La Biblioteca Popular es aquel espacio para habitar, un lugar amigable en donde encontrase y apropiarse de lo que por derecho es de todos: el arte en todas sus expresiones. Con el libro o la lectura como medio, excusa y herramienta, se consolida en la instancia más necesaria: el barrio, la familia y las calles.

En julio de 1870, el Presidente de la Nación, Domingo Faustino Sarmiento y su Ministro de Instrucción, Nicolás Avellaneda, enviaron al Congreso de la Nación el proyecto de creación de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, ley que fue sancionada el 23 de septiembre de ese mismo año. En homenaje a esa ley, en 1990 se decretó el 23 de septiembre como Día de las Bibliotecas Populares, en recuerdo del día de promulgación de la Ley Nº 419.

La “Cachilo”, fue la primera biblioteca popular fundada en la zona oeste de Rosario en agosto de 2000, es el claro ejemplo de esa emergencia comunitaria y popular.

El espacio, ya emblemático ubicado en Virasoro al 5000, fue casi el corolario de lo que en 1988 había surgido como un importante proyecto colectivo: la radio FM Aire Libre, que a su vez fue la primera de ese tenor en la provincia de Santa Fe. Una historia envuelta en amor, libros, barrio y pasión contada en el marco del Día Federal de las Bibliotecas Populares.

“Primero comenzamos con la radio comunitaria partiendo de que la comunicación es un derecho y, en los 90, la convertimos en un derecho, una necesidad. Allí aparece la idea de formar una biblioteca popular”, contó a Conclusión Claudia Martínez, coordinadora de Cachilo.

El nombre de la Biblioteca tampoco fue azaroso. Surgió del “Poeta de los Muros”, aquel que vivía en las calles y escribía sus poemas y leyendas, a mano alzada, en las paredes de Rosario entre finales de los años 70 y hasta las postrimerías de los 80.

Martínez conto que el nombre fue elegido entre muchos. “Él (por el Poeta de los Muros) se nombró a sí mismo por Cachilo por un pájaro que se muere cuando lo encierran”, relató.

Para los socios que impulsaron la creación de la Biblioteca Popular de zona oeste de Rosario hubo “dos cosas emblemáticas” a la hora de escoger el nombre que llevaría: “Una fue aquel hombre que eligió la calle y que escribió en las paredes a pesar de haber vivido en dictadura, y el pájaro que no puede vivir encerrado”.

“Así, el 20 de agosto de 2000 pensamos en cómo pensar en el derecho al hacer y al decir”.

 

 

La biblioteca a la calle

“Una biblioteca a los vecinos no es algo que le suene a que pueden tener derecho, tienen la idea de que son espacios cerrados, a los que va la gente que estudia, o los intelectuales”, agregó.

Por eso, transformar la biblioteca y “mostrar que el conocimiento y la lectura es un derecho de todos” fue uno de los pilares que sostienen hasta hoy no solo los socios, sino también los vecinos que se acercan a participar de las actividades que propone el espacio.

Pero hacer que la Biblioteca Cachilo fuera una suerte de refugio puertas adentro, fue un trabajo que se hizo desde afuera: “Eso había que hacerlo cuerpo a cuerpo y así salimos con un carrito y sacamos los libros a la calle, porque conquistar la idea de que la biblioteca era encontrarse en un espacio abierto y en común en donde jugar y crear. Después, llegar a la biblioteca no era extraño”, explicó Martínez.

Actividades: de afuera hacia adentro

La Biblioteca Popular es un proyecto integral. “La Cachilo te cuenta, pero también cuenta con vos. Tenemos muchas líneas de acción: te cuenta en la calle o en las instituciones, te cuenta en la invitación a escuelas que conozcan cómo funcionan una radio y una biblioteca, y la otra es que hay una amplia grulla de espectáculos culturales permanentes durante todo el año, muchos dentro de la biblioteca y murales en la calle, de manera que después, ingresar a la biblioteca ya no es una extrañeza”.

“Creo que esa línea de acción fue lo que nos permitió dar a conocer la idea de una Biblioteca Popular representa en un barrio”-

Como parte también de ese proyecto integral, desde 2011 se realizan todos los años una kermesse, que se hace en la calle. “Vienen artesanos, hay juegos y para los vecinos es volver a la fuente, a esos encuentros sitios que se hacía durante muchos años cuando eran chicos, lo reviven y la calle se hace fiesta. Ocupar las calles hace que los vecinos se sientan parte todo el tiempo”.

Desde 2004, señaló Martínez, hay talleres artísticos de todas las disciplinas que están cruzados con la lectura. “Es una particularidad que implementamos para que se habite el lugar de esa manera”.

Al ser consultada por el color y las esculturas que identifican a la Biblioteca Cachilo, Martínez dijo: “Todo tuvo que ver de cómo se llega a una biblioteca. Para nosotros unir el adentro con el afuera era urgente, que la estética tenga que ver con la ética…Hay murales que no están hechos ala zar, son frutos de talleres que hicimos”.

Así surgió el árbol en el que hay una persona leyendo bajo la copa, de un taller sobre un libro que se abordó en la biblioteca. “Y el árbol terminó dando libros, juguetes, pelotas, pero fundamentalmente libros y hay alguien sentado leyendo a su sombra. En 2008 decidimos que esa escultura tenía que estar en la calle, que el arte es un derecho y había que mostrarlo”.

Sin embargo, la situación de violencia que hoy se vive en las calles, según contó Martínez, alcanzó a esa escultura y fue dañada, entonces convocaron a quienes la hicieron cuando eran niños y adolescentes, quienes hoy son adultos, para hacer una suerte de traspaso de memoria. “Para que quienes la hicieron cuenten por qué la hicieron, y decir por qué todos tenemos derecho al arte”, concluyó Martínez.