche escucha un tiroteo de su tropa con el bando enemigo, razón por la cual decide adelantarse para reconocer la situación, acompañado sólo por tres de los suyos.

Bajo la sospecha de que iba a encontrar sus tropas antes que las del enemigo, Paz terminó en medio de las enemigas debido a decisiones tácticas de ambas que iban en contra del “orden natural” del posicionamiento de las mismas.

“Debe también advertirse que el ejército federal tenía divisa punzó, y no sé hasta ahora por qué singularidad, aquella partida enemiga que sería de ochenta hombres y pertenecía a la división de Reinafé había mudado en blanca, la misma que arbitrariamente se ponían las partidas de guerrilla mías”, explica en su narración José María Paz.

El baqueano que lo acompañaba le advirtió que esas formaciones pertenecían a López y por tal razón emprendió la retirada al galope, aunque ya avanzado comenzó a dudar y la tornó más lenta.

Esta indecisión hizo que uno de los soldados de López que lo conocía alcanzara a divisarlo y gritara su nombre, lo que aumentó su confusión.

Por ello, un federal de apellido Serrano logra perseguirlo y bolea su caballo ocasionándole una caída, por la que finalmente fue atrapado y apresado.

Su mirada sobre Rosas y López

Ya en cautiverio en la localidad bonaerense de Luján, Paz decide escribir sus memorias en las que relata la adversidad que enfrentó en esa batalla fallida y ensaya una comparación entre Juan Manuel de Rosas y su ocasional enemigo, Estanislao López, bajo cuyas “férulas” tuvo que vivir ocho años de prisión.

“Ambos, gauchos; ambos tiranos; ambos indiferentes por las desgracias de la humanidad; pero el uno obra en grandes proporciones; el otro, limitado a una esfera tan reducida como su educación y sus aspiraciones”, detalla.

Más adelante, el manco Paz agrega: “Rosas marcha derecho; López por rodeos y callejuelas. Rosas fusila ochenta indígenas en Buenos Aires y en un solo día; López los hace degollar en detalle, de noche y en un lugar excusado”. Rosas pretende que se le tenga por hombre culto, pero haciendo ver que no son para él una traba las formas de la civilización; López se rebela contra la sociedad siempre que le da a entender que ha dejado de pertenecer al salvajismo”.

“Rosas quiere el progreso a su modo, un progreso (permítaseme la expresión) haciéndonos retroceder en muchos sentidos; López nada quiere, sino el quietismo y un estado perfectamente estacionario. Rosas escribe mucho y da grande valor al trabajo de gabinete; López aparenta el mayor desprecio por todo lo que es papeles, imprenta y elocuencia”, narra en el libro de sus memorias.

Finalmente escribió: “Por el contrario, López ha sido feliz en los campos de batalla y tenía cifrada su vanidad en eso; Rosas no ha aspirado a la gloria militar, sea por sistema, sea por otro motivo que no haga tanto honor a su valor personal”.

Su encuentro con Manuelita después de ser liberado

Tanto para describir su infortunio, como para hacer la comparación entre sus caudillos rivales, el general Paz también dejó plasmado en su escrito cuáles fueron sus primeros contactos después de su cautiverio.

“En el acto de llegar, me presenté al jefe de policía, quien me recibió con frialdad pero sin desatención. Luego me indicó que debía por la forma, presentarme en la casa de Rosas”, subrayó.

Después de hacer el primer intento y ser rechazado por el edecán del gobernador de Buenos Aires y el capitán del puerto que se encontraban en la residencia, le recomendaron ir de nuevo de visita “so pena, si rehusaba a ella, de … de… de… todo”.

“Porque todo puede acarrearnos el simple desagrado de un hombre dotado de un poder monstruoso, y que usa de él del modo que sabemos”, sentenció.

Después de hacerlo, cuenta en sus memorias que tampoco esta vez Rosas lo recibió: “Al fin se abrió la puerta del salón, al que salió la señorita doña Manuelita y una o dos señoras más”.

“Me recibió con atención y aún me manifestó benevolencia, pero sin hablar, por supuesto, una palabra ni de mis sufrimientos pasados, ni de las cosas públicas presentes. La conversación roló sobre objetos indiferentes y nada hubo de que pudiese resentirse la más refinada delicadeza”, finalizó.