El Centro Argentino de Protonterapia (Cearp) comenzará la primera experiencia de América Latina en esta especialidad, que permitirá un tratamiento contra tumores con mayor precisión y menos efectos secundarios que los rayos tradicionales, con entrega de la dosis terapéutica en el volumen tumoral reduciendo los efectos secundarios sobre tejidos sanos. Se espera recibir a sus primeros pacientes en 2024 y funcionar a plena capacidad durante 2025.

El Cearp es una iniciativa de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) junto a la Universidad de Buenos Aires (UBA), que administrarán la institución a través de la fundación que fue creada esta semana para estar a cargo de la puesta en marcha, operación y gestión del centro, tanto del equipamiento como de las prestaciones asistenciales y de las actividades de investigación y desarrollo en terapias con partículas.

El Complejo ocupa un edificio de unos 8 mil metros cuadrados en un predio del barrio porteño de Agronomía sobre la avenida Nazca, a pocos metros del actual Instituto de Oncología Ángel Roffo, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), un lugar de referencia nacional para el tratamiento de pacientes con cáncer y cuyos profesionales participaron desde los inicios del proyecto asesorando sobre las necesidades del sector.

El centro consta de dos sectores, uno de radioterapia convencional, pero con tecnología más sofisticada, cuya obra está concluida en un 95 por ciento y se estima estará operativa antes de final de año; el otro sector es el de protonterapia, que tiene un avance del 77 por ciento de la obra.

Marcos David Pereira, médico oncólogo y radioterapeuta de la Unidad Funcional de Tumores de Cabeza y Cuello del Instituto Roffo señaló: «La literatura científica mundial es ahora suficientemente abundante como para justificar el uso del tratamiento con protones para una serie de indicaciones basadas en evidencia, estimándose que globalmente 120 pacientes por millón de habitantes por año, como mínimo, se beneficiarían sustancialmente con la protonterapia. Una proporción importante de éstos son niños, en quienes se pueden lograr mejoras importantes en el tratamiento y efectos secundarios reducidos a largo plazo».

Pereira señaló que esta terapia es especialmente útil en pacientes para quienes la disminución de la dosis de radiación en tejido sano debería mejorar sustancialmente la calidad de vida al evitar los efectos secundarios en estos tejidos, o para pacientes con tumores para los cuales los mejores tratamientos actuales no permiten administrar la dosis de radiación requerida, debido a la vecindad de estructuras críticas en las proximidades del tumor.

La Protonterapia también es adecuada para tumores muy resistentes a la radioterapia estándar en los que la dosis de radiación necesaria para el control es demasiado grande y afectaría en mayor medida a todos los tejidos en el camino de la radiación; y para pacientes especialmente vulnerables a los efectos tardíos relacionados con la radioterapia que afectan la función normal de los órganos, el crecimiento, el desarrollo físico y la aparición de segundas neoplasias malignas.

Desde el punto de vista radiobiológico los protones, especialmente al final de sus trayectorias (zona del tumor), pueden generar una gran cantidad de daño complejo en el ADN de las células tumorales, mucho mayor que el causado por fotones o electrones, siendo la habilidad de la célula para reparar dicho daño mucho más limitada.

Pereira destacó que «las estructuras críticas y tejidos sanos (como podrían ser el corazón, el cerebro o la columna vertebral) que se encuentren próximas a la zona afectada por un tumor, pueden evitar ser irradiadas o eventualmente recibir mucha menos dosis que con otras modalidades de radioterapia».