Foto: Edmund D. Fountain/Zuma Press/dpa | DPA

 

Por Elisa Soldano

En octubre de 1967, el periodista santafesino Walter Operto se encontraba en Bolivia para cubrir la experiencia guerrillera que allí se desarrollaba. El destino lo haría estar en el lugar y en el momento justo para cubrir la muerte de Ernesto “Che” Guevara y revelar que no se trató de un fallecimiento en combate, como aseguraron desde el gobierno de Bolivia, sino que al revolucionario lo habían asesinado posteriormente.

A los treinta años, el periodista –nacido en el pueblo de San Mariano en el año 1937- trabajaba para Crónica y para la revista Así. “Fuimos a cubrir un foco guerrillero. Éramos los únicos comunicadores que estuvimos ahí porque nuestra empresa tenía un avión Cessna que nos permitía movilizarnos”, relató Operto a Conclusión, y detalló que compartió la incursión con el fotógrafo Hugo Lazaridis.

“La experiencia guerrillera en Bolivia duró entre ocho y nueve meses. Tengo la hipótesis de que quedaba una sola de las tres columnas de combatientes, la cual estaba diezmada y frente a la derrota y al fracaso trataba de irse de Bolivia”, explicó el periodista.

En la mañana del 8 de octubre, en lo que se conoce como Quebrada de Yuro (o Quebrada del Churo), tuvo lugar el último combate entre la columna de guerrilleros y el Ejército de Bolivia, donde fue detenido Ernesto “Che” Guevara.

Operto contó que los guerrilleros se movilizaban de noche para evitar ser vistos y delatados por los campesinos, pero destacó que este sector social era “el objetivo de la revolución que proponía el Che en Bolivia”, la cual pretendía que tuvieran sus propias tierras para trabajar.

“Pero los campesinos fueron indiferentes a ese tipo de propuesta. Eran indiferentes a todo porque tienen una historia atávica de abandono estatal, de sometimiento al hombre blanco y al arma. Entonces no diferenciaron nunca lo que era un guerrillero de lo que era el Ejército”, explicó.

Sin embargo, señaló que los guerrilleros cometieron un error que les costaría, a muchos de ellos, la vida. “De noche las voces se acentúan, entonces los campesinos los escucharon y le avisaron al Ejército que los revolucionarios se movilizaban por la Quebrada del Yuro”.

Como respuesta, las fuerzas bolivianas –integradas en buena medida por militares formados en Estados Unidos denominados rangers, cuyo jefe era Gary Prado- rodearon la zona y cuando el grupo de revolucionarios quiso abandonar la Quebrada, se encontró con más de sesenta soldados que estaban mucho mejor armados que ellos.

“Este enfrentamiento, aunque era desproporcionado, duró más o menos desde las ocho hasta once de la mañana. En la parte final del tiroteo, el Che recibe heridas de ametralladora en las piernas”, detalló Operto.

Ante la anunciada victoria del Ejército de Bolivia, Guevara se entregó. Según el relato del gobierno boliviano, al hacerlo, el revolucionario gritó: “Soy el Che, no me maten, para ustedes valgo más vivo que muerto”. Malherido, el argentino fue trasladado a Higueras -a unos diez kilómetros de la Quebrada de Yuro- donde estaba el asentamiento militar. Allí permaneció detenido.

Walter Operto.

“Hay infinidad de testimonios, tanto de soldados como de campesinos de la región, que vieron a ese hombre barbudo y a otros guerrilleros que el Ejército había detenido y que fueron trasladados y encerrados en un aula de la escuelita de La Higuera”, explicó Operto.

Y agregó: “Hasta ese momento ni nosotros sabíamos que el Che estaba al frente de esa experiencia guerrillera. Al día siguiente (el 9 de octubre), con gran sorpresa, tanto Estados Unidos como el gobierno boliviano comunican que el Che muere por las heridas sufridas en combate. Todo cerraba porque tuvo varias lesiones, así que no era extraño el deceso”.

El periodista santafesino recordó que durante el mediodía del nueve de octubre “a ese Che muerto lo bajan en helicóptero al Hospital Señor de Malta de Vallegrande y exhiben públicamente, durante tres o cuatro horas, su cadáver junto a otros cuerpos de guerrilleros, esas son las imágenes que recorrieron el mundo”.

Dados los acontecimientos, los periodistas se encaminaron a Vallegrande. Una vez allí, el cronista rosarino se propuso conocer más detalles del último combate del Che y para esto pidió entrevistar al coronel Joaquín Zenteno Anaya, el jefe militar de mayor rango en el cuartel de esa localidad.

“Él me cuenta cómo fue el combate, cómo se entrega el Che y lo que habían denunciado los campesinos. Entonces le pido entrevistar a los soldados que habían combatido con Guevara para que me contaran su experiencia desde lo militar, pero él me dice que no, porque algunos estaban heridos y se encontraban recibiendo atención médica en La Higuera, mientras que los otros perseguían al resto de guerrilleros en las sierras. Yo le creí a Zenteno Anaya, no tenía motivos para no creerle”, repasó Operto.

Luego de hablar con el coronel, se dirigió al hospital de Vallegrande y preguntó por el médico que le hizo la autopsia al cadáver de Guevara. Allí le dan el nombre del doctor Martínez Caso, un testimonio que sería clave para saber cómo murió el Che.

Operto entrevistando a Martínez Caso.

“Le pido que me describa las heridas del cuerpo del Che, y el médico me dice que tenía alrededor de siete disparos en las piernas, en las rodillas y en el hombro y me explica que ninguna de estas lesiones era mortal, pero sí lo era una de distinto calibre, a la altura de la tetilla izquierda. Entonces yo le pregunto si alguna persona puede sobrevivir a una herida de esas características, a lo que él me responde que la muerte es instantánea”, repasó Operto.

Y agregó: “Ahí relaciono lo que da a conocer el gobierno boliviano. Le pregunto al médico si con esa herida el Che pudo darse a conocer y pedir que no lo maten, a lo que él me responde que no, que eso sería imposible. Así nace mi hipótesis de que lo matan después”.

Martínez Caso aporta otro dato fundamental a Operto. Le comenta que algunos soldados que participaron del combate se encontraban internados en el hospital de Vallegrande, una información que Zenteno Anaya le había negado. Además, el médico le dio el apellido de uno ellos: el soldado Choque. Con la certeza de que había algo que no cerraba en el relato oficial, el periodista se dirigió al nosocomio junto al fotógrafo Hugo Lazaridis y en el camino se encontraron con Hugo Chousiño, un camarógrafo de la Columbia Televisión Color de Estados Unidos que era corresponsal en Buenos Aires para toda América Latina.

“Si le íbamos a pedir permiso a Zenteno Anaya, nos iba a decir que no, porque ya nos lo había negado. Entonces decidimos entrar al hospital por nuestra cuenta. En la puerta había un grupo de siete u ocho soldados que controlaban el acceso. Como un pelotón los tres encaramos hacia la puerta, dijimos ‘¡Buenos días soldados!’, ellos se abrieron y nos dejaron pasar. Apenas entramos vimos que por la galería del frente, salía de una habitación y caminaba presurosa una enfermera, a los gritos le pregunté dónde estaba el soldado Choque, y las mujer nos señaló una puerta”, relató Operto.

Y prosiguió: “La abrimos y había unas siete u ocho camas con soldados heridos. Pregunté quién era Choque y un joven respondió a ese nombre. Cuando interrogué si lo vieron al Che muerto, ellos me respondieron que lo vieron vivo, que lo habían matado al día siguiente y responsabilizaron del asesinato al teniente Prado. Recogí el testimonio de unos tres soldados más que decían lo mismo. Entonces aparece un enfermero en la sala, que se da cuenta que nosotros éramos periodistas y que no teníamos que estar ahí. El hombre salió a los gritos llamando a la guardia. Previendo esta situación, habíamos dejado el Cessna en una canchita de fútbol, a unas tres cuadras del hospital, y le habíamos dicho al piloto que si nos veía salir corriendo ponga en marcha el avión”.

Operto entrevistando a soldados de Bolivia.

“Cuando el avión hizo el primer vuelo para remontar, llegaba un jeep con soldados a la canchita de fútbol. Pero nadie nos tiroteo, nadie nos dijo nada. Emprendimos el viaje de regreso y yo fui escribiendo la nota, que salió al día siguiente en Crónica y después lo tomaron todas las agencias internacionales que estaban en Buenos Aires y se transformó en una primicia mundial”, contó el periodista.

Sin embargo, el gobierno boliviano, que en ese momento era liderado por el presidente René Barrientos Ortuño, emitió un mensaje donde reiteró que el Che murió por las heridas sufridas en combate y negó que se haya tratado de un asesinato posterior como aseguraban los periodistas argentinos, a quienes acusaron de “trabajar para la guerrilla”.

“El discurso de las autoridades bolivianas dura tres días, hasta que llega el rollo de películas de Chousiño a Estados Unidos y la Columbia lo exhibe con estos interrogantes míos y la respuestas de los soldados que aseguraban que lo vieron con vida”, detalló el periodista.

A lo largo de estos años, Operto construyó una teoría sobre por qué mataron al Che y no lo sometieron a un juicio, la cual sostiene que fue el gobierno de Estados Unidos quien ordenó que el Ejército de Bolivia termine con la vida del revolucionario.

“Un juicio oral a Guevara se iba a transformar en una tribuna mundial para difundir las ideas de la Revolución Cubana y las del Che, quien iba a hacer sus grandes discursos, entonces quisieron acallarlo, silenciarlo. Esa es mi hipótesis”, concluyó el periodista.

Actualmente, Walter Operto vive en Rosario y está abocado a la movida cultural de la ciudad: dirige los teatros independientes La Nave y Odiseo -ubicados en San Lorenzo al 1.300-, y hace pocos meses puso en marcha la editorial “Ramos Generales”, la cual ya publicó algunos libros.