El consumo de sustancias o cualquier tipo de acción compulsiva que degrada e interrumpe las actividades normales en una persona afectada por esta situación se convierte en un problema. Por supuesto, esto impacta de forma negativa directamente en el niño, adolescente o adulto que lo transita, pero también en el entorno familiar.

¿Cómo afecta a las familias de las personas que sufren de alguna actitud compulsiva con el juego, la alimentación y el consumo de drogas y de otras sustancias legales como el alcohol?

En diálogo con Conclusión, el psicólogo social Aníbal Leone, especialista en prevención de adicciones y quien se desempeña como referente de Familia en la Comunidad del Padre Misericordioso de Rosario que coordina el sacerdote Fabián Belay, brindó un panorama de cómo puede llegar a afectar al entorno familiar y cuáles son las herramientas con las que se puede contar para no caer en los mismos patrones de conducta que la persona que consume o tiene algún otro tipo de trastorno compulsivo-obsesivo que altere su vida cotidiana.

Cuando hay una persona que tiene un problema con una sustancia, o el juego, o alguna otra actividad obsesiva compulsiva, hay una persona afectada y varias más alrededor de esta.

“Se calcula que por cada persona que padece un trastorno compulsivo, hay entre tres y cuatro personas afectadas”.

En esta dinámica familiar, agregó, se pueden presentar varias aristas: “Empieza a suceder que el adicto que tiene de edad cronológica entre 30 y 40 años, funcione como un adulto, cuando en realidad está estacando emocionalmente como un adolescente y muchas veces como un niño y continuamente promete cosas que no puede cumplir, lo que va generando resentimiento y enojo en la familia”.

Deja de funcionar el adicto con sus responsabilidades como adultos, y los familiares o las personas que lo acompañan empiezan a hiperfuncionar, es decir, a cumplir las funciones que debe hacer el adicto.

Según el especialista, en este contexto se presentan dos problemas, por un lado la sobreprotección o facilitación de las cosas que tiene que hacer el adicto y, por otro lado, taparlo o pasarle factura de lo que dejó de hacer.

Si bien Leone explicó que lo detallado anteriormente sucede en las familias normales, en un entorno en el que hay una persona con problemas de adicciones la carga es mucho mayor y hay “una crisis total”.

Descuido, riesgo y abandono personal

“Las familias comienza a atravesar por crisis de abandono y descuido personal, dificultades para poner límites, baja autoestima, confianza en sí mismos y a tener problemas en otras áreas de su vida. Además, empiezan a tener el mismo funcionamiento que tiene el adicto con el consumo, es decir, que el entorno empieza a tener pensamientos recurrentes de que no juegue, de que no use drogas y centran su vida en la otra persona y dejan de lado su vida personal”, explicó.

 

Las mismas consecuencias

Otro de los puntos que abordó el psicólogo social es que los familiares se ponen en riesgo de la misma manera que la persona que consume drogas, saliendo a cualquier hora de la noche a buscarlas o a sabe adonde están. Incluso, dijo que aquellos que tiene problemas con el juego piden a prestamistas que no saben quiénes son y las familias empieza a recibir amenazas”.

Cortar el circuito

Para poder cortar con el circuito disfuncional, Leone dijo que “se debe informar y trabajar con la familia una serie de aspectos”, entre ellos, cortar con las actitudes que facilitan el consumo de cualquier tipo de sustancia.

“Pero la familia tiene que entrar en una conciencia de que el entorno también está en problemas, es como si estuviera viviendo en una guerra, en una situación de estrés y de adrenalina constante”.

Modificaciones en el funcionamiento cerebral

Leone dijo que hay estudios científicos que concluyeron de que se producen modificaciones cerebrales en las familias de las personas que tienen problemas de consumo o actividades compulsivas.

“La modificación cerebral es muy similar a la que tiene la persona adicta a causa del estrés constante en el que vive, por no comer bien, no dormir bien y su cerebro comienza a funcionar de la misma manera que si utilizara drogas y vive en una adrenalina constante de control y de persecución”.

Acudir a un profesional, buscar ayuda e informarse, además de poder contar qué les está sucediendo emocionalmente a la familia, es el primer paso para poder cortar con el circuito de coadicción o codependencia que afecta al entorno familiar.